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Cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

Hola, me llamo Felipe, tengo dieciséis años y no recuerdo más de mi vida.

No recuerdo nada de ayer y para atrás, no sé nada de mí ni qué hago aquí, tampoco soy alguien de muchos amigos, ni tampoco hay gente que me llame la atención… o al menos eso pensaba.

Conocí a una niña el otro día, su nombre es Anadla. Es pequeña apenas tiene siete años. Tiene ojos redondos y negros como de un conejo. La he visto las últimas semanas sentada en una banca frente al rio mirando hacia arriba y hablando sola. Siempre que salgo a pasear a la plaza frente al rio, ella esta ahí con su libreta… quiero saber que escribe. Teniendo siete años no puede haber mucho para escribir.

El otro día pase por ahí y ahí estaba con su vestido negro de siempre y miraba hacia arriba hablando.

La curiosidad no me dio para más y me le acerqué.

-¡Hola! – me agaché frente a ella, para que me viera y no me ignorara.

Ella no me vio al parecer, seguía mirando hacia arriba y dijo algo que me llamó la atención:»¿Por qué estas ahí y yo acá?»»¿Por qué no te acercas por un ratito?»

No tenía ni idea de a quién hablaba o a lo que se refería. Agité mi mano frente a su cara y le sonreí… qué extraño yo no soy así.

-Hey! niña ¿me ves?

Bajó la mirada y se sorprendió al verme, como si nadie le hubiera hablado antes… creo que sería comprensible, no todos los días un chico se le acerca a hablarle. Solo me dijo su nombre «Anadla».

Me senté a su lado y mientras ella miraba hacia arriba le eche una ojeada a su cuaderno. Había cosas muy raras, decía «7 de julio» y «aún no se acerca» no creí que fuese una fecha importante ni nada, además hoy es 8 de julio.

Luego comenzó a hablar hacia la nada, como si se hubiera olvidado de mi: «¿Acaso me escuchas?» No creo que sea buena idea preguntarle de lo que habla, es una niña, fue entonces cuando pensé un poco más y le pregunte:

-¿Y tu mamá?

-Trabaja.

-Si, pero sabes que vienes aquí ¿Cierto?

-No, vengo cuando no está.

Todos los días a esa hora voy a la plaza para asegurarme de que no le suceda nada.

Ya pasó mucho tiempo, pasó el verano y ya estamos en julio y normalmente sigue llevando su vestido negro. Cuando hace frío se pone medias de lana, botas y un abrigo negro y cuando hace calor solo usa su vestido, un sombrero y zapatitos, como de escuela.

Hoy vestía de blanco, me sorprendió mucho, entonces le pregunte:

-Hola Anadla ¿qué haces?

-Tengo que irme, ¿me acompañas?

-Si, pero ¿a dónde?

Me hablo de un funeral al que debía ir, íbamos de la mano, durante el camino continuaba hablando a la nada «¿Lo sabes verdad?», llegamos al cementerio pero no se veía señas de un entierro ni nada así. Me llevó por el cementerio hasta llegar a una tumba un poco alejada.

Al fin sé lo que leí en su cuaderno «7 de julio» hoy es esa fecha y en la lapida dice «7 de julio»

-Llegamos.

Al fin entiendo todo, las cosas no pasan por casualidad decía mi madre… Aunque hace tiempo no la veía, es más no recuerdo haberla visto. En la lapida decía » Felipe Ramírez. 16/08/1998 – 07/07/2014. Hijo, Hermano y Amigo»

Anadla apretó mi mano muy fuerte, cuando la miré estaba llorando desconsoladamente, me agaché, la miré y le dije «ahora lo entiendo, te quiero hermanita» la abracé con todas mis fuerza, le sequé las lagrimas y le dije «prometo cuidarte siempre», la volví a abrazar y creo yo que ya estoy en el cielo. Seguí cuidando de mi hermana desde ese día, me alegra el alma que siga pensando en mi aunque ahora ya no está sola y no va todo el tiempo a la plaza a quedarse sola, pero eso si cuando va me habla de su día sonríe me deja una flor en la banca y se retira.

Fallecí ahogado en ese rio, me había caído del puente, hacía mucho frío. Tuve que vivir un año sin saber nada para saberlo.

Fin
Cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

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