El sello de Lyrax - Capítulo X es uno de los cuentos infantiles de aventuras de la escritora Elizabeth Segoviano sugerido para todo tipo de lectores. Ilustración a cargo de Elizabeth Segoviano.
LOS PEQUEÑOS VALIENTES
En el mundo de papel Ivy y Haibane notaron que algo importante estaba ocurriendo porque ya nada era tan sombrío ni color sepia, algunas cosas empezaban a tener color, como la hierba y el cielo, y el huevo en el que se había convertido el castillo oxidado brillaba aún más que el oro.
Ivy lo tocó, estaba tibio, era muy liviano pero increíblemente duro y resistente.
- ¿Ahora qué hacemos? –preguntó Ivy–
- Hay que llevarlo a donde habitan los demás dragones ..
. - ¿Y dónde es eso?
- No estoy seguro Ivy, las cosas en este mundo han cambiado mucho, yo permanecí dormido hasta que fuiste llamada, los dragones deberían estar aquí, pero no hay uno sólo.
Las palabras del cuervo fueron interrumpidas por un sonido muy peculiar, era como un débil tintineo seguido de un crujir y un rechinido; el sonido parecía venir de todas partes, se le escuchaba en el cielo, en las paredes de rocas que rodeaban el terreno, parecía salir de los guijarros y del suelo, provenía del follaje seco, lo llevaba el viento, se podía sentir en la piel; entonces Ivy lo supo, aquellos sonidos provenían del huevo dorado, éste de repente comenzó a estremecerse, un poco más fuerte cada vez, hasta que por fin pudo apreciarse sobre la superficie del cascarón una pequeña grieta; que lentamente se hacía más larga y ancha, hasta que se esta se abrió por completo y del huevo emergió una pequeña criatura increíblemente hermosa.
Tenía unas alas grandes, flexibles y cubiertas de hermosas plumas tornasoladas que cambiaban según les diera la luz, tenía unas garras fuertes color de la noche, que brillaban como diamantes, su cuerpo era largo y fuerte, asemejaba un poco a una iguana, pero las escamas que lo cubrían de pies a cabeza eran de un color dorado tan puro como el del sol, sus ojos eran color turquesa, recordaban el alto oleaje de los siete mares, tenían el resplandor de la luna y sus dientes, eran tan blancos como la nieve
¡ERA UN DRAGÓN HERMOSO! ... pequeño, pero hermoso, de inmediato la criatura posó sus ojos en Ivy, y la niña pudo sentir una conexión muy fuerte con él, era como si lo conociera de toda la vida, ni siquiera necesitaba hablarle, porque estaban hechos para ser amigos, era su destino, estaba escrito, así que Ivy abrazó al dragón; y en cuanto lo hizo tuvo una visión, le quedó perfectamente claro en dónde se encontraban los demás dragones... ¡estaban ahí!
Alrededor de ellos todo el tiempo, ocultos entre los retorcidos troncos de los árboles, ocultos detrás de la luna, por entre las nubes y estrellas, durmiendo bajo la interminable cantidad de hojas, siempre estuvieron ahí los guardianes, ocultos por un hechizo de Tandrara, pero ahora que tenían al nuevo dragón todos despertarían par estar juntos como desde hacía siglos lo habían hecho.
El corazón de Ivy latía lleno de emoción, sin embargo aquel momento de alegría se ensombreció rápidamente al ver que el túnel sellado estaba abriéndose, en un instante el color y la luz que estaba emergiendo volvió a oscurecerse, todo tomó un tono café, casi negro, comenzó a hacer mucho frío y los paisajes que antes lucían marchitos se convirtieron en un verdadero desierto; Ivy abrazó aún más fuerte al bebé dragón, y Haibane se convirtió nuevamente en una parvada, que se formó delante de Ivy como si fuera una muralla bien alta y sólida, y entonces la vieron, la gran alquimista que antes fuera el alma de los bosques en aquel mundo había regresado, y estaba furiosa.
Esa furia alimentaba su poder y formando un torbellino con el movimiento de sus manos hizo que los cuervos salieran disparados en diferentes direcciones y finalmente tuvo a Ivy y al pequeño dragón Thorfax frente a ella, indefensos ... o al menos eso pensaba Tandrara ... Ivy tenía miedo, pero no por ella, tenía miedo por Thorfax, él era aún más pequeño que ella, y la niña sabía que todas las criaturas pequeñas necesitan ser protegidas, ella no podía permitir que algo malo le sucediera al dragoncito; era cierto, ella sólo era una niñita, pero pelearía con uñas y dientes si era preciso para salvar a Thorfax.
Tandrara se acercó con su mirada llena de ira y su sonrisa perversa y quiso tocar al dragón, pero Ivy tomó de su bolsillo una de las manzanas que había tomado del árbol que había dibujado su hermano en el bosque y se la arrojó con todas sus fuerzas a Tandrara, y le dio justo en el ojo derecho, Ivy tomó otra manzana y se la arrojó al ojo izquierdo, hirió los ojos de la hechicera, todo estaba borroso y no podía enfocar la vista, y el pequeño Thorfax abrió su poderoso hocico y lanzó una bocanada de fuego tal, que mandó a la Tandrara a volar cientos de metros atrás, él tampoco iba a permitir que algo le sucediera a Ivy.
Entonces Haibane regresó, agrandó su tamaño, le dijo a Ivy que abrazara a Thorfax y se montara en su lomo, de inmediato se remontaron en el cielo cubierto de nubes completamente negras, la furia de la alquimista iba en ascenso, y conjurando uno de sus encantamientos hizo que su rostro apareciera en cada nube, luciendo cada vez más amenazador, su risa malvada era tan poderosa como los truenos, desde las alturas Thorfax seguía disparando bocanadas de fuego ... era aún más rápido que Tandrara, Ivy ya no sentía tanto miedo, y levantando sus manos al aire gritó
¡DESPIERTEN DE SU SUEÑO, QUE SE CAIGA EL VELO QUE CUBRE SUS OJOS! ¡DESPIERTEN YA DRAGONES TODOPODEROSOS DE LA DINASTÍA THORFAX! ¡DESPIERTEN SE LOS COMANDA SU GUARDIANA, LA PORTADORA DEL SELLO DE LYRAX!
La voz de Ivy había resonado más potente que cualquier tormenta, más avasalladora que el rugir de cualquier león, su canto despertó a los antiguos dragones, guardianes del portal entre los mundos.
Trece eran los magnánimos dragones, uno a uno comenzaron a surcar el cielo, dueños del aire, el agua el fuego y la tierra, protectores de las estrellas y portadores de la fuerza del sol, ¡los pequeños valientes Ivy y Thorfax lo habían logrado! Los pequeños que eran tan fuertes como cualquiera se habían defendido y habían despertado a los trece guardianes.
Continuará …
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