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Son fantasmas y extraterrestres es uno de los bellos cuentos de ovnis y fantasmas escrito por María Luisa de Francesco sugerido para niños de 10 a 14 años.

Alguna vez a alguien se le pudo ocurrir que el origen de los fantasmas y los extraterrestres son lo mismo. ¿Verdad que no? Porque leído así suena como estrafalario y loco, sin embargo, tengo una teoría y también algo de comprobación para contar la historia donde se muestra esta casi absurda realidad.

El domingo de mañana en mi pueblo, es el día más tranquilo de todos. Hasta las once o doce no se mueve casi nadie por las calles, algunas personas mayores, nada más. Pero aquel domingo sí, porque el día anterior se habían avistado naves intergalácticas, OVNIS, o cómo se llamen. Y todo el pueblo las quería ver en el diario, para comprobar si realmente, eran tan precisas y reales como contaban los que sí las habían visto.

Pero además, el pueblo entero andaba levantado temprano porque fueron muchos los que no durmieron. ¿Por los OVNIS?, no, no era por eso. Esa noche varios vecinos vieron fantasmas reales correteando por sus casas, tan felices.

En mi pueblo no somos de esos que se creen todo, no hay casi cuentos de fantasmas o aparecidos, leyendas de hombres lobos, o mujeres que lloran llamando a sus hijos muertos. Nosotros somos poco lectores de historias de ficción y leyendas, el único que se queja es el librero y el señor de las revistas. Porque esas revistas casi no salen, porque las novelas de horror o de miedo no se venden. Lo que quiero explicar acá es que el pueblo no es, para nada, uno de esos lleno de voces del más allá, espectros, fantasmas y esas cosas.

Ni películas de terror vemos. Que están de moda sí, pero es que en mi pueblo nos inventamos modas propias y no copiamos de otros. Así que nada de decir por ejemplo, en este pueblo hay leyendas espantosas. O es un pueblo de supersticiosos. No, nosotros no tenemos esas costumbres.

Por eso justamente, esa noche nadie durmió. Nadie es un decir porque en realidad habrán dormido los pequeños, los ancianos, los que se acostaron muy temprano, pero nosotros, que nos quedábamos los sábados hasta tarde, no pudimos dormir.

Ahí en la mitad del jardín vimos un fantasma. Parada, una mujer, te pedía monedas o no sé qué porque extendía la mano y vaya uno a saber en qué idioma hablaba. A mí me pareció como que pedía monedas pero a mis amigos les dio la impresión de que amenazaba con la mano extendida. Cuando la vimos ni miedo nos dio. Estábamos cantando en el jardín, tomando limonada y comiendo pasteles. Hacía calor. Las chicharras seguían cantando y ya estaba oscuro. Los ventiladores y aires acondicionados ya se iban encendiendo. Los adultos preferían la televisión, algunos leían, otros pintaban, otros jugaban cartas, otros comían piza y otros, helados.

Nosotros, es decir, yo y mis amigos, éramos siete, dos varones y cinco mujeres, nos juntábamos a comer algo y conversar hasta que llegaba la madrugada. Nada nos gustaba más que charlar y reír hasta casi el amanecer. Porque al otro día nos levantábamos tardísimo, igual que los mayores que iban a bailar. Y como nosotros aún no podíamos trasnochar fuera de casa, nos dejaban en una casa para que trasnocháramos adentro. Como si eso fuera menos peligroso.

Tal vez era menos peligroso, hasta que llegaron los fantasmas. Yo tenía la boca llena de dulce de membrillo de un pastel exquisito cuando vi como una aureola de luz bajo el rosal favorito de mamá. Seguí masticando pensando quién se andaría haciendo el zonzo con una linterna. Entendí que no eran mis amigos porque estaban todos sentados ahí, era rarísimo.

Pero la aureola fue ascendiendo en su intensidad, cada vez irradiaba más luz, entonces dejamos todos de masticar y miramos fijamente el rosal como incendiado de luces. Y poco a poco divisamos la figura de una mujer, parecía joven, vestida de ropas muy antiguas, o eso creímos, que extendía una mano. Hablaba algo rarísimo que nadie le entendió. Ustedes pensarán que salimos todos corriendo inmediatamente.

Tan inmediatamente no salimos. Porque como expliqué, no éramos niños de un pueblo asustadizo. Pero al rato, cuando vimos que realmente la figura era transparente, que tenía luz propia y que esa luz crecía, ahí sí fuimos corriendo por la galería a buscar a mi madre.

Mi madre ha sido por mucho tiempo, una fotógrafa frustrada, pero de todos modos persevera y sigue sacando fotos. En realidad mamá parece fotógrafa porque no deja sus cámaras nunca. Es pintora mi mamá, se dedica a pintar casas. Tiene su propia compañía de pintura. Pero ella siempre dice que debió dedicarse a la fotografía. Así que apenas escuchó nuestros gritos, seguidos de unas explicaciones incoherentes que en el jardín había una mujer iluminada o cosas así, no discutió con nosotros y salió al jardín con sus cámaras.

Mi mamá tomó montones de fotos e hizo dos vídeos con la mujer que hablaba raro y pedía algo con la mano. Después la luz se fue mitigando y fue desapareciendo y mi madre como loca, corriendo a ver todo en la computadora. Qué creen que pasó, claro, no se veía nada. Ni una foto, ni un vídeo, nada. Yo no sé qué fue lo peor de esa noche: la presencia fantasmal en el jardín o mi madre, llorisqueando porque era torpe y no sabía manejar las cámaras digitales.

Al otro día, todos ojerosos y sin dormir, fuimos como dije a comprar los dos diarios que tenemos en el pueblo para ver las naves que sí se habían podido fotografiar. Y ahí andaba mi mamá, mirando las fotos y diciendo que una de ellas, sí una, una de las diez, la había enviado ella al diario y se la habían publicado.

Mamá festejaba esa foto y no contaba nada de las veinte o treinta que le sacó a la mujer de la luz y la mano extendida. Yo quería que lo contara, pero mamá estaba eufórica con su foto en el diario, paseándose por el barrio como si hubiera ganado la lotería. Nada de recordar al fantasma.

A media mañana teníamos un hambre de monstruo, no habíamos desayunado y habíamos pasado la noche en vela. El pueblo, las calles, volvieron a serenarse y todos nos metimos en nuestras casas, salvo algunos abuelos que venían del cementerio o de las iglesias. En nuestra cocina le dije a mamá que la admiraba por su foto de la nave espacial en el diario pero que por qué no había compartido la noticia de la noche, la mujer iluminada o lumínica o como sea.

– Ah no hija, me contestó con la boca llena, no digo nada porque quién me va a creer. Porque si pude sacar una foto para el diario como no voy a poder sacarle al…a esa mujer en nuestro jardín. Dirán que es mentira o que soy supersticiosa o peor, que mentía cuando decía que era buena con mis cámaras.

– Pero mamá, le dije yo también masticando un biscocho, fue una experiencia alucinante, no será que a otros les pasó y no sabemos nada.

– No sé, no quiero saber, quiero creer que estuvimos viendo todos, algo que no debió pasar.

– No me asustes mamá, le respondí, si no querés es porque le tenés miedo y si le tenés miedo es porque pudo ser real y si fue real es…

– Basta, dijo mamá con cara de basta en serio, cuando empezás así no parás hasta volverme loca…Basta Betina, basta, no lo recuerdes más.

Y yo le hice caso y no hablé más del tema. Ese día ya fue un domingo distinto, desde el alba, o desde la media noche. Cierto aire de misterio envolvía nuestro pequeño pueblo.

El rumor empezó en alguna panadería de barrio, o en el supermercado. Primero como rumor de dos vecinas muy amigas, luego se expandió a rumor de otra amiga no tan amiga pero sí muy conocida. En fin, el rumor creció, creció, se extendió y pronto, incendió al pueblo entero con la noticia.

Varias familias habían visto figuras fantasmales. La nuestra, porque así la sentíamos al aparecer en nuestro jardín, no era una sola, eran varias. Otros vecinos habían visto un niño pequeño. Otros un especie de hombre demasiado delgado y cabezón. Todos coincidían en que parecían tener luz propia. Que hablaban en un idioma rarísimo y que eran seres de otro lugar.

De qué lugar no sabíamos. Los creyentes se fueron a hablar en las iglesias para pedir bendiciones. Los no creyentes buscaron explicaciones en las computadoras. Los descreídos se reían de todos los demás. Pero no pudieron reírse mucho porque esas apariciones se repitieron durante por lo menos siete días y siete noches. Una semana de bailoteo con los fantasmas.

Cuando se comienza a tener visitas de otros lugares la cabeza de uno se expande, comienza a pensar cosas, se asusta o se ilumina. A mí me dio por ponerme a buscar historias, conclusiones, reseñas. Como ya estábamos en vacaciones y me aburría, me dediqué a visitar la biblioteca y también, a buscar en Internet.

– Mamá, le dije esa noche a mi madre, la del último día de avistamiento de fantasmas, vos no crees que pudo tener que ver la aparición de los OVNIS con la de los fantasmas.

– ¿ Me estás preguntando o estás asegurando?- respondió mamá que estaba buscando el tono del color exacto para una casa que tenía que pintar.

– Es que yo creo que esto es algo que tiene que ver…

– Claro…cómo no, si fantasma hay desde quién saber cuándo y recién ahora surge esta conclusión espectacular: tiene que ver con los extraterrestres.

– Pero no te burles mamá, dije poniéndome seria, todos pueden tener una explicación y yo, la mía.

– Sí, sí, hija, cómo no, elaborada a través de unos amigos y un foro de Internet…, mi mamá se estaba burlando y eso me da mucha rabia.

– Pero no mamá, mirá que OVNIS se supone que hay desde las civilizaciones antiguas… ¿no ves que dicen que en muchos casos los extraterrestres bajaron y ayudaron en cosas que hasta hoy son imposibles de realizarse?

– Claro entiendo, y cuando descansaban de esas grandes obras, se disfrazaban de fantasmas y salían a correr gente asustadiza.

– No mamá, no te rías, viste que vos te reís cuando no entendés algo

– Me río de tus conclusiones Betina…

– Sí te reís, te reís pero no me permitiste contarle a nadie lo que vimos, eso es porque algo de miedo te da. Vos cuando no querés hablar de algo, es porque tenés miedo.

– Además mi hija Betina es psicóloga, dijo mamá riendo.

– No te rías mamá porque después te vienen ganas de pensar que fue que dije y te juro, no te lo voy a contar más.

– Está bien, dijo mamá abandonando su programa de colores en la computadora, a ver ¿qué se te ocurre?

– Mamá que no puede ser, aclaré mientras buscaba una lapicera, no puede viste, porque las casualidades no existen, que estos avistamientos hayan sido seguidos de los fantasmas. Y mirá yo creo que ha ocurrido esto muchas veces pero no se ha publicado.

Porque normalmente la gente cree más en los OVNIS que en los fantasmas. Nadie cree loco al que vio un plato volador pero sí al que ve fantasmas. Por esa razón, creo yo, no se habla de los fantasmas. Estoy segura que no solo en nuestro pueblo una cosa tiene que ver con la otra. ¿Me comprendés? Estos que vimos acá, es lo mismo, los fantasmas, tienen que ver con las naves espaciales.

– Mirá Betina, dijo mamá abandonando la silla y yendo otra vez a su programa de colores, yo no voy a hablar de esto con vos porque me volverás loca como siempre.

Mejor habla con tu padre el fin de semana.

– Pero máaaaaaaaaaaaaaa, protesté, papá ni me escucha, además si le digo algo de esto seguro empieza otra vez con lo del psicólogo, dice que yo tengo un trauma porque ustedes se separaron…cosas así. A él, no le cuento nada.

– A veces también pienso que… te haría bien consultar un psicólogo.

Me enojé y me fui a mi habitación. No quería hablar con mamá, no quería hablar con nadie. Por un rato, claro. Estaba metida en un lío porque no podía parar de investigar y leer al respecto. Y tenía una teoría sobre el tema. Yo cuando tengo teorías soy muy obcecada dice mi abuela y puede ser que tenga razón. Pero tenía que hacer más cosas, tenía que llevar a cabo mi investigación y para eso era necesario, entusiasmar a mi mamá. Tal vez debería dejarla con ese proyecto de pintar esa vieja casa a nuevo, porque una vez terminado el trabajo, ahí sí me escucharía con más atención. A mí madre siempre le gustan mis ideas, no había motivos para fallar esta vez.

Ese fin de semana no pasó nunca, tuve que pasarlo con papá que como se casó de nuevo y su esposa está embarazada, parece un tonto. Tengo que sonreír todo el tiempo, no responder, no esto y no lo otro. Porque si no empieza con lo del psicólogo porque el divorcio me afectó. A mí no me afectó, más le afectó a mi mamá, estoy segura. Mamá se puso a trabajar día y noche y no fue al psicólogo. Yo no voy a ir. Y estoy contenta de tener a mamá conmigo, con mi papá estaba más triste. Y me gusta la nueva esposa de mi papá, es agradable y siempre me cocina cosas ricas cuando voy.

Ese fin de semana, yo me la pasé leyendo y buscando artículos en Internet, por supuesto que fueron a buscarme para jugar pero yo estaba muy ocupada. Y cuando me llevó a casa mi papá el domingo de noche, tuvo que bajarse del auto para explicarle a mi mamá que yo estaba muy retraída, que necesitaba la terapia famosa. Mi papá es psicólogo y todo lo resuelve con terapia.

Mi mamá muy risueña le dijo que no, que yo estaba bien, sólo que andaba tras una teoría que los extraterrestres son los mismos fantasmas que durante miles de años han asustado a la humanidad.

– Pero no me lo digas así, dijo mi papá con cara de extremadamente preocupado, es un absurdo y un ridículo…no la dejes persistir en esas cosas…

– ¿Y por qué no puede?, respondió mi mamá, se puede buscar el origen de cada cosa, vamos, vamos, ella es muy imaginativa y hay que darle un espacio.

– Un espacio dentro de la lógica que ya tiene casi doce, recordó mi papá.

– Por eso mismo, le dijo mi mamá, alcanzándole su morral de cuero como para que se fuera despidiendo, por eso mismo, por la edad que tiene y porque es una buena chica…el dejo con sus teorías e incluso, he pensado en ayudarla.

(Esta era la parte que yo quería escuchar de mi mamá)

– Bueno, bueno…- mi papá en son de retirada- está bien alimentá sus locas fantasías, si necesitas un terapeuta, avísame.

– Gracias, que tengas buena semana- dijo mamá cerrando la puerta y yo, yo corrí a abrazarla.

– Gracias máaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!! Yo sabía que podía confiar en vos…vamos a probar mi teoría…

– Con una condición…

– Sí,sí,sí, la que quieras

– Primero debo de terminar el trabajo en la casa antigua.

– Hecho!- Grité y chocamos las palmas.

Y así fue como mi mamá se dedicó a la casa antigua durante quince días y yo no paraba de ir a la Biblioteca o de quedarme horas buscando y leyendo en Internet.

Han pasado dos días desde que nos vinimos con mamá al camping. Yo sabía que a ella la entusiasmaría la idea. Hacía tiempo que no se tomaba un descanso mi madre. Y el lugar ideal para nuevos avistamientos es en lo alto del camping, donde colocamos la carpa, el techo de lona, el laboratorio de observación compuesto de cámaras y computadoras.

Algunos libros indispensables que encontré en la Biblioteca y por suerte, me prestaron.
Han sido unos días maravillosos, no sólo porque el sol se puso de nuestro lado y brilló continuamente, sino porque hemos compartido todas las comidas. Hemos hablado de tantas cosas. De mi abuela que viene este domingo a almorzar con nosotras, mi abuela que fue una mujer muy liberada y se divorció tres veces. Mi abuelo, el verdadero, que viene a ser el primer marido de mi abuela. Que vive de una pensión y anda por la orilla del mar siempre buscando caracoles y piedras, desde que la abuela lo dejó y para siempre, no pudo volver a ser el mismo, dice mi madre.

Hablamos de tantas cosas con mamá, de un chico que me gustaba el año pasado y lo vi con mi mejor amiga jugando y dándose besos. Los muy tontos. Hablamos de los bailes que se usaban cuando mamá era más joven. Y nos pusimos a bailar. Por suerte la carpa está alejada de las otras, si no, nos hubieran hecho callar porque no parábamos de reírnos.

Hablamos de las épocas duras de los abuelos, mi mamá no las vivió, como ella dice, nació con la democracia. Pero se sabe todas las historias porque a la abuela y al abuelo, los detuvieron varias veces.

– En esas épocas, dije yo, parece que la gente no se preocupaba por los extraterrestres y los fantasmas.

– No, no podían, no tenían tiempo…o tal vez, contestó mi madre, era tan terrible lo de que pasaban que no notaban otras cosas.

– Pero mirá que esto es terrible mamá, dije yo, dándome vueltas en la gramilla. Porque estamos rodeados de seres y no sabemos de dónde vienen, ni qué quieren.

– Ah pero es menos injusto, argumentó mi mamá que ya se estaba durmiendo tirada en la hamaca que habíamos colgado entre dos árboles.

– Mamá, no te vas a dormir, prometimos que leeríamos ahora el último libro que me prestaron.

– Dame unos minutos, contestó mi madre con terrible bostezo.

Y bueno…la dejé que se durmiera, yo tenía sueño también. Acá estamos con mi madre, preparándonos para comprobar mi teoría de que fantasmas y extraterrestres tienen el mismo origen. Como mamá me dijo, estás haciendo un cuestionamiento muy serio.

Claro, porque los fantasmas según las creencias tienen un origen en un más allá que tiene que ver con la muerte y luego la vida y esas cosas. Los extraterrestres, son seres de otro planeta, cuál no se sabe pero así supuestamente son.
Vendrá mi abuela el domingo y charlaremos de otras cosas. Me preocupa que al regresar aún no podamos comprobar mi teoría. Tengo miedo que esta teoría sea algo tan loco que al final, va a tener razón papá, tendré que hacer terapia. Pero no, porque tengo tiempo por muchos años para seguir informándome y demostrar que no estoy tan loca.

Por suerte estamos de camping y mi mamá está feliz, así es más lindo compartir esta aventura. Y el domingo, cuando venga la abuela, seguro nos reímos las tres y me olvido un poco de esta teoría que, como siga así, me ocupará gran parte de mis vacaciones…de ésta y tal vez, de otras.

Fin

María Luisa de Francesco

Cuento para niños y niñas de 10 a 14 años

Son fantasmas y extraterrestres es uno de los bellos cuentos de ovnis y fantasmas escrito por María Luisa de Francesco sugerido para niños de 10 a 14 años.

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