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Girasoles para Camila. Marielena Rondinel, escritora peruana. Cuento perteneciente a CON UN POCO DE TI, blog dedicado a las personas que luchan contra la leucemia.

Lucía encontró a su pequeña hija de 9 años mirando embelesada un girasol… Ella recordaba que los había sembrado hace un buen tiempo en su jardín, porque cada vez que los veía en otros lugares sentía que su luz se expandía por todo su cuerpo y la llenaba de paz y alegría.

Por eso, cuando estaba de novia, pidió a su futuro esposo que buscaran una casa con un enorme jardín en la parte de adelante para poder lograr su sueño de tener sus flores favoritas y así, quien pasara por allí los iba a disfrutar como ellos. Al mes de casada los sembró con tanto amor que no tardaron mucho en aparecer.

Los girasoles se alzaban plenos y hermosos como custodiando a ambos lados la entrada del hogar que había formado. Cuando nació Camila, Lucía no veía la hora que dé sus primeros pasos para llevarla a conocer su tesoro.

La niña fue creciendo y a medida que lo hacía compartía con su madre el gusto por las plantas. Se sentaba tranquilamente mirando como trabajaba cuidando con delicadeza los girasoles y Lucía disfrutaba enseñándole para que continuara su labor. Eso las unió más.

Sus vecinos se sentían atraídos por su jardín donde los girasoles eran los reyes.

Una mañana llamaron de la escuela para comunicar que Camila estaba en el hospital. Había sufrido un desmayo y la fiebre no le bajaba. Lucía había notado desde hace semanas la falta de apetito y cansancio de la niña pero no había presentado mayores complicaciones. Al llegar al hospital junto con su esposo les informaron que le estaban haciendo unos análisis.

Ellos esperaron muy preocupados los resultados… El Doctor les dijo que Camila tenía leucemia. Desde ese momento, todo giró en torno a la niña.

El tratamiento era muy difícil, las quimioterapias iban debilitando el cuerpo de la pequeña pero no sus ganas de vivir. Su cabello había caído y usaba seguido un gorro que le había regalado su padre un día que fueron a pasear al zoológico.

Lucía dejó de lado su jardín para dedicarse por completo a su hija. Primero estaba ella, ya nada más la motivaba, sólo su amor de madre para sacarla adelante de su enfermedad.

Los girasoles iban desapareciendo y lo que antes había sido su tesoro, casi no quedaba rastro. Una tarde, la pequeña salió al jardín ayudada por su padre. Ese día pidió visitar a los girasoles.

El padre no quería llevarla para que no sufriera una decepción al ver que sólo quedaban algunos. La niña preguntó a Lucía:

— ¿Mami, por qué quedan tan pocos girasoles?

Ella respondió con una lágrima. La niña comprendió lo que estaba sucediendo, tomó con sus manitos su rostro, le dio un beso y le dijo:

—»Mamita, quiero que el jardín esté lleno de girasoles como antes, cuando mirábamos con alegría como se unían sus luces con nuestras sonrisas. No quiero que llores, vamos a seguir luchando en familia pero si aún así Dios decide llevarme con Él, no estarás sola, bastará que me sientas en tu corazón y todos los días yo vendré a jugar en tu jardín, y en cada girasol verás mi sonrisa. Prométeme que cuidarás de ellos, como cuidas de mí. ¡Te amo mamita, recuérdalo siempre!»

Lucía y su esposo abrazaron con fuerza a su hija y ella le prometió que así lo haría…

Meses después, cuando el jardín había recobrado su belleza, se sintió más reconfortada. Guardaba en el alma, los momentos vividos con su pequeña, su voz de aliento de vida la mantenía firme y con fortaleza.

Los girasoles estaban más maravillosos que nunca reflejando el rostro de Camila que ya había partido al lado de Dios…

Fin

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