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Cuento infantil sobre las tortugas sugerido para niños a partir de ocho años.

Patitas se contempla en el espejo admirando su extraña belleza, busca su mejor pose, porque está decidida a conquistar a una tortuga macho a quien llaman Patotas. Por la noche es su cita, pero antes quiere ir al spa, para hacerse algunos retoques y lucir fantástica:

– ¡Mi caparazón luce un poco oscuro, debe ser por tantos baños de sol, voy a pintarlo con amarillo fosforescente, naranja, fucsia y turquesa! – exclamó.

Luego, se pone a observar sus redondos ojos:

– ¡Creo que están muy negros, me pondré lentes de contacto azul violeta, para que hagan juego con mi caparazón multicolor! – afirmó.

Cuando estuvo a punto de salir al spa de los animales, se percata en el espejo, que su cuello luce muy arrugado:

– ¡Con crema hidratante quedará terso! – señaló.

Siguió observándose y se dio cuenta que sus patas amarillas parecían callosas.

– ¡Con una pedicure quedarán como nuevas! – asintió.

– ¡Ahora sí, quedaré como la tortuga motelo más guapa! – exclamó con aires de reina, imaginándose cómo podría lucir.

Se coloca su sombrero de paja y un poco de bloqueador en el caparazón, y con pasos firmes va en busca de su sueño.

El viaje es largo y difícil, Patitas, la de las patas cortas, mira el horizonte, contempla el camino a recorrer y suspira profundamente:

– ¡Vaya, sí que está lejos!

Los pasos de Patitas son pesados y lentos, pareciera que nunca fuera a llegar a su destino, durante este trayecto, corre por el suelo la chicharra rara que dicen está chiflada:

– ¡Chihuá, chihuá, chihuá! –chirría estruendosamente- ¿A dónde vas con tanta velocidad? – preguntó sarcásticamente.

– Me voy al spa de la Mona Lina – le contestó.

– ¡Chihuá, chihuá, chihuá! Deberías cortar camino por acá,- le señaló la izquierda del verde campo levantando una de sus alas – ¡Pronto anochecerá y el tiempo te ganará!- advirtió la chicharra a viva voz.

– ¡No creo que sea por acá, prefiero ir por allá!- dijo Patitas señalando con su cabeza.

– ¡Chihuá, chihuá, chihuá! Te vas a llevar un chasco, tendrás que andar por lo menos ocho kms., lo que significa que a la velocidad que vas matemáticamente hablando si apenas cinco metros avanzas en ocho minutos demorarás por lo menos veintidós largas horas sin parar de caminar! ¡Casi un día entero! – dijo La chicharra mientras se alejaba del lugar.

Patitas, decidió no hacer caso a la chicharra y prosiguió andando lentamente:

– ¡Si la chicharra es chiflada, entonces equivocada está! – pensó. Pero, le asaltó la duda:

Si no llego a tiempo: ¡Adiós cambio de look! ¡Adiós cita! – se dijo Patitas desilusionada. -¡Eso sí que sería una gran metida de pata!

Fue así, que sin darse cuenta fue atardeciendo y sus patitas ya no podían andar más, entonces se puso a llorar:

– ¡Piti, piti, paa, piti, piti, paaa!

De pronto, Azul, una mariposa sedienta, se aproximó y bebió sus lágrimas:

– ¡Patitas!- le dijo con voz firme y aguda – ¡Deja de llorar! Ya sabes, como dice el refrán: “No hay bien, que por mal no irse”.

Patitas, la observó y lloró aún con más fuerza

– ¡Piti. Piti, paa, PITI¨; PITI; Paaa

– ¡No!, no quise decir eso, es al revés, aunque el orden de los factores no altera el producto, casi da lo mismo: “ No hay mal, que por bien no venga!

– Ahora déjame ayudarte, que tengo muchas buenas ideas.

– Patitas pa tras, pa tras, pa tras , Azul pa delante, pa delante, pa delante – dijo avanzando tratando de imponer su pequeña presencia-

– Escúchame con mucha atención- Y revoloteando sobre Patitas fue dando vueltas sin parar de hablar.

– Si tus patas no funcionan rápido, entonces hay que usar la tecnología de avanzada, estamos en pleno siglo XXI y no puede ser que una tortuga como tú no llegue a tiempo, ¡podemos conseguir una patineta voladora!

– ¿Queé…una patineta voladora? ¿En serio? – preguntó asombrada Patitas.

– ¡Pues ni que fuera broma! – Pronunció mariposa Azul.

– Lo dudo mucho, eso solo existe en los cuentos ¡Ah si tan solo me operara el sajino cirujano!, con patas de conejo podría llegar de salto en salto –aseveró Patitas.

– Ni por un instante se te ocurra, cada cual con lo suyo. – Mencionó mariposa Azul.

– Así es que a ponernos en marcha, para buscar a la marioneta de lata del árbol de la suerte.

– ¿Acaso existe el árbol de la suerte?- preguntó incrédula Patitas

– Así es, el árbol de la suerte o al que también llaman el árbol que camina. Hay que buscarlo de inmediato, tal vez ya se fue a andar.

Felizmente el árbol poco caminó y se hallaba cerca de donde estaban, Azul vio a la marioneta de lata colgada con los finos hilos de seda de una tarántula y fue entonces que le dijo a Patitas, vamos a llamarla al ritmo de su canción:

– ¡Lata, ta, ta, tum, lata, tum, ta, ta, lata, tum, ta, ta!

Fue así que cantaron y a la tercera vez, la marioneta que se hallaba inmóvil comenzó a bailar en su patineta violeta junto a la tarántula Tarantela:

– Bailen y canten y la patineta voladora las llevará a donde quieran– dijo la marioneta.-

Y en un abrir y cerrar de ojos la patineta fue creciendo de tamaño junto a la marioneta y se acercó hacia donde estaba Patitas y Azul para conducirlas a la velocidad de una montaña rusa en un viaje zigzagueante por en medio de las hojas de árboles tan altos como la Wimba y la Lupuna mientras seguían cantando con susto cada vez más pronunciado: ¡Lata, ta, ta, tum, lata, ta, ta, lata, tum, ta, ta!

Patitas abría sus ojos de asombro, mientras Azul se tambaleaba de un lado a otro en su caparazón tratando de guardar el equilibrio, pero faltaba más que dejaran de cantar yyyy:

Fueron cayendo de rama en rama hasta llegar al ansiado SPA.

– -¡Pata TÚsss! – resonó estruendosamente mientras que Patitas cayó patitas para arriba.

– La marioneta dijo: ¡Excelente caída fulminante y aparatosa! – movió sus cuerdas mágicas para cambiar de posición a Patitas y desapareció junto a la patineta.

– Las dos amigas estaban con la cabeza dando vueltas y vaya que el dolor les cobró factura.

Ambas llegaron hechas un andrajo, las antenas de Azul estaban requetecruzadas, y Patitas con un buen chinchón en la parte superior de la cabeza, pero ambas felices de que al chocarse encontraron el SPA esperado.

-¡Azul, hemos llegado! – dijo emocionada Patitas.

-¡Sí, lo hicimos! ¡Vaya sí que hemos quedado divinas, creo que ya no necesitas el spa ¡– dijo sonriendo acomodando sus antenas.

– No te lo tomes a pecho pero… como decía alguien: “La vanidad es arena movediza.”

-Adiós Patitas, para mí basta por hoy de aventuras, me voy a descansar- dijo – mientras alzó vuelo despidiéndose de su amiga

Patitas quedó un poco triste de verla partir y ciertamente se cuestionó a qué se refería con lo que dijo: ¿Quién sería vanidad? Además no se toparon con ninguna arena movediza, apenas cerca había un charquito de agua que brillaba por el reflejo de la luna que se asomaba tímidamente y allí Patitas se contempló nuevamente y pudo distinguir una ondulada creciente en la parte superior de su cabeza de un color rojo vivaz. Se restregó los ojos por si estuviese viendo mal, pero sin lugar a dudas había un bulto extraño que parecía cambiar de color rápidamente a morado. No lo podía creer:

– ¿Qué haré? ¡Mi sombrero lo perdí, con el viento! Ya sé, tal vez con un poco de maquillaje no se note – dijo entusiasmada.

Iba anocheciendo y al parecer la oscuridad se presentaba poco amigable, inesperadamente el tiempo cambió de humor, empezó una larga lluvia acompañada de truenos, viento y frío aterrador.

Patitas primero, escondió su cabeza en el caparazón, segundo, encogió sus patas lo más que pudo y tercero, se escondió bajo una madriguera.

-¡Acá estaré abrigada! – Se dijo convencida en su refugio.

Pero cuando ya estaba lista para dormir un estornudo bien fornido dio:

– ¡Achiufff!

Y luego otro más agudo:

– ¡AchIIIIufff!

… otro extremadamente grave y seco:

– ¡AAAchiuf!

Cuando creyó que ya se le acabaron los estornudos y que iba a descansar plácidamente, una carraspera no le dejaba en paz:

– ¡Ajjjjk, aaaajk, ajk!

Cuando creyó que ya se le acabaron las carrasperas y que iba a descansar plácidamente, fue entonces que una tosecita le apareció:

– ¡Ajaum, Jaum, ajuam, jam!

Cuando creyó que la tos se le había acabado y que ya iba por fin sus ojos descansar, fue entonces que vino lo peor. Empezó a sentirse enferma, no conseguía respirar bien, sus bronquios estaban muy agitados y empezaron a sonar melodías sibilantes, cada vez más aceleradas.

-¡Chujuluiaj ajaummm grrrr achiufff, chujuliajjj ajaummm, grrr achiufff!

– Ahora ¿Cómo sanaré antes de mi cita? – pensaba preocupada luciendo ojerosa, moreteada y agotada.

Un clan de murciélagos vampiros colgados de cabeza en un árbol de aguaje inmediatamente emitió un chillido ultrasónico que los hizo sobregirar en círculo sobre la madriguera:

– ¡Con una muestra de tu sangre te sentirás mejor! -Dijo uno – ¡Así es que una mordida no te caería nada mal! -Dijo otro-¡Lo hacemos en el acto y se analiza en el hospital! – Dijeron a coro y con eco.

– ¡Pero ajaum, jaum ajumam, jam! – respondió Patitas sin terminar de hablar saliendo lentamente de la madriguera.

Fue entonces que llegó Lina, la mona maquisapa, dueña del SPA brincando de inmediato a ver qué sucedía:

– ¡Patitas que sorpresa!, ¿Que te ocurrió? uh, ah, ah, uh, ah, ah, ah – le preguntó rascándose la cabeza.

– Estoy enferma y fea ¡Pitipitipa, pitipitipa, ajaum, jaum, ajuam, jam! – contestó Patitas llorando y tosiendo.

– ¡Uh, ah, ah, ah! Entonces vamos al hospital, crucemos el lago, uh, ah, ah, ah, ah – dijo la mona Lina. Los murciélagos vampiros como buenos guías nocturnos señalizaron el camino a seguir y las luciérnagas les alumbraron la ruta.

Lina sujeta un arnés al caparazón de Patitas, para lanzarla de liana en liana, mientras va saltando ágilmente. Toda la manada de maquisapas, monos choros y capuchinos salen a su encuentro para ayudar a balancearla hasta llegar a las orillas del lago. Finalmente, al llegar al último árbol simulan con sus cuerpos una escalera para que Patitas pueda lograr bajar. Un poco mareada, pero aun respirando se detiene a observar el hermoso lago.

– Lina le preguntó: ¿Cómo te sientes?

Y Patitas respondió delirando:

– ¡Entre nubes!

Lina avista un kayak y lentamente se dirigen a éste, suben y se acomodan. Patitas se coloca hacia un extremo y Lina en el otro, al ver que no equilibraban su peso, deciden entonces invertir la posición, pero pasa casi lo mismo, finalmente, Patitas se coloca en medio del kayak y Lina encima del caparazón y rema que te rema, aunque no con mucha facilidad.

Lina un poco cansada de remar, se adormece, y en una pequeña cabeceada deja caer el remo. Patitas mueve su caparazón para despertarla, tose fuertemente, pero Lina sigue durmiendo.

-¡Lina, despierta!! Ajaum, jaum ajumam, jam! ¡Los remos se han perdido! ¡Auxilio! ¡Socorro! – Gritó Patitas de forma temblorosa.

De pronto, apareció un caimán de ocho pies de largo, que sigiloso se acercó:

-¡Carambolas! Veo que no llegarán a su destino – dijo con voz estruendosa.

Patitas le respondió tartamudeando paralizada de miedo:

-Sr. Cai caimán, qué sor – sorpresa presa, no nos haga sus pre sas sas, no nos co -ma ma, necesitamos ir al hospital –me siento fa tal tal, se me va el aire re y si no me atienden me pondré pe orrrr! ajaum, jaum ajumam, jam.

-¿Estás suponiendo que las comeré? Je, je, je – rió el caimán, felizmente tienen suerte, no me gusta comer carne de tortuga asmática, ni tampoco a las monas dormilonas y delgadas.

-¡Mejor será que suban a mi lomo , yo les haré llegar al hospital.

El caimán abrió sus fauces y con su aroma natural despertó a la mona Lina, que del susto se dio un chapuzón.

-Al salir del agua le dijo: ¡Sr. Caimán uh, ah, ah, ah, no imagine tremenda visita! – Dijo nerviosa Lina.

-Necesito halar y pronto vamos a llegar a la otra orilla.

-¡No sin remos! – dijo el caimán.

-Vamos, suban a mi lomo y amarren con una pita el kayak a mi cola –ordenó el Sr. Caimán.

-Inmediatamente Lina y Patitas hicieron lo que les mandó, y subieron a su lomo, primero

Patitas y encima de ella Lina, quien fue dirigiendo el trayecto:

De prisa Sr. Caimán, ya falta poco uh, ah, ah, ah –dijo efusivamente Lina

– Me alegro -dijo el caimán. Mientras que se puso a cantar en ritmo metal:

“Soy un caimán guachimán, me gusta vigilar, cazar y bailar metal rock, para mí ser letal es elemental, pero amenazo solo al azahar.”

Cerca de la ribera, un papagayo parlanchín avisa cantando en cumbia reiteradas veces la llegada de los nuevos visitantes:

“Viene el caimán, viene el caimán, con Lina y la Patitas”- enterándose todos los animales de su venida.

¡Pobre Patitas, sin fuerzas para respirar! Cuando por fin arribaron al hospital, se encontraba de turno en emergencia, el Dr. Oso Perezoso, quien caminaba de forma sosegada y tropezando de rato en rato, por la falta de claridad en sus lentes, que impedía ver lo que estaba a su paso.

El hospital estaba atiborrado de muchos animales que estaban accidentados y enfermos. Patitas pasando en medio de todos clamaba casi sin voz.

– ¡Ajiuuuu, me ahogo, aire por favor!

– ¡No te preocupes, te llevaré en la silla de ruedas para que te vea el Dr.! – chillaba Lina en medio de plena bulla.

Patitas lentamente subió a la silla de ruedas y Lina la hace pasear por los corredizos.

El Dr. Oso Perezoso, llega luego de media hora de un traspié a su encuentro.

-Buenas noches, veremos tus síntomas ¿Cómo está la presión?- cogió el tensiómetro para colocarlo en su pata delantera derecha.

-¡Vamos bien, vamos muy bien! – menciona el Dr. Oso Perezoso, apuntando seriamente la historia clínica.

-Veamos, ¿cómo está la respiración? – cogió el estetoscopio.

Por un segundo, se escucha un silencio rotundo, solo retumbó la espeluznante música de terror de Patitas, los resultados fueron alarmantes, tanto que casi se rompe el estetoscopio y vuelve sordo al Dr. Oso perezoso.

-¡Vamos mal, vamos muy mal! – explicó el doctor, muy asustado anotando más seriamente la historia clínica. Al parecer sufre de asma nocturna, hay que ponerle una inyección de adrenalina nebulizada.

En menos de un brinco, la enfermera, la rana Tana, le coloca la mascarilla para administrarle la nebulización.

-No te angusties, ¡pronto te sentirás bien! ¡Ahora Patitas a echarse pa tras, pa tras, pa tras! Croc, croc, croc – dijo croando la enfermera que de rutina limpia el hospital, comiéndose todos los mosquitos.

Mientras que Patitas iba siendo cuidadosamente atendida, el pájaro cucú marca que son las diez de la noche, la hora de la ansiada cita ya había llegado y Patotas esperaba desconcertado en la pradera. Decidió preguntar a la manada de maquisapas si sabían algo y ellas le dijeron:

-Si uh ah, ah, ah, está en el hospital uh, ah, ah, ah señalándole el camino.

-Oh tendré que irla a ver.-Dijo Patotas preocupado.

El búho Lulo, dio vuelta su cabeza en trescientos sesenta grados analizando la situación, le dijo a Patotas que lo podía ayudar en llegar al hospital en un vuelo nocturno.

-Ulu, ulu, ulu, te llevaré en mis garras.

-Gracias, pero ¿Podrás cargarme?

-Bueno, tienes razón, salvo que te animes a hacer parapente conmigo, así no me serás pesado y llegaremos pronto al hospital.

Efectivamente, así fue, ni bien llegaron al hospital, Patotas, el de las patas grandes, con pasos largos y fuertes recorre el pasillo, todos los pacientes se hacen a un lado para que pueda pasar hasta donde está Patitas.

Ambos se emocionan al verse, fue tanta la alegría que Patitas casi pierde el aliento.

-Oh, oh creo que acaba de presentar los síntomas de enamoraditis aguditis –mencionó el Oso Perezoso con mucha precisión.- Y eso conjugado con las crisis asmatiforme nocturna podría derivarse en una severa y prologada curación. No obstante creo que será necesaria una receta.

Fue entonces que el doctor le prescribió para darle de alta:

“Tomar por un mes en ayunas, alfalfa con miel, combinado con aceite de suri, ajos, cebolla, y jengibre por tres veces al día, agregar dos gotitas de savia de plátano y eucalipto en lo postres e infaltable que tenga una semana de patatús y recibir de Patotas una gran dosis de apapachos para toda la vida”
Firma:
Dr. Oso Perezoso
Médico de turno

Desde aquel día todo cambió, Patotas pide a Patitas su patita delantera y le pidió permiso para casarse. Sin pensarlo, Patitas lo aceptó y se olvidó por completo de todos sus planes para verse bien, más aún ahora que tendría que atenuar el chinchón, las ojeras y hasta la falta de aire.

La mona Lina ya no necesitó hacerle ningún arreglo, quizás porque comprendió que la mejor belleza es aquella que no requiere maquillaje.

-El papagayo anuncia:

¡Se casa el Patotas y la Patitas, la Patitas y el Patotas, vengan todos de inmediato!

El matrimonio se llenó de los animales pacientes junto a los demás amigos que encontraron en el camino.

Se armó el coro de loros y el sacerdote erizo con sus púas les dio su bendición, todos juntos celebraron con un banquete de yucas acompañado de un delicioso masato y una gran fiesta hospitalaria que mata la enfermedad con alegría y diversión.

Así fue como sucedió éste patatán, patatín, patatús entre Patitas y Patotas.

Fin

Cuento infantil sobre las tortugas sugerido para niños a partir de ocho años.

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