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Por Raúl Rustan. Cuentos infantiles largos

Una noche mágica en el Mundo del Sur es la historia de Juancito, un niño de 10 años que sin saberlo está por conocer un mundo lleno de magia y encanto, pero ¡cuidado!, el mal está por aparecer. Es un cuento del escritor Raúl Rustan con aventuras para los más pequeños.

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Una noche mágica en el Mundo del Sur

Una noche mágica en el Mundo del Sur - Cuento

El reloj ya estaba por dar las 22 horas y Emilia la madre de Juancito le dijo:

– «Juanci ya son casi las diez, hora de dormir».

Al oír a su madre, Juancito se estremeció sin saber bien porqué, siempre había algo que lo inquietaba a la hora de ir a la cama. Pero como era su costumbre, le hizo caso a su mamá y primero fue al baño, donde se cepilló los dientes, luego ya en su habitación se puso el pijama y se acomodó en su cama. Al instante entró su madre para darle el beso de las buenas noches, Juancito aprovechó para decirle:

– «¡Mami no apagues la luz!»

– «Pero Juanci» -dijo la mamá,- «tenés diez años ¿no tendrás miedo a la oscuridad, o si?».

– «No mami, solo le tengo miedo a las sombras que aparecen en la pared» –dijo Juancito en vos baja.

– «¿Cuáles sombras Juanci? Son solo sombras que se reflejan de los árboles del jardín» –le dijo su madre.

La mamá de Juancito le dio otro beso, apagó la luz y se fue de la habitación.

El niño estaba tapado hasta la nariz, sólo sus grandes ojos miraban hacia la pared del cuarto, desde su ventana se filtraba la luz de la luna, y esta pegaba fuerte contra la pared del cuarto, formando un bello manto blanco.

Juancito estaba un poco inquieto y no podía dormir, cuando estuvo a punto de cerrar los ojos, un destello negro en la pared lo sobresaltó; pensó que era la sombra de una rama del árbol del jardín haciendo sombra en la pared, pero de repente la sombra reapareció y esta vez para quedarse y formar una figura muy extraña, pero nada parecida a una rama de un árbol.

La sombra estaba inmóvil parecía la figura de una personita de 1 metro de estatura algo barrigón, y se notaba que traía un enorme sombrero. De repente la sombra saludó con la mano, haciendo un dibujo en la pared, Juancito a esa altura tenía mucho miedo, pero siguió tapado hasta la nariz. La sombra extendió un brazo y con su dedo escribió en la pared una palabra: HOLA.

Juancito no podía creer lo que estaba sucediendo, pensaba, «estaré soñando»; entonces tomó coraje y dijo despacito:

– «Hola».

La sombra ahora escribió en la pared:

– ¿CÓMO TE LLAMAS?

– «Juancito» -dijo el niño con mucho miedo.

– TENES MIEDO –escribió la sombra.

– «SI» –respondió el niño.

– ¿POR QUÉ? –volvió a preguntar la misteriosa figura.

– «Porque sí» –dijo sin saber que responder el niño.

– ENTONCES ME VOY PORQUE NO QUIERO ASUSTARTE –escribió la sombra.

Cada vez que esa misteriosa figura terminaba de escribir algo en la pared, y Juancito lo leía, misteriosamente se desvanecían las palabras.

– «No, ya no tengo miedo» –dijo el niño.

Cuando terminó de decir eso, la sombra dibujó una puerta en la pared, y escribió en ella.

ME LLAMO KRIPO SOY UN ELFO Y UN BUEN MAGO DEL MUNDO DEL SUR, TE VINE A BUSCAR PORQUE LA BRUJA BUENA ME DIJO QUE VOS NOS PODRÍAS AYUDAR A RECUPERAR A NUESTRA HADA, LA BRUJA MALVADA LLAMADA NEFASTA LA TIENE ESCONDIDA EN SU CASTILLO.

El niño terminó de leer lo que Kripo había escrito y no podía creer lo que estaba pasando, sólo pudo responder:

– «Pero soy solo un niño chiquito».

–SI –respondió la sombra –PERO EN MI MUNDO PUEDES SER MUY GRANDE Y FUERTE.

– «Espera un minuto» –dijo Juancito.

El pequeño se levantó de la cama y prendió la luz de su velador, pero en ese momento la figura había desaparecido de la pared.

– «Uy» –exclamó el nene.

Apagó la luz del velador y la sombra volvió a su lugar.

Haciendo burlas y morisquetas todo sin pronunciar sonido alguno, la figura extraña jugaba haciendo figuras en la pared, mientras Juancito se apropiaba a conseguir su vestimenta.

Juancito se puso su ropa deportiva, unos botines con tapones de acero que usaba en Rugby, unas rodilleras, un casquito protector en la cabeza, luego se acercó con un poco de miedo a la pared, cuando estuvo lo suficientemente cerca dijo:

– «Y ¿ahora que?».

En ese momento Kripo señaló la puerta.

El niño con temor acercó la mano al picaporte y cuando lo tocó la puerta comenzó a abrirse.

Juancito retrocedió y observó la luz intensa que salía de ella, casi no lo dejaba abrir los ojos, cuando éstos se acostumbraron a la luz, el pequeño pudo ver un bosque muy verde detrás de la puerta con muchas flores de colores; en ese momento y de repente apareció la figura de Kripo, ahora en todo su esplendor y a colores intensos, era un duende o elfo como otros llaman, bajito, que usaba botitas negras, unos pantaloncitos verdes muy cortos y una camisa blanca bordada con flores, su cara era muy gordita con grandes ojos azules y orejas en punta, traía el enorme sombrero que Juancito había visto en la pared.

Kripo le hizo señas para que entre por la puerta, el niño comenzó a caminar, luego metió un pie por la puerta mágica y siguió con su pierna, entró hasta pasar todo su cuerpo. Ahora se encontraba del otro lado de la puerta en un bosque hermoso e iluminado por dos soles, uno grande y uno pequeño que estaba debajo, la hierba era de color verde intenso y muy suave, todo tenía mucho color y emanaba alegría por todos lados.

– «Hola, hola» –gritó Kripo sonriendo y saludando al niño.

– «Hola soy Juancito,» -si si, ya lo sé dijo el duende y no paraba de reír.

– «Pero, ¿qué lugar es éste?» -preguntó Juancito.

– «Es el Mundo Mágico del Sur» -le dijo Kripo.

– «Pero, ¿dónde queda?» –extrañado le preguntó.

– «Al sur de tu cama jaja jaja jaja» -reía el elfo.

– «¿Al sur de mi cama?» -preguntó el niño.

– «Claro…» -respondió Kripo.- «Cuando te acuestas, tu cabeza ¿hacia adónde apunta?

– «Hacia el norte» –dijo Juancito.

– «¿Y tus pies?» –preguntó el duende.

– «Mmm, hacia el Sur» –dijo el pequeño.

– «Ja ja jaja viste, hacia el sur por eso se llama El Mundo Mágico del Sur«.

Juancito estaba hablando con el duende pero no perdía tiempo y sus ojitos no paraban de mirar todo a su alrededor, nada era normal, las flores parecían bailar con el viento, los pequeños conejitos que pasaban por el lugar paraban para mirar al niño y reían, los árboles tenían ojos y también reían, todo era tan diferente a lo que él conocía.

En ese momento el árbol que tenía justo delante del niño extendió una rama y arrojó volando a un pequeño elfo que cayó cerca del niño.

– «Ay ay» –gritó el pequeño duende.

– «Uffff Krentin ven para que te presente a nuestro amigo» –dijo Kripo.

El pequeño duende se acercó dando tumbos y cuando llegó hasta el niño le dijo –»hola» y le extendió la mano.

El pequeño se la dio y notó que tenía una mano muy pequeña y suave.

– «Me llamo Krentin y soy aprendiz de mago» –dijo el pequeño elfo.

– «Si Si Krentin,» -replicó Kripo,- «todavía te falta mucho para ser mago. jajaja» -reían los dos elfos como locos.

El niño aún no salía de su asombro cuando miró hacia el este y vio que el bosque empezaba a perder color, todo en ese lado era más triste y gris, entonces preguntó a los duendes:

– «¿Por qué ese lado es tan feo y gris?».

– «Porque Nefasta, la bruja, quiere ser la reina y gobernar en las sombras. Tiene en su castillo encerrada a nuestra hada creadora de la luz del Mundo».

– «¿Un hada?» –preguntó Juancito.

– «Si, y necesitamos que nos ayudes a rescatarla» –le dijo Kripo.

– «¿Tienen armas?» –preguntó el niño.

– «No, pero te tenemos a vos» –dijeron los dos duendes.

Juancito los miró con temor y les dijo:

– «Quiero irme a casa».

Los duendes dejaron de reír y sus caritas comenzaron a ponerse tristes.

– «Bueno», -dijo Kripo– «ven, te llevaré a la puerta».

Comenzaron a caminar y Juancito se sentía culpable y al mismo tiempo estaba enojado por sentir miedo.

El niño puso su mano en el hombro de Kripo deteniendo su paso y le dijo:

– «Si ustedes me ayudan, yo me quedo».

– «Siiiii» -gritaron los Elfos entusiasmados.

– «¡Viva Juancito!, ¡viva Juancito!» -gritaban mientras hacían una ronda alrededor del niño.

– «¿Ustedes tienen algún poder?» –preguntó el niño.

– «En tu mundo si,» -respondió Kripo,- «tenemos el poder de controlar y crear sombras. Pero aquí sólo tenemos nuestras varitas para hacer pequeños trucos».

– «Yo no tengo ningún poder» -dijo el niño.

– «Sabemos que no tienes poder en tu mundo, pero aquí Si» –contestaron los singulares amiguitos.

– «Y, ¿cuál poder tengo?» –preguntó Juancito.

– «No lo sabemos, eso habrá que descubrirlo cuando llegue el momento» –contestó Kripo.

El niño quedó un poco preocupado, pensaba en la bruja malvada y en como la iban a enfrentar.

– «Y ustedes ¿saben que poderes tiene Nefasta?» –preguntó el niño.

– «Si te toca con su varita, ella te puede quitar la felicidad y dejarte con el corazón triste» –dijeron los duendes.

Juancito no dejaba de pensar en la bruja y se sentía muy pequeño y débil para enfrentarla, sentía mucho miedo.

Empezaron a caminar en dirección al castillo de Nefasta, y todos los árboles de los alrededores los saludaron dándoles gritos de apoyo, agitaban sus ramas, y todos los animalitos corrieron a despedir a los tres pequeños.

Mientras caminaban hacia el castillo, Krentin no dejaba de alardear acerca de sus poderes.

– «Juancito, ¿quieres que te muestre lo que puedo hacer con mi varita?» –le decía Krentin.

– «Bueno» –dijo el pequeño niño.

El pequeño Elfo sacó la varita y la agitó en el aire, de repente una lluvia de estrellas cayó sobre él, despojando al pequeño Elfo de sus pantaloncitos, dejó exhibir unos hermosos calzoncillos rojos con corazones blancos.

– «Je Je Je» –reían a carcajadas.

– «Te dije que no eres mago todavía, guarda esa varita» –le gritó Kripo.

Juancito no pudo contener la risa y rio mucho también al ver al pequeño duende en ropa interior.
Kripo agitó su varita y en un segundo Krentin tenía unos pantaloncillos nuevos.

A medida que se iban acercando al castillo, todo el paisaje se volvía más y más gris, la tristeza se iba apoderando del bosque. Ahora ya podían ver el castillo en la colina, era una fortaleza negra y escalofriante, donde no crecía el césped, no había color, todo era gris y negro.

Los Elfos ya no reían, y en sus ojos se notaba el miedo, pero por raro que parezca Juancito estaba tranquilo y no sabía porqué. Los Elfos notaron eso y siguieron caminando con cuidado y con los ojos muy abiertos por lo que se pudieran aparecer.

– «¿Y como vamos a rescatarla?» -preguntó el niño.

– «Dicen que la tiene en un sótano» -respondió el menor de los Elfos.

Lentamente siguieron su marcha hasta que llegaron a las paredes del castillo, el viento había cambiado y ahora el frío invadía los alrededores, no se oían pájaros, no había flores, todo era árido, estaban en los dominios de la malvada.

Se encontraron con una gran puerta de hierro y madera ante ellos, no podían entrar por ahí porque Nefasta los descubriría, siguieron caminando rodeando el castillo y encontraron un hueco pequeño en una de las paredes, los tres aventureros entraron en silencio.

Todo era viejo y estaba impregnado de humedad.

De las paredes colgaban cuadros antiguos de la familia de Nefasta en ninguno de los cuadros se podían apreciar los rostros de las personas, habían sido cortados con algo filoso, todo estaba cubierto por el polvo de los años, daba la impresión de estar en una casa abandonada, a lo lejos se escuchó una risa diabólica, no quedaba duda alguna, Nefasta estaba cerca.

Los tres pequeños se apresuraron a buscar a Angélica, pero de repente y sin darse cuenta Krentin tiró con su brazo un jarrón y este fue a dar contra el suelo rompiéndose en mil pedazos y haciendo un ruido estrepitoso.

Ahora la risa de Nefasta dejó de escucharse.

– «Creo que estamos en problemas» -dijo Kripo.

– «¿Y qué hacemos?» –preguntó Juancito.

– «Todos a esconderse» –exclamó Kripo.

Kripo se escondió debajo de un mueble antiguo, Krentin se ocultó detrás de un gran sillón, y Juancito debajo de la mesa, ya que de la misma colgaba un mantel y lo ocultaba perfectamente, todos en silencio aguardaban lo peor, la llegada de Nefasta.

Se escucharon pasos, se hacían cada vez más fuertes, por la puerta se vio la silueta delgada de una mujer, que tenía un cabello muy negro y largo, sus brazos eran huesudos y traía un vestido largo que le hacía juego con un sombrero en punta. Su rostro era muy pálido y sus ojos tenían una mirada siniestra.

El niño pudo mirarla desde donde se encontraba, era la mujer más horrible que Juancito había visto en su vida, quiso llorar pero se contuvo, sabía que si la bruja los descubría ese sería su fin.

Nefasta empezó a olfatear el aire como lo hace un animal en busca de su presa.

– «Mm que raro huele aquí…» -dijo Nefasta.

– «Huele a niño ja ja. Imposible, a qué niño se le ocurriría venir a mi casita jajaja, que bien huele, ideal para comerlo en la cena, Jajaja» -reía la bruja, mientras daba media vuelta y se alejaba del lugar.

Los tres pequeños respiraron aliviados.

– «Vamos, sigamos buscando a Angélica que quiero irme de este horrible lugar» –dijo Juancito todo alterado y nervioso.

En ese momento una luz azul se apareció delante de los tres y una figura de mujer se reveló antes ellos,

– «Es la bruja buena» -dijo Krentin.

– «Siempre me llamas bruja, ¿porqué no me llamas por mi nombre o no lo recuerdas?».

– «Si Evelyn, lo recuerdo» -le dijo el Elfo.

– «¿Evelyn que haces aquí?» -le preguntó Kripo.

Vengo a avisarles que Angélica está en el sótano, vayan por la puerta que está delante de ustedes pero tengan cuidado hay una bestia malvada cuidando a nuestra hada, y yo no los puedo ayudar porque dentro del castillo no tengo poderes.

La idea de una criatura cuidando la celda, sobresaltó a los tres pequeños héroes.

Delante de ellos estaba la puerta en cuestión, tenía un cerrojo y estaba bien cerrada.

– «¿Cómo la abriremos?» -dijo Juancito.

– «¿Alguien tiene alguna llave?» -preguntó Kripo.

Todos metieron sus manos en sus bolsillos y sólo Juancito sacó una pequeña, una muy diminuta llave.

– «Esta es la llave de mi alcancía, donde guardo mis monedas».

– «Pruébala» -susurró Krentin.

El niño acercó la llave al cerrojo, y ésta encajó perfectamente en ella, luego giró y los tres empezaron a empujarla suavemente, la puerta comenzó a abrirse muy despacio.

Una escalera iluminada con dos antorchas era todo lo que podían encontrar en el lugar, era el camino que los conduciría a los héroes hacia Angélica.

Empezaron a bajar lentamente, el lugar no era para nada bonito, todo era lúgubre y húmedo, ahora podían ver dónde terminaba su viaje, abajo, justo en el último escalón, como centinela, una enorme serpiente se encontraba enrollada amenazante.

– «Miren eso» -dijo Juancito.

– «¿Qué haremos?» -preguntó Krentin.

Juancito como hipnotizado bajaba la escalera escalón por escalón.

Se acercaba cada vez más a la serpiente, los dos Elfos no lo pudieron detener y ahora el niño se encontraba a unos pasos de la criatura.

– «Juancito, regresa aquí» -decían los dos duendes.

Pero el niño parecía no escuchar nada, cuando faltaba un escalón estiró su mano hacia el reptil y este se echó hacia atrás para tomar envión y atacar al muchacho, pero un segundo después la serpiente se quedó inmóvil, el niño acarició al reptil y éste se abrazó al brazo de Juancito.

Kripo y Krentin no podían creer lo que veían sus ojos, y los dos dijeron al unísono:

– «Es el poder de Juancito, ese es el poder de Juancito«.

La serpiente se enroscó en el cuello del niño y ahora Juancito les habló a los Elfos:

– «Ya pueden bajar, no tengan miedo».

Los dos pequeños bajaron y cuando llegaron hasta Juancito éste les dijo:

– «Se llama Kara y es la serpiente guardiana, pero ahora es nuestra amiga».

Kripo y Krentin se animaron a tocar al reptil y éste les respondió su saludo con dos movimientos de su cabeza.

Ahora podían ver la puerta donde estaba Angélica encarcelada. Era una puerta sin cerradura, sin portillo, se preguntaban todos ¿Cómo iban a entrar?

El niño apoyó su mano en la puerta y unas pequeñas y fugaces estrellas chocaron contra la madera que comenzó a crujir suavemente, ahora Juancito con sus poderes ocultos estaba abriendo esa enorme puerta.

Adentro estaba Angélica encadenada.

Era una hermosa hada, de largo cabellos dorados, vestía con un hermoso vestido blanco y tenía dos alitas muy transparentes en su espalda.

– «¡Vinieron a rescatarme!» -exclamó Angélica.

– «Si» -dijo Juancito.

– «Pero tengan cuidado, Nefasta está cerca, puedo sentir su maldad» –manifestó ella.

Los dos Elfos ya habían sacado sus varitas y las agitaron dos veces diciendo unas palabras:

– «Minerva abre, Minerva ya, y las cadenas que contenían a Angélica se rompieron».

– «Gracias -dijo ella.- «Ahora salgamos de aquí cuanto antes».

Pero no había terminado de decir esas palabras, cuando escucharon la risa malvada, al darse vuelta la figura horrible de Nefasta estaba bloqueando la puerta, mientras sostenía su negra varita en la mano derecha.

– «Jaja ¿adonde piensan ir?» -dijo la bruja.

Nadie contestó.

La bruja levantó la varita amenazando a todos, pero Juancito se abalanzó hacia Nefasta y la abrazó.

Nefasta se puso colorada y empezó a chillar.

– «Me quema, me quema» -decía la bruja.

Juancito no la soltaba.

De repente Nefasta comenzó a chillar más fuerte y un humo negro se empezó a desprender de ella.

Juancito la soltó y corrió hasta donde estaban sus amigos.

La bruja se estaba consumiendo en cenizas, igual que un vampiro expuesto al sol.

Lo último que Nefasta dijo fue:

– «Volveré».

Y luego desapareció.

Todos estaban muy contentos, pero no por eso menos apresurados, iban caminando rápido hacia la salida del castillo, mientras con sus ojitos miraban para todos los alrededores.

Ahora ya estaban por salir del castillo, primero salió Krentin, seguido de Kripo, luego Angélica que iba volando y por último Juancito, justo antes de que Juancito saliera del castillo se dio media vuelta porque creyó oír como una risa lejana, miró, pero no vio nada, sólo dijo antes de salir:

– «Hasta pronto Nefasta«.

Angélica no tenía poderes dentro del castillo de Nefasta, pero fuera de él si.

Juntó a los tres héroes y les dijo:

– «Muchas gracias por arriesgarse en venir a salvarme, nunca olvidaré vuestro gesto y en recompensa les daré un poder especial a cada uno».

– «Tú Kripo, serás nombrado Rey Mago de las Sombras y podrás controlar a voluntad todas las sombras dándoles poder y vida».

– «Krentin tu ahora podrás ser el mago que siempre quisiste».

– «Y Juancito, a ti te regalaré algo especial, a partir de este momento Juancito te nombre protector del Mundo Mágico del Sur y te otorgo el poder de la invisibilidad».

– «Ahora volvamos a casa» –dijo Angélica.

Movió su varita y los 4 empezaron a elevarse por el aire, ahora estaban volando como pájaros y regresando al bosque encantado.

Pero antes de seguir, Angélica se dio vuelta mirando el triste paisaje del castillo y dijo:

– «Vegetar arboreoum».

Y miles de estrellas se desprendieron de sus alas.

Todo lo que antes era gris comenzó a cambiar y tomar color, la hierba creció, los árboles ya tenían hojas y frutos, las flores bailaban con el viento y ya se aproximaban los pájaros que venían volando a lo lejos.

Todos gritaron de alegría.

En ese momento Juancito se despertó sobresaltado y se incorporó, estaba con su pijama y se puso triste al pensar que había tenido sólo un sueño.

Luego entró la madre a su cuarto y le dijo:

– «Juancito, ¿por qué pintaste esa pared?»

Juancito con el corazón acelerado vio dibujado en la pared una hermosa flor con sombrero. Y se dio cuenta de lo que pasaba.

Fin.

Una noche mágica en el Mundo del Sur es un cuento del escritor Raúl Rustan © Todos los derechos reservados.

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