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Hospital de corazones – Capítulo II

Hospital de corazones – Capítulo II

Hospital de corazones. Cuentos en capítulos

Capítulo II La inauguración

El doctor vestía su guardapolvo blanco, el cual estaba muy bien planchadito, si no fuera por sus cabellos que no podían ordenarse nunca, podríamos decir que estaba prolijito.

Se paró en frente de todos los vecinos, intentó arreglarse un poco el cabello, sin suerte por cierto y ante la atenta mirada de todos, les dijo:

-Señoras y señores, damas y caballeros, niñas y niños, les doy la bienvenida al nuevo hospital de la ciudad, será un gusto atenderlos en sus necesidades.

Las personas suelen ser desconfiadas ante lo desconocido y los vecinos de esta ciudad no fueron la excepción.

-Mire doctor acá ya tenemos varios hospitales y son muy buenos-dijo el policía.

-Y que además tienen una cruz roja y no un corazón como éste-agregó el abuelo mientras señalaba con su bastón al corazón que estaba pintado en la fachada-no hay caso hospitales eran los de antes-agregó.

-Sabrá usted-intervino la señorita- que yo me he roto la muñeca de tanto corregir pruebas y he sido muy bien atendida en el hospital del norte de esta ciudad, tanto así que antes de irme les puse un diez felicitado.

El doctor los miraba y escuchaba sin dejar de sonreír.

-Si les parece-dijo amablemente-los invito a conocer el hospital por dentro, son y serán todos siempre muy bienvenidos.

Los vecinos se agolpaban por entrar, todos se empujaban para pasar primero. Los más chiquitos corrían, las madres intentaban detenerlos, los padres cuidaban que ningún abuelo fuera empujado, todo era desorden y revuelo.

-Tranquilos amigos-dijo el doctor intentando –sin suerte- acomodarse el cabello, todos podrán pasar y ver las instalaciones.

El policía comenzó a ordenar a la gente a puro silbato, la maestra amenazaba con poner malas notas y el abuelo ayudaba a acomodar a las personas con su bastón.

-Comenzaremos la recorrida por las instalaciones- dijo el doctor y todos lo siguieron.

El doctor comenzó a mostrar las diferentes salas que componían el hospital y la gente empezó a sorprenderse pues ese hospital en nada se parecía a ningún otro que hubiesen visto jamás.

-Aquí tenemos la sala de las golosinas y dulces- y mostró una habitación repleta de chupetines, caramelos, chocolates, galletitas de todas las formas, helados y masitas, tortas y pasteles. Todos miraban sin entender qué tenía que ver una sala de golosinas y dulces en un hospital.

Los pequeños se soltaron de las manos de sus mamás dispuestos a agarrar cuanta cosa pudieran sostener en sus manitos. De inmediato fueron detenidos por el oportuno silbato del policía.

-¿Dónde está el quirófano doctor? No lo veo por ninguna parte –preguntó una abuelita que no veía demasiado pero como era muy coqueta no quería usar lentes.

-No lo ve porque no hay- contestó el doctor para sorpresa de todos.

-¿Qué clase de hospital es éste que no tiene quirófano? –preguntaron a coro, tres madres, el policía, varios padres y la maestra también.

-¿Qué es un quirófano mamá?-preguntó un pequeño que no entendía por qué no le habían dejado comer un chocolate y ahora hablaban de cosas que nadie entendía.

-Aquí no harán falta quirófanos, se los aseguro-contestó el doctor.

-Pero ¿qué es un quirófano mami? –Insistía el pequeño intentando volver a la sala de dulces y golosinas a ver si la segunda vez tenía más suerte.

– Si no tiene quirófano le van a bajar nota doctor, yo sé lo que le digo- dijo la maestra.

-Continuemos -propuso el doctor.

-Aquí tenemos la sala de música, como verán hay todo tipo de instrumentos.

-¿Operarán en la sala de música? –preguntó la abuelita sin poder creer que no hubiese quirófano-No veo la camilla.

-No abuela, no hay camillas en la sala de música-contestó el doctor-lo que sí tenemos es camas muy cómodas, pasen por aquí que les muestro.

Y los llevó a una habitación con muchas camas, con abrigadas frazadas, peluches suaves y muchos almohadones.

-También tenemos un comedor-agregó el doctor- el menú es muy especial. El olor era realmente tentador, se podía sentir el aroma a sopa hecha en casa, pan recién horneado, galletas como las que hacen las abuelas y muchas cosas más.

La recorrida siguió por el parque donde había todo tipo de juegos, la sala de la risa donde había televisores en los que siempre se veían películas cómicas o dibujitos animados y la biblioteca que estaba repleta de libros que relataban las más bellas historias.

-Bueno amigos, eso es todo-dijo el doctor-a partir de hoy y cada vez que necesiten, los esperamos con gusto.

La gente se retiró desconfiada y sorprendida.

Nadie entendía qué tipo de hospital era ése, sin quirófano, con juguetes, golosinas, camas con almohadones. Sin camillas, pero son camas.

Realmente nadie entendía nada, pero poco a poco empezarían a entender.

Contiuará…

Todos los derechos reservados por Liana Castello

Ilustración de MARIA GRANADERO
[email protected]
web Art Maria Granadero

Capítulo I

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