Por José jair Nieto González. Cuentos cortos para adolescentes.
En "Año rural", conocemos a un joven médico lleno de orgullo y escepticismo hacia lo divino. Su destino lo lleva a un año de trabajo en una región desfavorecida, una experiencia que cambiará su perspectiva de la vida. En este tragicómico relato de transformación y humildad, del escritor colombiano Jair Nieto, aprendemos que la vida nos enseña lecciones inesperadas cuando nos enfrentamos a nuestras debilidades y prejuicios. Una muy breve historia, inspiradora para jóvenes y adolescentes.
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Año Rural
La familia estaba preocupada por él, por su orgullo desmedido, su ateísmo y un constante alabarse, por demás incomodo. Solía manifestar, que Dios debería ocuparse de los pobres, feos, y desamparados. Pero del bonito, inteligente, de buena posición, no.
Cuando decían gracias a Dios, manifestaba:
- Cuál gracias a Dios, si el que trasnocha, quema neuronas y pestañas soy yo.
Un día llegó a la casa, reunió la familia, padre, madre, hermana mayor casada, con hija, su novia y dijo:
- Recibí una carta de la U, donde dicen que, el año rural será en Quibdó-Chocó, a donde fui asignado.
El padre inmediatamente apuntó:
- Hijo, ¿Vas a irte para allá? Hablaré con el gobernador y te haré asignar algo mejor.
- No papá. Hasta aquí me cargaste; veremos si es verdad que soy tan bueno como creo, y es mejor empezar entre la pobreza y sus enfermedades; es mi gran reto. ¡Me salvó o me hundo!
Fue tan enérgica la posición del médico, que la familia y su novia lo aceptaron. Iniciaron los preparativos del viaje, con abrazos y llantos lo despidieron.
Cuando fue a tomar el avión, todos se hacían cruces, pues era viejo y pequeño con solo dos tripulantes, un mecánico, y ocho pasajeros. La familia observaba preocupada, ese remedo de avión, pero así era como se volaba al Chocó y a los territorios nacionales. Despegó a las 3.50 pm para un vuelo de cuatro horas.
El vuelo fue normal, hasta que cayó la tarde y la lluvia constante fue empeorando, convertida en tormenta con rayos y truenos. El avión era zarandeado por el viento, y el miedo se veía en los rostros de todos, menos en él. Todo se oscureció, los rayos convertidos en un espectáculo aterrador, y la nave bajaba y subía constantemente, y por esto, gritaban y clamaban a Dios, menos él.
En una turbulencia el avión se fue a pique, caía a tierra en esa oscuridad, arrasando copas de árboles, para caer en la orilla de un río, caudaloso y no tan hondo. Al despertarse, vio el total desastre, se incorporó y comprobó que estaba bien y procedió a revisar a los otros. Ya había luz, pues era media mañana.
Sintió una gran tristeza al saberse el único vivo. Los pilotos y pasajeros estaban muertos. Una señora que encontró viva, murió enseguida. Cojeando supero la situación y pudo salir, ya que al caer cerca a la orilla, un ala hacia puente con la playa. Pensaba, ¿Me voy o me quedo? pues el clima acelerará la descomposición de los cadáveres, más el mal olor. Y esa selva tan inhóspita. Se quedó.
Al segundo día del accidente la familia se enteró; se comunicaron con el hospital y supieron que allá no había llegado. El padre sufrió un infarto, lo que sembró más el caos en ellos. Encargaron a la novia de la búsqueda.
El médico entre tanto, con dolores y malestares, decidió enfrentarse a la selva. Los mosquitos, las arañas, las serpientes, lo atemorizaron y decidió volver al avión. Pero regresó a ella empecinado. Ya era el cuarto día. En la selva con sed, la ropa hecha jirones, barbado, quemado por el sol, se sentía triste e impotente.
El dinero de su padre, su inteligencia, su medicina, de nada le servía allí. Ella se lo tragaba, lo enredaba al caminar en círculos, caía en tremendo hojarascales; loros, micos, y otros animales lo asustaban con sus gritos y rugidos. No podía dormir.
Varias veces le vino la idea de implorar a Dios, pero algo se lo impedía, no era el orgullo ya perdido, era la vergüenza. Llegó a un claro del bosque y encontró un laguito; logró llegar a él, rendido del cansancio, y al meter la cabeza en el agua, se levantó y grito:
- ¡Dios mío, no me has abandonado, he visto en el agua el rostro de Cristo, Señor!
Salió dando gritos y alaridos que fueron escuchados por el lanchero que traía a su novia. Fue rescatado. Estando hospitalizado recibió la visita de su familia y al verlo su sobrina exclamó:
- ¡Tío, así de quemado, peludo y barbado, estás igualito al Sagrado Corazón de Jesús, que vi en un almanaque!
Fin.
Año Rural es un cuento del escritor José Jair Nieto González © Todos los derechos reservados.
Sobre José Jair Nieto González
José Jair Nieto González nació el 15 de marzo de 1947 en Armenia, en el departamento de Quindío en Colombia. Jair estudió en Sevilla y Cali, ambos del departamento de Valle del Cauca.
Es tecnólogo del Sena Colombiano y trabajó 35 años en una empresa privada. Actualmente es pensionado.
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