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Sueños de Cristal: la promesa eterna de Salito ⊙ “Dedicado a mi hermano Salomón y a todo lo que me enseñó mientras estuvo en vida”.

En "Sueños de Cristal: la promesa eterna de Salito", Claudia Ávila Vargas nos regala un relato cargado de emociones y nostalgia. A través de sueños que se entrelazan con la realidad, la protagonista revive momentos compartidos, enfrentando la pérdida y aferrándose a recuerdos vívidos. Este cuento conmovedor en el que Claudia nos invita a explorar "la fragilidad del amor" y la permanencia de la memoria, de un vínculo que trasciende el tiempo y la realidad.

"Este escrito es bastante especial, es real todo lo que está escrito en el mismo. Dedicado a mi hermano Salomón y a todo lo que me enseñó mientras estuvo en vida".

Claudia Ávila Vargas

Sueños de Cristal: la promesa eterna de Salito

Mujer joven durmiendo plácidamente con sueños de cristal

Durante muchas noches, gozar de tu compañía es cada vez más habitual, encontrarnos, verte, sonreir y si estoy de buenas, disfrutar de tus conversaciones acompañadas de un café.

Encontrarte o verte a mi lado, cuando vuelvo la mirada a un lado o a otro me brinda muchas sensaciones: alegría, amor, incertidumbre, escalofríos, si claro escalofríos, me erizo en instantes. Pero, ¿sabes qué? Durante el día recuerdo todas nuestras vivencias, trato de escribir en mi libreta lo que conversamos, lo que recorrimos, para no olvidar ningún detalle, pero la memoria en instantes me juega un mal momento y pierdo detalles. A menudo te busco, te veo en el caminar de varias personas, escucho tu voz en las voces de otros, no se que pasa, camino rápido para encontrarte y no, no te veo, no te encuentro. Acaso ¿estás jugando conmigo?

Llego a casa de mamá, donde siempre estabas, donde nos veíamos, tu silla está intacta, tu cuarto como lo dejaste, algunas cosas huelen aún a tí. No se si es a la única que le pasa o si los demás también lo perciben, pero aunque ya estás en otro lado, tu sigues presente, intacto.

Sí, la noche llega y el cansancio del día se aproxima. Me acuesto a descansar en la cama y casi todos los días nos encontramos en los sueños; tenemos una cita. Nos vemos, caminamos, o simplemente siento tu presencia a mi lado en la cama. Por momentos, te he visto sentado en el sofá de mi cuarto, como si estuvieras cuidándonos. ¿Miedo, susto? ¿Cómo sentirlo si tu presencia siempre fue la más completa de las compañías? Tu risa, tus ojos han sido la mirada y el sonido más sentidos que alguien podrá escuchar y ver.

A veces, mientras duermo, me despierto con carcajadas, con lágrimas, con angustia por lo que vivimos en los sueños. Es tan raro. ¿No sé por qué pasa?, pero pasa.

¿Quieres que te cuente algo? Anoche mientras dormía, me vi caminar en el barrio donde está la casa de mamá. Iba sola, sin darme cuenta delante mio se abalanzaron muchos pajaros de color azul, gorditos, de vidrio, volaban de un lado a otro. Nunca había visto tantos pájaros azules y muchísimos menos de vidrio. Dirás que estoy loca, dirás que son mentiras, pero te lo juro, por nuestras andanzas que es verdad. Logre atrapar uno, uno de ellos en mi mano derecha, lo tome con cuidado para no quebrarlo, salí corriendo a mostrarte, grite tu nombre a todo pulmón, estabas lejos, lo que ocasionó que no me escucharas.

Con el ánimo de mostrarte aquel pájaro de vidrio corrí. Continué llamándote y note que un bus se aproximaba y no lo veías, tú simplemente caminabas sobre la calle, y el bus cada vez más cerca, no entiendo porque no lo escuchaste, o porque no sentiste su vibración, pero pues era un sueño, los sueños no son como en lo real. Sentí angustia, tristeza, parecía que el corazón se me salía del cuerpo, es como una escena en cámara lenta, te ví derrumbar en el suelo, el bus frenó fuerte, un estruendo sonó. Llore, llore mucho porque no lograba colocarte de pie, — ¡Salito, Salito, levántate, abre los ojos!—, decidiste quedarte en el suelo, nos aferramos de una mano.

Salito, abre los ojos, mira lo que tengo en esta mano, mira que bonito, ¿no quieres verlo?—. Me dijiste cosas sin abrir los ojos, sin mover la boca. Yo solo asentí.

Desde lo profundo del bullicio de la calle, un sonido peculiar resonó entre la multitud que cada vez se acercaba más a mirarnos. No era un nombre ni una palabra reconocible, sino un eco sutil, casi un susurro, que parecía llamarme. Una nota única, una melodía sin nombre, se elevó sobre el murmullo constante de voces: "No pasa nada niña, el pajarito ya es suyo. Luego estará a su lado, suéltelo sin miedo, no llores más, ese hombre ya no va abrir los ojos. Además, ¿no se ha dado cuenta de que está soñando? Abra la mano, niña, deje al pájaro volar".

Una sensación de frío invadió mi cuerpo y, sin pensarlo, lo solté. Voló alto, voló mucho. Yo quería que lo vieras y no lo logré; yo quería salvarte y no pude hacerlo.

En un instante, el sueño cambió de escenario. Nos encontrábamos en la iglesia, en tu funeral. Me vi despidiéndome de ti como lo hicimos en la realidad: levanté tu cara y te di un beso en la frente. Nos dijimos adiós con una sonrisa y, aunque ahora tus labios no podían sonreír, yo sentí que lo hacías. Mi querido Salito, han pasado cerca de seis años desde tu partida, pero aún permaneces en mi vida. En el sueño, cuando caíste al suelo, dijiste que el pajarito era Santiago, mi hijo. Dijiste que era de vidrio porque debía cuidarlo y protegerlo, que en sus ojos te vería a ti y en su sonrisa te escucharía.

Hoy, 15 de julio de 2024, soñé contigo. Al despertar, escribí cuanto pude en una libreta, tratando de no olvidar nada. Conté el sueño a dos personas y, por la tarde, decidí relatarlo para dejarlo intacto en la memoria de cuantos lo lean y lo escuchen.

Ahora, mientras se acerca la noche, temo no encontrarte. De verdad, quise salvarte. Perdón, perdón, hermanito, perdón por no llegar a tiempo. Sé que mi amor por ti perdurará por siempre y, si existen otras vidas, sé que seguirás cuidándome como siempre lo hiciste en esta.

Buenas noches, Salito. Gracias, por recordarme lo frágil que es el amor, lo valiosa que es la vida y lo dolorosa que es la ausencia.

Fin.

"Sueños de Cristal: la promesa eterna de Salito" es un cuento de la escritora Claudia Ávila Vargas © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin la expresa autorización de su autora.

Relato de Rodo Barone de "Sueños de Cristal"

Y ahora, el relato de "Sueños de Cristal: la promesa eterna de Salito", por el sensacional actor y director, Rodo Barone.

Sobre Claudia Ávila Vargas

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Comentarios y Reflexiones

  1. Foto del avatar

    Me encanta como la autora nos deja ver en su historia el amor y complicidad qué tenía con su hermano. Esto hace que viva por siempre en sus corazones y trasciende más allá de la muerte.

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