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Por Alicia Lidia Prack. Cuentos infantiles fantásticos

El error de Blanca es un cuento corto fantástico para niños, que esconde tras sus palabras, una hermosa lección sobre el cuidado y el respeto por las plantas y el medio ambiente. Es una historia escrita por Alicia Lidia Prack, de Argentina.

El error de Blanca

El error de Blanca - Cuento fantástico

Blanca ha salido al jardín a tomar aire y sol. De pronto se acerca hasta la enorme mata de azucenas y toma una flor por el tallo. La sacude suavemente contra la palma de la mano, y el polen se le adhiere a la piel sin provocarle siquiera una leve caricia, nada.

Luego toma otra flor y cuando está a punto de hacer lo mismo que antes, aparece el viejo jardinero.

Su ceño fruncido indica que viene la reprimenda:

– «Yo en su lugar, no lo haría. No es bueno robar el polen de las azucenas. El polvillo parece tan delicado a simple vista… sin embargo, por más que lo limpie y se lave las manos una y otra vez, ellos lo notarán y le harán la vida imposible.»

– «¿Ellos? ¿Quiénes son ‘ellos’?» –pregunta la muchacha abriendo aún más los ojos.

El hombre suspira un instante, apoya el azadón contra el aljibe, y se prepara para contar lo que guarda en su memoria desde que era muy pequeño.

– «Los guardianes del polen,» -contesta simplemente- «lo custodian, lo atesoran y lo defienden de personas que como usted, lo derrochan por curiosidad, como si no fuera nada más que una pequeña manchita amarilla que pronto desaparece bajo el más sutil de los soplidos.»

– «Todos los niños del mundo deberían aprender desde muy temprana edad la leyenda de los guardianes del polen.»

– «Pero, ¿Cómo iba yo a saber que…?»

– «Señorita Blanca, ya es tiempo de que usted sepa que existe un mundo paralelo al nuestro, en el cual gobiernan seres cuya misión exclusiva es la de proteger el polen y todo el reino vegetal, de la ignorancia de los depredadores ¿Nunca se puso a pensar en los árboles de los caminos y de las rutas nacionales?, si nadie los riega y nadie los cuida, ¿cómo es que sobreviven?»

– «¡Yo no soy enemiga de las flores ni de los árboles!»

– «Para ellos, sí lo es. Mire su mano, ¿para qué vació la bella azucena? ¿qué piensa hacer con el polen? Es el origen de la vida de las flores, de las frutas ¿no se da cuenta del desperdicio? El daño está hecho, y ellos no lo van a pasar por alto. Seguramente, en este preciso momento deben estar reunidos deliberando y discutiendo la clase de pena que le corresponderá por vaciar una flor, y casi dos, si yo no llegaba justo a tiempo para impedirlo.» -y mientras va diciendo la última frase, el jardinero se aleja poniéndose el sombrero de paja, para desaparecer detrás de la rosa china amarilla.

Blanca, espantada, mira cada rincón del parque con el creciente temor de encontrarse con los famosos guardianes. Se pregunta qué le harían y de qué manera manifestarían su desagrado.

Cavilando y sobresaltándose por cualquier pequeño crujir de hojas, llega hasta la casa. Antes de entrar recorre otra vez con la mirada el paisaje de los jardines, abrigando la leve esperanza de que los guardianes del polen no se hayan dado cuenta de nada.

El día siguiente amaneció con fuertes lluvias, y los truenos despertaron muy temprano a Blanca, quien se asoma por el ventanal de su dormitorio.

El parque luce hermoso bajo la cortina de agua, y el césped, parece más brillante y verde que nunca. Las flores y especialmente las azucenas, a pesar de la intensidad de la tormenta, permanecen erguidas, luciendo más bellas que antes.

Luego de desayunar, feliz al no haber notado nada que hiciera pensar en el enojo de los guardianes del polen, se pone las botitas de lluvia y sale a caminar por los senderos del jardín.

Adora el olor a tierra mojada, de manera que respira hondo para sentir el placer que le provoca la intensa humedad de la vegetación.

Pero no siente lo mismo que otras veces. Vuelve a respirar y al instante se da cuenta de que algo está pasando a su alrededor. Sus ojos recorren interrogantes todo el paisaje del parque.

Pero es al ponerse de cuclillas y apoyar ambas manos sobre la hierba mojada, cuando descubre que cada centímetro de la mullida alfombra verde, es artificial ¡Sintética!

Corre, desesperada, hasta la mata de azucenas y sus dedos vacilantes, al tocar los tallos y corolas, solo acarician unas patéticas flores de material plástico, que tienen en su interior minúsculas bolitas de telgopor amarillo, imitando el sagrado polen del reino vegetal. Se pone a llorar con desconsuelo y mucho arrepentimiento y no sabe cómo disculparse, y mucho menos, ante quién.

Detrás de la falsa rosa china amarilla alcanza a ver al jardinero, pero esta vez con uniforme de chofer, quien observa la escena meneando la cabeza con profundo pesar. Ya no hará falta que trabaje como jardinero…

Fin.

El error de Blanca es un cuento infantil de la escritora argentina Alicia Lidia Prack © Todos los derechos reservados.

Sobre Alicia Lidia Prack

Alicia Lidia Prack - Escritora

Alicia Lidia Prack es argentina, casada, dos hijos y un nieto de casi tres años. Escribe desde siempre. El primer libro que leyó de pequeña fue «Una chica a la antigua» de Louisa May Alcott, con el que aprendió a sumergirse en la lectura. Tiene un libro manuscrito terminado de su autoría, con casi trescientos cuentos y aspira a presentarlo a alguna editorial, algún día. Algunos de esos relatos se publicaron en tres antologías en las que participó.

Hizo radio, produjo y condujo sus propios programas de variedades. Sabe mucho de cine, de actores, algo de pintura y pintores. Además de escribir, también elabora cuadernos artesanales de costura copta, dibuja, mantiene una pequeña huerta en el fondo de su casa, colecciona caleidoscopios, abanicos, miniaturas, recortes de periódicos, recicla todo lo que puede antes de tirar algo como desecho.

«Amo la música de los ’80 y los ’90. También la clásica y la flamenca. Amo cocinar para su familia. Amo a los animales, en especial a los caballos. Me enojan mucho las injusticias, y sobre todo, el bullying. Soy de lágrima fácil, sueño todo el tiempo, y no paro de escribir.

Todo en este orden, quedando mucho más por contar.»

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