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Un sospechoso en la escuela – Capítulo IV

Cuento infantil de la escuela sugerido para niños a partir de nueve años.

Capítulo IV – Una mañana agitada.

La mañana en la escuela comenzó tranquila, de todos modos era evidente que la señorita Matilda extrañaba a su amado borrador, se le notaba en los ojos o, al menos, eso le pareció a Oliverio. El niño nuevo permanecía como siempre, atrás y en silencio. Simón seguía recordando el sueño que había tenido su amigo y casi no podía contener la risa imaginando la boda de la señorita Matilda con el borrador.

La clase de gimnasia que los esperaba al final del día, tenía muchas cosas buenas y otras no tanto.

Oliverio amaba correr, jugar al futbol y al básquet por supuesto nunca tanto como leer novelas de detectives, pero estaba convencido de que estar en buena forma en mucho ayudaría a resolver mejor los casos.

El profesor era un tanto diferente a como uno suele imaginarse a los profesores de gimnasia.

Era flaco como una espiga y no tenía músculos en ninguna parte de su cuerpo. Usaba lentes –cosa que no era muy práctica para su trabajo- y aún así no veía mucho. Era torpe, poco ágil, pero no era mal profesor.

Luego de jugar al básquet, el profesor pidió a los niños que guardasen las pelotas pero que antes las contasen para ver estuviesen todas para la clase del día siguiente.

-Cuenta bien Oliverio, por lo que yo veo hay ocho pero debería haber diez.

– No profesor, son diez-contestó el niño.

-¿Estás seguro Oli? Yo veo ocho no más-insistió el profesor.

-Es que no tiene los lentes puestos, póngaselos y verá que son diez.

-Tienes razón Oli, ah ahora sí, son diez, me quedo más tranquilo.

Mientras todos se estaban acomodando para retirarse, entró al gimnasio la señorita Matilda.

-Niños por favor, antes de retirarse controlen sus germinaciones que están en el laboratorio, mañana trabajaremos con ellas, luego pueden irse a sus casas.

Iban todos hacia el laboratorio, Oliverio y Simón adelante, último el niño nuevo, como siempre, y en el medio el resto de la clase.

Entraron y vieron que cada frasquito estaba en su lugar. Los habían dejado bien acomodados para saber cuál era de cada uno.

Había tres niñas, bastante molestas ellas, que estaban siempre juntas, pero siempre es siempre.

Se sentaba juntas, cosa realmente incómoda pero que Matilda había permitido siempre y cuando no se distrajesen y no peleasen.

Si una se ofrecía a repartir los cuadernos para trabajar, las otras dos lo hacían también. Si otra se enfermaba, las dos que restaban faltaban también sólo para demostrarle su solidaridad a la enfermita.

Lo molesto no era que se manejaran siempre de a tres, sino que no eran simpáticas ni amables con el resto de los niños. Creían que eran mejores y eso fastidiaba mucho a todos los niños.

Incluso Olivero las había investigado a ver si realmente eran mejor que los demás y descubrió lo que ya sabía: que eran tres niñas comunes, molestas y presumidas.

Viendo los frasquitos de las germinaciones, una de ellas dijo:

-¡Qué bien crece mi germinación! Se nota que he seguido las indicaciones de la señorita al pie de la letra.

-Tan bien como la mía, presumió la segunda- un verdadero ejemplo de poroto.

Oli y Simón estaban esperando el comentario de la tercera, porque así funcionaban y el comentario no se hizo esperar.

-Ay sí amigas, miren mi germinación también, no hay dudas que somos las mejores-

Oliverio no sabía qué le parecía más ridículo, si presumir por una modesta germinación de un simple poroto (sin ánimo de despreciar a la pobre legumbre), que las tres hicieran lo mismo todo el tiempo, o que hablaran una seguidito de la otra.

-Yo no veo diferencias entre sus germinaciones y las nuestras-dijo Simón que pensaba igual que su amigo.

-No verás bien, las diferencias se notan a simple vista-dijo la primera.

-Es evidente que nuestras germinaciones son mejores-apuntó la segunda

-Ni punto de comparación-agregó la tercera

Olivero y Simón a veces tomaban en broma a este trío tan molesto y soberbio. Muchas veces el humor nos ayuda a soportar cosas que no nos gustan y puede ser un buen recurso.

-Ay Oli-bromeó Simón- verás que mañana a mi me dan el premio nobel a la mejor germinación del mundo.

-Cierto Simón y bien merecido que lo tienes, yo creo que por la mía ganaré una beca para estudiar en la universidad.

-Tal vez nos hagan una nota en la televisión-agregó Simón.

-Mejor aun, un documental-contestó Oli riendo y cada uno se fue a su casa.

Continuará…
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Todos los derechos reservados por Liana Castello
Ilustración de María Bullón
[email protected]
Face: DejArte Huella F B
Cuento sugerido para niños a partir de nueve años.

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