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Hospital de corazones – Capítulo III. Cuentos en capítulos

Hospital de corazones – Capítulo III. Cuentos en capítulos

Cuentos en capítulos. Cuentos de amor y con valores.

Capítulo III Clara y su triciclo

Los primeros días del hospital de Corazones fueron un poco tristes, nadie acudió a él.

La gente no confiaba en un doctor que ofrecía dulces y peluches, ni en un hospital sin camillas y sin quirófanos. Muchas veces lo diferente da un poco de miedo y eso era lo que ocurría con los habitantes de la ciudad. El doctor y su equipo de enfermeros esperaban algunos con paciencia, otros no tanto.

-Le dije doctor que era una idea un poco loca la que tuvo, que no iba a funcionar-comentó un enfermero mientras saboreaba un chocolate de la sala de los dulces.

-Yo no tuve una idea, tuve una corazonada que es muy diferente y sí funcionará, ya verán, sólo hay que darles tiempo-contestó optimista el doctor.

-Eso, hay que darles tiempo-dijo también una enfermera que tenía por costumbre repetir la última frase que escuchaba.

Y no se equivocan, poco faltaba para tener el primer paciente:

La mañana siguiente amaneció con un sol que sólo podía traer buenas noticias. El doctor miró por la ventana, intentó como tantas otras veces, acomodar su rebelde caballera y dijo:

¬-Hoy será un gran día.

Mientras tomaba una taza de rico chocolate caliente, escuchó un fuerte ruido que venía de la calle y con él, el llanto de una niña.

Clarita, una pequeña de cinco años quien iba con su triciclo, se distrajo para mirar un perrito y chocó contra un poste de luz.

La pequeña apenas se raspó la rodilla, pero el triciclo había quedado muy dañado. Clarita lloraba sin consuelo.

El doctor y sus enfermeros salieron presurosos a asistir a la pequeña.

-¿Qué ha sucedido niña? ¿Te sientes bien? -preguntó con voz dulce el doctor.

-Yo… buaaaaaaaa. Iba con mi… buaaaaaaaaaaaaa… cuando de pronto… buaaaaaaaaaaaaaa, mire mi triciclo doctor, mire cómo quedó… Buaaaaaaaaaa.

Era tal el llanto de la niña que mucho no se entendía su relato, de todos modos el doctor y su equipo se dieron cuenta de lo más importante. Clarita no lloraba por el raspón en su pierna, lloraba porque su triciclo estaba dañado.

-¿Cómo te llamas pequeña?-preguntó el doctor acariciando su cabecita.

-Clarita buaaaaa…. Mi triciclo se rompió…. Buaaaaaaaa

-Ven Clarita, los curaremos a ambos en el hospital y llamaremos a tus padres.

-¿Curará a mi triciclo?-preguntó sorprendida la pequeña y con una gran sonrisa en su rosto.

-Está lastimado, como tu rodilla, ambos necesitan ser curados.

Entraron al hospital, llevaron a Clarita a la sala de los dulces para que eligiera algo rico y llevaron a ambos a una sala donde había sillitas y muchas herramientas.

-Enfermera traiga la pomada acariciadora y mi caja de herramientas por favor.

-Pomada acariciadora y caja de herramientas-repitió la enfermera.

La niña ya no lloraba, comía su chocolate poco a poquito mientras miraba a ese hombre que se lavaba las manos para curar no sólo a ella, sino a su amado triciclo.

El doctor tomó la pomada de color rosa con pintitas blancas y la pasó suavemente por la rodilla de la niña, quien lo miraba con un ojo y con el otro miraba a su maltratado triciclo.

-¿Duele?-preguntó el doctor.

-¿Duele?-preguntó también la enfermera.

-Nada de nada-respondió la pequeña.

-Bueno entonces ahora le toca al triciclo-dijo el doctor y tomó las herramientas.

Enderezó las ruedas, atornilló ciertas partes, soldó otras y dejó al triciclo de Clarita más bonito de lo que era antes.

La niña no lo podía creer, su sonrisa iluminaba toda la sala. En ese momento entraron los padres de Clarita asustados y preocupados.

-Tranquilos todo está en orden-dijo el doctor-

Mi triciclo está curado y lo curó el doctor- gritaba la pequeña ante el asombro de sus padres.

El doctor explicó lo sucedido y retó un poco a los padres que habían dejado a su pequeña que diera una vuelta manzana solita.

-¿Cuánto le debemos doctor? –preguntó el padre.

-¡Mi triciclo está curado!-seguía gritando Clarita de alegría y sólo calló para abrazar al doctor y darle un lindo besito.

-No necesito más paga que ésta-dijo emocionado el doctor.

Clarita se fue feliz, el raspón no había sido lo más importante, ni lo más doloroso, ni lo que más le había preocupado. Había conocido a un doctor que no sólo curaba rodillas y daba dulces, sino que había sido capaz también de curar algo muy amado para ella, su triciclo.

Contiuará…

Todos los derechos reservados por Liana Castello

Ilustración de MARIA GRANADERO
[email protected]
web Art Maria Granadero

Capítulo I

Capítulo II

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