Escritores del Mundo - Lydia Giménez-Llort
Para que nuestros lectores también conozcan un poco más de quienes escriben los cuentos y poesías que aquí publicamos, continuamos con entrevistas a los escritores que enriquecen este sitio con su talento. En esta ocasión, entrevista a la escritora Lydia Giménez-Llort de España.
"Escritores del mundo" es una puerta que se abre a la vida de cada una de las personas que, desde distintos lugares del mundo, nos regalan la magia de sus escritos y hacen de EnCuentos.com un lugar de encuentro con la buena lectura.
Hoy con Lydia Giménez-Llort, escritora española
Lydia por Lydia:
Nací en El Masnou, una villa benéfica y marinera en las marismas de Barcelona un martes, 13 de septiembre de 1966, el mismo día que mi tía Montserrat y mi tío Jan, holandés, se casaban. Siempre oí decir que martes y 13 no dan la buenaventura, pero yo creo que se equivocaron en algo. Me siento afortunada por haber tenido dos abuelas Neus y Ascensión, y haber conocido a mis abuelos Joan y Antonio -a pesar de su pérdida- a través de lo que ellas me transmitieron.
Mis padres, Mercè y Antonio, me educaron con el ideal de progresar gracias al esfuerzo y siempre he intentado que fuera así, porque la suerte es caprichosa pero 'la buena suerte' es la única que no se reparte al azar.
No tengo hermanos, pero mi abuela Neus con quien convivíamos y mis primas y mis primos han hecho las veces, así que me considero 'de familia numerosa'. Cuando estudié me apasionaba conocer los secretos de la vida y después de la licenciatura en Biología continué con el doctorado y una estancia postdoctoral de tres años en el Instituto Karolinska de Suecia. Ahora soy investigadora en Neurociencia (envejecimiento y enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer) y profesora en psiquiatría en la Universitat Autònoma de Barcelona.
Mi trabajo no lo concibo como tal, sino como una de mis dos pasiones. Entre tanto libro e investigación, el amor me llegó tarde pero acertado. Thierry y mi hija Júlia Neus son mis medias naranjas. Me siento orgullosa cuando la maestra me describe a mi hija - que ahora tiene ya 8 años - y me reconozco en ella como si hablaran de mi. No tengo hobbies especiales, pero disfruto siendo altruista.
Lo fui en el Servicio Civil Internacional en Portugal, la antigua Yugoslavia y Bélgica, en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Barcelona 1992 donde coordiné a los asistentes de las delegaciones de China, India, Pakistán y Unión de Myanmar (antigua Birmania), coordinando el comité social y el infantil en el Wenner-Gren Center de Estocolmo y ahora fundando la asociación sin ánimo de lucro 'Oyakudachi', inspirada en mis abuelas y el legado humanitario de Michael Jackson de quien soy fan.
¿Qué es lo que te llevó a escribir?
Nada en particular, todo en general. Si miro hacia atrás, recuerdo las cartas a mis primas, medio poéticas, que me ayudaban a mitigar la distancia y mantener vivo nuestro inmenso cariño hasta el reencuentro en las siguientes vacaciones de verano. Escribir, escribir cuentos… pues... el primer cuento fue fruto de una combinación extraña: una mala experiencia, lamentablemente, sumada a la necesidad de consolar a mi hija por la pérdida de su hámster y la música de la película de ‘Campanilla’ de Walt Disney. Esa noche me sentí mejor, mucho mejor.
¿Qué te mueve a elegir un tema? ¿Vivencias o fantasías?
Ahora, casi dos años después de ‘Vuela, vuela mariposa’, me doy cuenta que escribo cuando hay algo que me preocupa o necesita una ‘ayudita’ para ser resuelto, cuando le quiero ofrecer a mi hija el otro punto de vista de las cosas, cuando un acontecimiento público me conmueve o cuando un recuerdo cargado de emociones vuelve a mi mente para enseñarme sus verdaderos secretos. Yo no escribo, solamente dejo que cuando los sentimientos afloran y se amontonan, queden ordenados en un papel. La mayor parte de las veces son vivencias, pero otras son verdaderas fantasías nacidas a partir de un hecho real o una circunstancia.
¿Hay rutinas a la hora de escribir?
El cuento se dibuja poco a poco, él solito, casi siempre (no se vayan a reír) de buena mañana cuando cojo el coche así que cuando llego al destino no puedo por más que escribir notas en un papel para dejarlo medio escrito. A veces, me pilla en un avión y escribo en papelitos o en el mismo periódico, en los márgenes en blanco o en los espacios en blanco (qué lujo) de los anuncios.
Otras veces es de noche. En lo que si coincido siempre es que estoy yo conmigo misma, en momentos de tranquilidad donde el pensamiento tiene un tiempo sin interrupciones. Otro elemento común es que muchas veces, sin buscarlo, escribo al ritmo de una música, según la propia melodía me marca, así que la trama e incluso la longitud de los párrafos, no la decido yo, la decide la música.
¿Qué es lo que más difícil que te resultó dominar en el arte de escribir?
Jajaja, No domino, si no domino…aún llevo la L de conductor novel!
¿Cómo es tu proceso de corrección?
Malo, malísimo, porque casi no corrijo. Me gusta que los pensamientos sean ‘auténticos’ según fluyeron. Pero cuando escribo con la música, entonces vuelvo a escucharla mientras leo el relato y miro si queda acompasado y recorto para ajustarlo, porque fue la música la que lo inspiró y dibujó sus curvas. Hay veces que estoy tan embriagada en mis propios pensamientos, que no veo los errores y dejo la corrección final para el día siguiente, porque entonces, ya no se mezclan con el propio pensamiento y los huecos o desniveles se aprecian mejor.
¿Cómo combates el bloqueo del escritor, si es que alguna vez lo has sufrido?
Escribo sólo cuando hay una motivación. A veces me han pedido que escriba algo y hasta unos días después no lo he hecho porque me faltaba que apareciera una música que encajara perfectamente con el sentimiento que quería reflejar, me espero hasta que pasa algo que me induce a escribir o rebusco entre las vivencias si hay alguna que está relacionada. Hasta que no hay esa fusión, no escribo.
¿Las ideas llegan sin pedir permiso o se van trabajando? ¿Hay intención de escribir algo en especial y te abocas a ello o respetas la inspiración y sigues el curso de la misma?
Sin permiso y muy, muy maleducadamente. Y lo peor del caso es que he trasnochado por su culpa más de una vez.
¿Qué opinas de la Literatura actual?
Es más espontánea, es más libre y abarca más aspectos. Mueve masas, cambia conceptos, desde muchos puntos de vista. La riqueza de autores da un abanico impresionante como nunca antes hubo. Es un momento de diversidad y creo que hay una particularidad: los lectores toman protagonismo.
Si tuvieras que recomendar algunos libros, ¿Cuáles recomendarías y por qué?
Casi toda mi lectura está centrada en textos científicos, así que mis mejores recomendaciones resultarían un tanto aburridas a los que no les guste la neurociencia. Pero si tengo que citar algunos, me remonto a un autor que me encandiló en mi juventud: Manuel de Pedrolo. Sus relatos son cortos y están llenos de una creatividad y fantasía que me apasiona.
¿Qué autores lees?
Todos los de EnCuentos, por lo menos una vez a la semana. Están de moda las novelas, y las sagas, cuanto más largas mejor, pero yo no me siento cómoda. Soy impaciente y tengo poco tiempo, mala combinación.
¿Cómo se puede lograr pasar de ser un escritor novel a vivir de esta profesión? ¿Es difícil abrirse camino?
No es mi profesión y me considero novel. El primer cuento lo escaneé y lo versioné para YouTube porque alguien me dijo que yo hacía como el que vende madalenas hechas en casa delante de una pastelería. No escribo para ganar nada sino para dar tanto como puedo. Es un poco absurdo y va contrasentido, ya lo se, pero concibo los cuentos como una manera de dar o regalar mis sentimientos.
¿Qué lugar ocupa la literatura en tu vida?
Es el médico que cuida de mi salud y un poco también la de los míos.
¿Cuántos años llevas escribiendo?
Las cartitas a las primas, desde pequeña. El primer cuento ‘Vuela, vuela mariposa’ es de enero del 2009 pero hace poco edité un libro anónimo que escribí a máquina el verano de 1981 recopilando todas las redacciones escolares desde que tenía 9 años. Encontré los pliegos, ya amarillentos, después de 33 años. Era algo que le debía a mi infancia. Así que quizás allí es cuando, por primera vez, tomé consciencia que valía la pena dejar por escrito mis pensamientos o mis sentimientos para alguien más que para mí misma o mi familia.
¿Qué consideras que se necesita para poder escribir?
Yo necesito una ráfaga de sentimientos, que como decíamos antes, entre sin llamar a la puerta y revuelva cielo y tierra hasta que me siento y la hago quedarse quieta plasmada en un papel. Aún tengo un par de cuentos en la cabeza ‘La pluma del Guacamayo’ y ‘La princesa del desierto’, ambos surgidos espontáneamente uno ante un comentario de una buena amiga y el otro frente a una situación que afrontaba mi hija. Los he narrado varias veces, y ella aún me reclama cuándo los voy a plasmar en el papel, pero el viento está calmado y sé que eso significa que tengo que esperar.
Para terminar, ¿Qué mensaje les darías a todos aquellos que desean escribir?
Que no tengan miedo. Plasmar los pensamientos, reales o ficticios, es una de esas cosas maravillosas que todos podemos hacer, a cualquier edad. Y tienen que tener por seguro que en el mundo siempre habrá alguien que disfrute leyendo aquello que ellos han escrito. Es probable que nunca conozcan a esa persona, pero aunque solo fuera una, valió la pena compartir con ella lo que pensó o imaginó.
No vendemos madalenas, regalamos pastelitos hechos en casa con mucho amor. Como las galletitas que llevan un mensaje dentro. Quizás alguien compra la galletita, pero lo que busca y lo que la galleta regala es ese mensajito que está en su interior y le da el verdadero valor. Como quien devora un libro, la galletita se come, se devora, pero el mensaje queda para siempre.
¡Gracias Lydia!
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