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Isabelle y las Estrellas

Isabelle y las Estrellas. Lila Machado Tarre, escritora de Estados Unidos. Cuento espiritual.

Siempre hacia lo mismo todas las noches, Isabelle antes de dormir, solía sentarse al pie de la ventana de su cuarto a observar las estrellas que están en el cielo. Y siempre le preguntaba a su hermana, cómo puedo hacer para poder tener esas estrellas conmigo, para que me alumbren siempre en la oscuridad.

La hermana se reía y cariñosa le decía, de la misma manera todas las noches. Isabelle, ven dame un beso y acuéstate, que las estrellas son de Dios para que él, desde allá arriba, pueda iluminarnos en las oscuras noches de nuestro planeta. Isabelle corría se le tiraba encima y le daba un beso en la mejilla.

Luego se iba a su camita y se acostaba, pero antes de dormirse le decía a Dios: Diosito, yo se que las estrellas que están en el cielo son todas tuyas, pero tú tienes muchas, por qué no me regalas tres de ellas, es que me da mucho miedo la oscuridad y esa luz es tan linda, por eso las quiero aquí conmigo, para cuando me despierte en la noche, las pueda sacar y así me iluminen y tener más miedo.

Ella se quedaba esperando alguna respuesta de Dios, pero no recibía nada, solo sabía que la luz que emanaba de esas estrellas la hacían sentirse tranquila, y muy bien. Un día Isabelle se enfermó y le descubrieron una enfermedad incurable en la sangre, los médicos no les daban muchas esperanzas de vida a sus padres, pero ellos tenían una fe inmensa de que Isabelle lograría salvarse y estar de nuevo viva, sana y feliz como siempre había sido.

Ingresada en un hospital especial de niños, Isabelle dormía, cuando de repente comenzó a sentir una luz muy fuerte, y abrió los ojos, y era su luz, esa luz que ella siempre quiso tener consigo, ahora podía verla, la estaba envolviendo toda y la llenaba de una energía que la impresionaba, ella reía y reía y decía entre risas gracias Diosito yo sabía que tendría una pronta respuesta de tu parte, gracias, me has hecho muy feliz.

Isabelle se reía tan duro que las enfermeras corrieron a ver lo que pasaba y cuando abrieron la puerta del cuarto quedaron atónitas de lo que estaban viendo, una luz sumamente fuerte que no cegaba, ni quemaba, que envolvía a Isabelle y la hacía brincar y saltar y reírse a carcajadas sin poder contenerse.

Y un olor a flores y jardín impresionante, las enfermeras cayeron al suelo incrédulas y asombradas, e Isabelle aprovecho ese momento de júbilo y le dijo a Dios: gracias por la luz pero donde están las estrellas, y tres pétalos de rosas blancas cayeron a sus manos y en ellas estaban dibujadas una estrella en cada uno, las estrellas más hermosas pintadas jamás vista en la historia y con ese hermoso regalo dios le dijo, aquí esta lo que tanto me has pedido, por lo que siempre has soñado, tú serás una niña estupenda que vivirá para el amor eterno y lo único que enseñarás en tu camino será el amor puro y verdadero, como la única herramienta que se necesita para poder ser libre y totalmente feliz, tú has sabido amar, tú has tenido fe, crees con amor y por eso has logrado tu sanación.

Ahora sabes cuál es el camino y tu vida será un gran milagro de amor. Ella siguió bailando, riéndose y gozando hasta que poco a poco la luz mermó y muy sonriente y feliz se recostó en la cama con las manos juntas donde guardaba los pétalos y los puso sobre su corazón, quedándose completamente dormida pero feliz.

Sus padres fueron llamados por las enfermeras que aun no sabían lo que había pasado, ellos llegaron corriendo a ver a su hija, y la consiguieron profundamente dormida, con las manos unidas puestas en el corazón y se asustaron, por un momento pensaron lo peor, pero no, respiraba y se veía feliz, así que decidieron esperar hasta el amanecer para preguntarle a Isabelle que le había sucedido esa noche.

Cuando Isabelle se despertó y vio en su cuarto a sus padres y a su hermana, les dijo feliz, padres me he curado, Dios ha estado aquí conmigo y me ha traído lo que siempre he querido, las tres estrellas que yo veía desde la ventana de mi cuarto, los padres asombrados se postraron al lado de su cama y asombrados veían los pétalos con las estrellas dibujadas que Isabelle les estaba enseñando y en acción de agradecimiento se arrodillaron y le dieron gracias a Dios de semejante milagro.

Juntos rezaron y Isabelle no paraba de contarles todo lo que había sentido, visto y hablado con Dios, y ellos solo lloraban de felicidad y emoción, cuando los médicos de Isabelle llegaron a verla para saber qué era lo que había pasado, le dijeron a sus padres que le iban a realizar otros analices ya que tenían que cerciorarse que todo estaba bien, mientras Isabelle les decía, yo me he curado me lo ha dicho Dios, me lo ha regalado.

Yo no tengo nada de eso, estoy segura, Dios está conmigo y siempre lo estará y él me ha llenado de amor con lo que todo se cura., esa es la medicina decía Isabelle, el amor, es la única medicina que cura el alma y la vida. Los médicos le realizaron las pruebas y con asombro y desconcierto Isabelle no tenía nada, salía como si jamás en la vida hubiese tenido algo.

Estaba como si nunca le hubiese pasado nada. Era un gran milagro un milagro de amor, de la inocencia, de la pureza del tener fe, de creer pero creer con amor, con el corazón. Isabelle conservo por siempre sus tres pétalos de rosas blancas y nunca se le dañaron y nunca se le rompieron, ni siquiera secas se pusieron, al pasar de los años seguían estando tan finas, sedosas , olorosas y brillantes como ese día cuando del cielo se las dieron.

Sus estrellas estaban con ella iluminándole su largo camino y recordándole el gran milagro de amor que había vivido.

Fin

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