Saltar al contenido

MARCOS CUADROS, de vocación pintor – Capítulo V

Cuentos infantiles sobre los buenos sentimientos.

MARCOS CUADROS, de vocación pintor es uno de los cuentos infantiles sobre los buenos sentimientos de la escriora Liana Castello. Cuento sugerido para niños a partir de nueve años.

Capítulo V

Una tarde al volver del colegio Marquitos vio un pequeño perro en la vereda de su casa. Nunca lo había visto antes, tenía los ojos tristes y estaba algo delgado.

¿Se habría perdido? ¿Lo habrían abandonado? Marquitos se acercó y lo acarició. Pensó en un momento que no era del todo correcto tocar un perro callejero, que no sabía a ciencia cierta si sería agresivo, si podría morderlo, pero sus ganas de darle cariño fueron más fuertes.

El perrito se quedó quietito, sólo movía su colita en señal de felicidad. Marcos no podía dejar de mirar a ese pequeño perro que se dejaba querer, que estaba solo y que seguramente estaba deseoso de tener un hogar.

Pensó en tomarlo en sus brazos y llevarlo a su casa, pero no sabía que no debía hacerlo sin el permiso de sus padres. Entonces mirando al perrito a los ojos le dijo:

-Espérame, iré a casa a preguntarle a mis padres si puedo llevarte, no te vayas, verás que me dicen que sí y muy pronto tendrás un hogar.

El perrito lo miró y Marcos no supo si había sido capaz de entender lo que le había dicho.

Se fue corriendo a su casa y les contó a sus papás.

Alvaro y Julieta nunca habían pensado en tener una mascota, pero rescatar a un perrito del abandono, los llenó de ilusión.

-Iremos a buscarlo hijo, pero no entrará a casa hasta no hacerlo revisar por el veterinario y darle las vacunas que correspondan, debemos ser precavidos.

-Le tejeré una mantita al crochet, multicolor será-dijo Julia entusiasmada.

Marquitos quería dejar los planes para más tarde y salir corriendo a buscar al perrito.

Salieron presurosos los tres y corrieron hasta donde Marquitos había encontrado al cachorro, pero ya no estaba. El pequeño comenzó a llorar y a Julieta y a Alvaro se les oprimió el corazón. Preguntaron a la gente por la calle, tocaron timbres, entraron en negocios, nadie había visto al perrito.

Corrieron hasta la veterinaria del Dr. Anselmo, ése sin dudas era el mejor lugar, pero ya estaba cerrada.

-Tal vez su dueño ya lo encontró hijo-dijo Alvaro.

-Saldremos mañana bien temprano, iremos a la veterinaria y volveremos a preguntar a todas las personas que veamos, vamos hijo ya es tarde-dijo Julieta.

Era viernes y ese día Marquitos podía acostarse más tarde. Decidió pintar un cuadro con ese perrito al que sin conocer ya quería, ese perrito al que deseaba adoptar, darle amor y el más cálido de los hogares.

Dibujó con lápiz al cachorro, tal cual lo había visto, con una expresión triste en los ojos, el pelo un tanto desprolijo, sin correa, sin dueño, solito.

El dibujo era triste, como triste estaba ese perrito abandonado o perdido. Marquitos lo miró y sintió una pena infinita y entonces, tomó sus colores y comenzó a dar otra vida a ese cuadro.

Pintó el pelaje del cachorro de un marrón apenas más clarito de lo que él lo había visto, pero no por error, sino porque lo imaginó recién bañadito. En sus ojos pintó pequeñas pintitas blancas que le daban alegría a la mirada y con ello la cambiaban por completo “pintitas mágicas” pensó Marquitos.

Luego le pintó un collar de color rojo vivo y colgando de él una medallita de un plateado reluciente, donde podía leerse “Chicho”, un nombre que a Marquitos siempre había gustado para un perro. Agregó también un huesito y una mantita tejita al crochet y multicolor. Terminó su pintura y un poco cansando y aún más triste se fue a dormir.

A la mañana siguiente desayunó muy rápido y pidió permiso para ir a preguntar a la veterinaria si habían encontrado al perrito el día anterior. Era tanta la ansiedad que el pequeño tenía que sus padres, no se pudieron negar.

Marquitos llegó a la veterinaria del Dr. Anselmo, un doctor con muy pocas pulgas, no sólo porque era veterinario y no las permitía en su local, sino porque no tenía un muy buen carácter que digamos.

El negocio estaba repleto: perros esperando ser vacunados, gatos aguardando a ser desparasitados, canarios que cantaban y gente que se quejaba por la demora. El Dr. Anselmo estaba de peor humor que de costumbre, pero Marquitos estaba tan ansioso por saber acerca del perrito que poco le importó los malos modos del doctor.

-Buen día doctor, necesito saber si ha encontrado a un perrito perdido.

-¡Ya digo yo que la gente no cuida bien a sus mascotas! ¡Tú pierdes tu perro y pretendes que yo lo tenga!

-Pero yo no perdí ningún perro doctor.

-¿Me estás tomando el pelo pequeño? No tengo tiempo para bromas.

-No me expresé bien, quise preguntarle si encontró algún perrito abandonado.

-¡Peor aún! ¿Abandonaste a tu perro? ¡Claro ahora estás arrepentido y lo vienes a buscar! Eso está muy mal señorito, muy mal.

-No me entiende doctor, yo no abandoné a ningún perro.

-Mira pequeño no tengo un buen día, dices que pierdes un perro, luego que no, que lo abandonas, luego que tampoco, ahora intentas decirme que soy yo quien no entiende nada. Tengo el negocio lleno de gente, perros, gatos y cuanta mascota se te ocurra, no tengo tiempo que perder.

-Disculpe doctor, sólo quiero saber si le han traído un perrito que vi ayer en la calle y que parecía perdido o abandonado, fue ayer por la tardecita, un perrito marrón con ojos tristes, quisiera adoptarlo.

-¡Bueno niño hubieras empezado por ahí y nos ahorrábamos tiempo y disgustos! Espera un momento.

Los minutos que el doctor tardó para Marcos fueron horas, se juntaban su ansiedad, los ladridos, los maullidos, los silbidos, la gente que se quejaba y por sobre todo su ganas inmensas de tener a Chicho con él.

El doctor apareció con el perrito en los brazos, Marcos saltó de alegría.

-Démelo doctor, démelo por favor, lo adoptaré, démelo, démelo.

-¡Basta niño ya te escuché no soy sordo! ¿No pensarás que voy a darle a un mocoso un perro sin que sus padres estén al tanto verdad? Yo soy un hombre derecho, no hago las cosas así no más, sin tus padres, olvídate del perro.

Por suerte para Marquitos, justo entraban a la veterinaria sus papás. Pronto todo se solucionó, vacunaron a Chicho, le hicieron una revisación médica, una ficha con todos sus datos y hasta le compraron un collar rojo con una chapita que hicieron grabar con su nombre.

Marcos no podía estar más feliz, Chicho tampoco. Luego de un tibio baño el perrito tenía exactamente el mismo color con el que Marquitos lo había pintado en su cuadro.

El pequeño no podía creer que su cuadro esa tarde fuese una realidad, una mascota feliz, con pintitas mágicas en su mirada, un collar y una chapita con un nombre elegido con amor.

Por la noche y como para completar el milagro de un deseo plasmado en una pintura Alvaro le regaló un huesito y Julieta una mantita tejida al crochet.

Los colores del cuadro no sólo estaban en el lienzo, sino en las sonrisas con que esa noche durmieron Marcos y el nuevo integrante de la familia.

Continuará…

Todos los derechos reservados por Liana Castello

MARCOS CUADROS, de vocación pintor es uno de los cuentos infantiles sobre los buenos sentimientos de la escriora Liana Castello. Cuento sugerido para niños a partir de nueve años.

Capítulo IV

Califica esta entrada

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recibe nuevo contenido en tu E-mail

Ingrese su dirección de correo electrónico para recibir nuestro nuevo contenido en su casilla de e-mail.



Descubre más desde EnCuentos

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo