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Elfito y su amigo 😘 Hay muchas formas de demostrar amor y preocupación hacia el otro, pero hay que hacerlo.

Por Liana Castello. Cuentos con enseñanzas para niños y niñas.

Elfito y su amigo es un hermoso cuento con muchas enseñanzas sobre los afectos y las diferentes formas de demostrar amor de la escritora argentina Liana Castello. Cuento recomendado para niños de todas las edades. Al final del cuento, unas breves preguntas para pensar, contestar y reflexionar.

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Temas del cuento: Hay muchas formas de comunicarse. Para demostrar el amor, no hacen falta las palabras.

Elfito y su amigo

Elfito y su amigo - Cuento educativo

Elfito era un gnomito que vivía junto a su familia en una pequeña casa, de un pequeño país cuyos únicos habitantes eran gnomos. No era muy feliz que digamos pues sus papás, si bien lo querían y mucho, no le demostraban su cariño.

En su familia no abundaban las caricias, ni los besos y mucho menos los abrazos. Elfón, su papá, era un gnomo de carácter rudo, muy serio, que creía que demostrar el cariño era signo de debilidad. Tanto él, como su esposa, hablaban mucho, no sólo a su hijito, sino a quien fuera, parecía que las palabras reemplazaban a los hechos en muchas ocasiones.

Siempre tenían que decir algo de alguien o de algo, siempre había alguna palabra que, lejos de ser una palabra de cariño, podía ser de corrección o de reprimenda.

Así pasaba sus días Elfito, sintiéndose solo y necesitando demostraciones de afecto. Trataba de portarse lo mejor que podía y ser muy buen alumno en la escuela, entre otras cosas, para no escuchar a sus padres.

Elfito empezaba a aprender, siendo chiquito, que no solamente con las palabras se expresan los sentimientos o se comunican los seres y un encuentro inesperado le terminó de enseñar esta lección.

Un día iba a la escuela muy triste.

Nadie le había dado un beso, al salir de casa. Mientras caminaba se dio cuenta de que una casita que había estado abandonada mucho tiempo, ahora parecía tener dueño. Al pasar por allí vio a un gnomo de mediana edad, pintando las ventanas de la casa. Al pasar Elfito, el gnomo, quien notó la expresión de tristeza, le acarició rápidamente su cabecita y le ofreció una hermosa sonrisa.

Nuestro amiguito no se detuvo para no llegar tarde al colegio, pero respondió el saludo un poco sorprendido y llegó a la escuela más contento de lo que se había ido de su casa.

Así, cada mañana Elfito pasaba por la puerta de la casa de su vecino y éste le acariciaba el cabello o le daba una palmadita en la espalda, o le guiñaba un ojo, siempre tenía algún gesto que a nuestro pobre gnomito muy bien le hacía.

Cierta vez, tan apurado estaba por no llegar tarde a la escuela, que cruzó mal la calle.

De no ser por su vecino quien, siempre atento, lo tomó del guardapolvito, Elfito hubiera terminado debajo de una bicicleta.

Su vecino no lo retó por haber cruzado sin mirar, sólo se puso un dedo en el ojo en señal de advertencia, luego le brindó su acostumbrada sonrisa y le hizo chau con la mano.

Algunos días su vecino más allá de saludarlo, le regalaba un caramelo o una rica fruta para llevar al colegio.

En otra ocasión, en su apuro cotidiano, Elfito perdió la gorra que llevaba, no tardó su vecino en aparecer y alcanzársela.

De alguna manera, vecino y gnomito se habían hecho amigos.

Elfito no se detenía nunca en la casa de su nuevo amigo porque en definitiva, no dejaba de ser una especie de extraño, pero le encantaba encontrarse con él al ir al colegio. Es más, empezaba a necesitarlo.

Parecía raro pues no habían cambiado jamás una palabra, pero las sonrisas, las palmaditas, las caricias en el flequillo que el gnomo siempre le ofrecía, eran las únicas demostraciones de afecto que Elfito tenía. Empezó así a completar una parte de su vida que sentía vacía.

Un día decidió contarles a su papás acerca de su nuevo amigo, no muy convencido por cierto, pero creyendo que era lo correcto.

Demás está decir que a sus papás no les gustó mucho la idea. Ellos también conocían al nuevo vecino y lo veían muy amable, pero había algo en él que no les gustaba.

– «¡Ese gnomo es de muy pocas palabras, jamás lo escuche hablar!» -dijo su papá.

– «¡Es verdad, alguien tan callado ha de tener algo que esconder seguramente! No quiero que lo veas más» -agregó su mamá.

– «¡Es un buen gnomo, se los aseguro, es mi amigo!» -sollozaba Elfito.

– «¿Y cómo se llama tu amigo, si se puede saber?» -preguntó su papá.

– «Pues… no sé» -contestó el gnomito.

– «¿Qué clase de amigo es que ni siquiera conoces su nombre? No se hable más del asunto. Por las dudas, haremos lo que dice tu madre y no verás más al nuevo vecino» -dijo muy enojado su papá.

Elfito se quedó pensando en que jamás había cruzado una palabra con su gnomo amigo, sin embargo sentía cariño hacia él y estaba seguro que ese cariño era recíproco.

Sin saberlo, este gnomo nuevo en el barrio le había demostrado más afecto que su propia familia.

Le había regalado muchas sonrisas, había estado atento a sus descuidos, lo había protegido. Cosas que realmente hacen los amigos, las personas que te quieren.

Sin duda era extraño no haber hablado nunca con él, pero se dio cuenta que jamás había hecho falta.

Elfito no quería desobedecer a sus papás, pero menos aún quería dejar de ver su amigo y no recibir el cariño que éste le brindaba. Pensó que la única manera de poder seguir viéndolo sin problemas era ir, presentarse, preguntarle su nombre y varias cosas más.

Así fue que, en su camino de regreso del colegio, se detuvo frente a la casa de su amigo. No bien su vecino lo vio a través de la ventana, le regalo una inmensa sonrisa y lo saludó con la mano.

– «¡Hola!» -dijo el pequeño gnomo esperando una respuesta. Sólo vio la mano de su amigo que se agitaba en señal de saludo.

– «¡Hola!» -volvió a decir.- «Me llamo Elfito, me he dado cuenta que nunca nos presentamos ¿cómo te llamás?» -preguntó tímidamente.

Su amigo, se acercó sin decir palabra.

Extrañamente, había tomado un papel y un lápiz. Elfito no entendía nada. Luego de escribir sobre el papel, el gnomo se lo entregó a nuestro amiguito.

Entonces Elfito leyó: «Me llamo Tobías, no puedo hablar, ni escuchar, pero sí puedo ser tu amigo y eso me hace muy feliz».

Sorprendido, el pequeño gnomo lo miró un largo rato. Jamás hubiera imaginado que su amigo era sordomudo. Resultaba extraño que, sin haberse dicho una palabra, se hubieran hecho amigos, pero así era.

Una vez más Elfito se encontraba ante la hermosa sonrisa de Tobías que siempre se le ofrecía como abriendo su corazón.

Para nuestro gnomito, necesitado de afecto y cansado de tantas palabras que nada lindo decían, Tobías, sin saberlo le había dado exactamente lo que necesitaba.

Le había enseñado que las personas o los gnomos, en este caso, pueden tener una relación de verdadero cariño, aunque no lo puedan expresar con palabras. Le había demostrado que una caricia, una palmadita, cualquier gesto de amor significan mucho más que un gran discurso.

Elfito abrazó fuerte fuerte a su amigo.

Una vez más, no hicieron falta las palabras para sellar un pacto de amistad.

No fue fácil hacerle entender a sus papás que este nuevo vecino y amigo que no podía hablar ni escuchar, se comunicaba muy bien con los demás, que no siempre hace falta una palabra para demostrar lo que sentimos, que hay muchas maneras de demostrar nuestro cariño y nuestra preocupación hacia el otro, pero que hay que hacerlo.

Para Elfón y su esposa fue un gran aprendizaje. Con gran dolor se dieron cuenta que aquel extraño silencioso había llenado un vacío que ellos habían provocado y un vacío lleno de palabras inútiles además.

Todos aprendieron.

No sólo los papás de Elfito, cada uno lo suyo, a demostrar el cariño, a no hablar demás, a respetar la imposibilidad del otro y como si esto fuese poco, el lenguaje de señas a través de las manos y a leer los labios.

Todos se enriquecieron pues abrieron sus mentes y sus corazones y cuando uno abre el corazón al otro, no hacen falta las palabras.

Fin.

Elfito y su amigo es un cuento de la escritora Liana Castello © Todos los derechos reservados. Hecho el depósito de ley 11.723. Derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial. Expte. 713.595

Para pensar un poquito

  • Las palabras son necesarias, pero no es la única forma de demostrar el amor. ¿Estás de acuerdo con esto?
  • ¿Te das cuenta que quienes no pueden hablar y escuchar pueden perfectamente demostrarnos su cariño?
  • ¿Tienes algún amigo con alguna discapacidad?
  • ¿Puedes ver que el amor va más allá de las palabras y de las distintas capacidades que las personas podamos tener?

Sobre Liana Castello

Liana Castello - Escritora

«Nací en Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires. Estoy casada y tengo dos hijos varones. Siempre me gustó escribir y lo hice desde pequeña, pero recién en el año 2007 decidí a hacerlo profesionalmente. Desde esa fecha escribo cuentos tanto infantiles, como para adultos.»

Liana fue, durante varios años, directora de contenidos del portal EnCuentos. Junto con este sitio, recibió la Bandera de la Paz de Nicolás Roerich y se convirtió en Embajadora de la Paz en Argentina.

Si quiere conocer más sobre la escritora Liana Castello, puede leer su biografía Aquí.

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Comentarios y Reflexiones

  1. Foto del avatar

    Excelente enseñanza, no solamente con palabras se brinda afecto, los gestos, la miradas cálidas y una sonrisa sincera, llenan el corazón de aquel ser humano que tanto lo necesita.

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