Cuento infantil de aventuras sugerido para niños a partir de diez años.
Capítulo 1 El nido
Cielo, tierra y mar se abren a las alturas de las montañas, allí presidiendo se encuentra la montaña de Awaku, en todo su esplendor reflejada en el río Tucidio.
Cánticos en la lejanía se escuchan haciendo que este lugar sea más mágico, allí se encuentra Gala enseñando a las pequeñas sílfides a tocar el arpa.
Todas ensimismadas escuchan a la gran maestra, con delicadeza la armonía fluye de entre sus dedos, todas quieren algún día llegar a ser como ella, ágil en su vuelo, suave en sus movimientos, de sonrisa dulce, y siempre con una luz embriagadora.
Los nidos de las sílfides se encuentran enclavados en la montaña de Awaku, protectora de su estirpe, alimento de sus pequeñas y cobijo de sus vidas. Son seres armoniosos,bellos, con grandes habilidades mágicas y dominan los elementos del aire.
Sienten gran pasión por la música y tienen grandes habilidades para tocar instrumentos musicales al igual que magníficas dotes para la canción y la lírica. Normalmente se encuentran en las alturas de la montaña ó de las copas de
los árboles y rara vez tocan tierra.
Juveniles, de dulces gracias se encuentran en paz y armonía con la naturaleza y con el universo de los ukinawes-para ellas el mundo de los Hombres- les gusta batir sus alas de libélula
surcando el ancho cielo y se divierten danzando por la noche en el río.
Hoy a las pequeñas les toca clase de nubes, creo que es de sus clases preferidas, Cora es la gran maestra en este arte, recoge a las pequeñas en los nidos para trasladarlas al gran precipicio, es el punto más alto de Awaku y hasta que las sílfides no cumplen diez años de edad no están preparadas para dar el gran salto del vuelo, aunque son ágiles de movimientos hasta no llegada esta edad sus alas no están totalmente curtidas para realizar grandes vuelos, mover nubes ó iluminarse.
Todas están entusiasmadas hoy es un gran día para ellas, las peques están nerviosas y deambulan dando tumbos con sus pequeñas alitas sin control, Cora las mira con cariño y es conocedora de cuantos sentimientos y sensaciones están viviendo en este preciso momento.
Cora coge una liana de flores da uno de sus extremos a Neftalí y el otro a Janira y dice:
-Ahora mis peques quiero que os cojáis cada una a la liana antes de emprender el camino al precipicio de Orión, es un camino peligroso hasta que lleguemos y quiero que ninguna de vosotras se suelte ni bata sus alas hasta que lleguemos a la cumbre- antes de que las sílfides lleguen a Orión.
Deben prepararse para el camino, estarán un par de meses fuera de los nidos, y deberán estar provistas de todo lo necesario para cualquier imprevisto que pudiera surgir así como necesidades- Cora irá acompañada de varias sílfides maduras Nebraska y Otulia. Ambas son amigas desde la infancia, es imposible predecir su edad ya que las sílfides mantienen siempre su juventud y no envejecen.
Tienen una amistad fuerte, han vivido demasiadas experiencias que les ha hecho unirse para siempre, en el nido todas son una gran familia, todas están pendientes unas de otras, se ayudan desde infantes y maduran a ritmos vertiginosos siempre en grupo, no son seres individuales y siempre dependen unas de otras.
Se rigen bajo las normas de la Gran Sílfide Dakota. Cuenta la leyenda que es hija de una sílfide y un ukinawe, que conoce los dos mundos y que es la única que ha conocido la muerte de un ser querido, su padre León, nadie en los nidos conoce en persona a los ukinawes y todo ó lo poco que conocen es a través de relatos de Dakota, aunque no le gusta hablar mucho de ellos, dice que son seres ambiciosos, codiciosos y malignos, pudiendo estas maldades corromper a las sílfides seres puros y de gran compasión, todos estos malos sentimientos provienen de que a Dakota su madre Wakira la abandonó por su padre, dejó de ser Sílfide le arrebataron sus alas para que viviera con un Ukinawe.
Perdió su inmortalidad y su derecho de madre sobre Dakota, adquirió su alma mortal sobre un sentimiento de amor incondicional por León, este hecho nunca Dakota lo superó nadie en el nido habla de ello pero ella es la única que parece mayor que el resto de sus hermanas sílfides, es la única que parece que ha envejecido y signo de ello es la gran beta blanca de canas que tiene sobre su larga cabellera morena, es el ser más respetado y todas la veneran y admiran.
Aún envejeciendo muy lentamente sigue siendo inmortal, ya que las sílfides no mueren, unas vez que sus alas se vuelven plateadas se transportan al mundo celeste, dónde se encuentran todas las almas puras de sílfides adultas velando por el nido y la comunidad de sus hermanas.
Una vez todo preparado esperan a la Gran Sílfide Dakota para que les entregue la estrella de la guarda para proteger a su pequeñas predecesoras, todas cogidas en la liana de flores inquietas y expectantes esperan a la Gran Dakota, hace su paso volando desde las copas de los árboles las peques asombradas admiran su precioso vuelo. Una vez en tierra coge la liana floral de sus pequeñas las pone en círculo alrededor de ella y abriendo sus alas las acoge a todas, en su regazo trae trozos de nube coge un poco de tierra con su manos frotándolo con las nubes lo tira hacia el cielo, y batiendo sus alas hace que miles de estrellitas minúsculas caigan desde el cielo y se posen en la frente de sus pequeñas iluminándose una vez están instaladas en su hermosa frente, al mismo tiempo resplandecen todas y Dakota, Cora, Nebraska y Otulia comienzan el cántico de protección, las nubes se abren para dar paso a los rayos incandescentes del Gran Sol Yerú haciendo que se eleven todas las pequeñas danzando al unísono.
Continuará…..
Todos los derechos reservados por Elena Ramirez Martínez.
Cuento infantil de aventuras sugerido para niños a partir de diez años.