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Juan el carpintero y Orejas es uno de los cuentos cortos de perros del escritor Rafael Di Natale sugerido para niños a partir de diez años.

Juan el carpintero tiene un perro llamado Orejas, ambos viven en el distrito de San Martin de Porres en la ciudad de Lima; y como siempre andan juntos, los vecinos los llaman cariñosamente “Los Inseparables”.

Esta amistad empezó cuando Juan encontró en la calle a un tierno cachorrito hambriento y asustado, lo llevó a su casa, donde lo alimentó y cobijó; con el tiempo ese perro se hizo grande y fuerte, tan fuerte que el día en que Juan fue asaltado por un grupo de pandilleros, Orejas no se quedó quieto, sino que mordió el pantalón a uno de los bandidos, permitiéndole huir a Juan.

— ¡Muy bien, Orejas, te pasaste! Y qué bueno que tengas esos dientes tan fuertes, porque si no mordías a ese tipo, nos robaba. Creo que hoy te daré doble ración de comida —bromeó Juan.

Orejas miraba fijamente a Juan haciéndole saber que entendía todas sus palabras. Días después el carpintero Juan y Orejas llegaron muy cansados a casa, porque habían trabajado arduamente. Juan había reparado varias carpetas para un colegio del distrito. Al llegar a su casa se sentó en el sofá, y su fiel perrito Orejas le alcanzó sus viejas, pero cómodas pantuflas. Luego le alcanzó la bolsa de pan.

— ¿No te olvidaste de algo, amigo Orejas? —preguntó Juan. Y Orejas, rápidamente, trajo la mantequilla. Juan rió.

—Ahora compartiremos el pan con la mantequilla, fiel Orejas. Dos para mí, y dos para ti. Lástima que aún no sabes preparar café. Orejas movió su cola de alegría.

Como siempre lo hacía cada vez que él y su amo compartían la comida. Un soleado domingo, ambos paseaban por las calles del distrito saludando a los vecinos. —Juan, ¿cómo estás? —le preguntó su amigo Sebastián, el carnicero.

— ¡Hola, Sebastián! , estoy bien, gracias, y contento porque la carne que me vendiste ayer estuvo deliciosa. Orejas y yo la disfrutamos mucho.

— ¡Qué bueno! Y Lo que yo quiero decirte es que la mesa que me reparaste quedó muy bien.

—Me alegro, espero que esa mesa te dure para siempre —bromeó Juan.

—Yo también espero eso, ¡Hasta luego Juan, hasta luego Orejas! —Dijo Sebastián.

— ¡Hasta luego, Sebastián! —dijo Juan el carpintero.

Todo iba de maravilla en la vida de Juan y Orejas, pero un día, Juan repentinamente cayó muy, pero muy enfermo, sus amigos lo visitaban para ver cómo seguía, pero no mejoraba, cada vez que alguien entraba veía a un hombre más débil, delgado y con ojeras, que era atendido por su fiel perro. “Gracias Orejas por traerme la comida que doña Carmen me prepara”, “Gracias, Orejas, por traerme el periódico y hasta la servilleta”. “Gracias, sobre todo, por la compañía”. Orejas a cada palabra movía su cola.

Pero un día de invierno, Orejas inexplicablemente dejó la casa.

—Te dije, Juan, la fidelidad de tu perro tenía un límite, se cansó de atenderte —le dijo un vecino.

—No, quizá se perdió o alguien le hizo daño –replicó Juan.

—No, ese perro huyó con algún amo que lo atienda y no que le pida ayuda a cada momento. Lo siento, Juan— Dijo otro vecino.

—¡Es extraño! —Dijo un tercer vecino — yo vi a tu perrito muy cerca del hospital donde me atiendo. Juan lagrimeaba pensando en su débil cuerpo y su perro fiel que un día se fue y no volvió.

—Te traigo la comida, espero te guste — dijo doña Carmen mientras los demás vecinos dejaban la casa.

—Gracias, doña Carmen, es usted muy amable —dijo Juan.

—De nada, y ya deja de pensar en Orejas, que se fue no por ingrato, sino por cansancio, espero lo comprendas. —Dijo doña Carmen.

Al día siguiente alguien tocó la puerta muy fuerte. Juan se levantó ayudándose con su bastón, pensando que el dueño de la casa venía a cobrar la renta. Grande fue su sorpresa cuando al abrir vio al reconocido Dr. Mendoza.

— ¿Pero qué hace el doctor más famoso del Perú en mi casa? —preguntó Juan muy asombrado.

—Fui insistentemente traído hasta aquí por él. –dijo el doctor señalando con su dedo hacia abajo. Juan bajó la mirada y ahí estaba su fiel perrito Orejas, quien había ido en busca del doctor Mendoza. Juan lloró nuevamente, pero esta vez de emoción, Orejas no lo había abandonado, caminó muchos kilómetros para traer al doctor que sanaría a Juan.

El medico lo trató, le dio las medicinas correctas y con mucha tenacidad y en compañía de Orejas, se recuperó por completo. Hoy en día, si en cualquier calle, parque o evento de tu distrito de Comas, ves a un señor con un perro, observarlos con respeto, porque podrían tratarse de Juan y su fiel perrito Orejas.

Fin 

Moraleja: la fidelidad de un amigo nos sorprende

Juan el carpintero y Orejas es uno de los cuentos cortos de perros del escritor Rafael Di Natale sugerido para niños a partir de diez años.

 

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