La primera regla. Joel Fortunato Reyes Pérez, escritor mexicano. Cuentos para adultos. Cuentos fantásticos.
Centelleaba antes de materializarse en aquel gigantesco museo de... anillos gravitatorios...
Estaba, encriptado con cadenas de aminoácidos y al fondo molecular del pasillo en él, párpado del humanoide qué acaso ignoraba el significado primordial por diez milisegundos legiones de historias tenía acumuladas en la macromemoria de hilos frágiles en la consciencia biomecánica al momento de penetrar la telaraña del tiempo y tener la oportunidad... ¡De ver la primera regla!...
¿De piedra, hueso, madera, barro recocido? ¡Vaya! Estaba empeñado en admirarla, hacía tanto qué se olvidó de sí mismo, entre las guerras impulsadas por los instintos colectivos de civilizaciones colocadas ahora en los tableros tridimensionales de las vitrinas holográficas....
Finalmente se sintió robot de nuevo, y un estremecimiento recorrió cada fibra óptica de sus latidos rítmicos. Bajo la superficie deambulaban asteroides peligrosos y manipulaban, casi toda la comunicación en los depósitos del cuaternario volumen apergaminado con unos extraños, caracteres...
Al menos doscientos de veces había intentado comprender las figuras humaniformes parlantes qué explicaban de medidas, en metros y millas, de metales plásticos y rectangulares artefactos. Movió al silencio con cautela en el océano de sus dudas como puntos luminosos y exploradores y navegaba su visión transdérmica sobre unas palabras...
La primera regla... ¡No era material! Era una idea, qué había estallado en un millón de pedazos en... Mil mundos y de ella quedaba una estela tenue qué tal vez pudiera ser útil...
Leyó y una sonrisa atónita iluminó ese instante...
"La primera regla es no dañar"
Fin