El Osito Bruno – Capítulo I. Lázaro Rosa. Escritor y ex educador cubano. Cuento en capítulos.
El osito Bruno casi siempre caminaba lentamente, daba tres pasos adelante y dos hacia atrás, seguidos de pequeños saltitos. Su pelambre era espesa y negra y vivía en el tronco de un grueso roble que, a su vez, se hallaba rodeado por un profundo bosque de álamos y sauces. Durante los fríos inviernos el osito permanecía todo el tiempo durmiendo dentro de su hoyo porque era el sitio donde había decidido fundar, de manera definitiva, su casa permanente.
Con ello se diferenciaba del oso Rigoberto que se mudaba, constantemente, de un árbol para el otro y en ocasiones vagaba por las montañas incluso bajo las grandes nevadas. Cuando llegaba la primavera, al despertar de su profundo y alargado sueño, nuestro Bruno se sentía hambriento y bastante agotado. Por esta razón necesitaba llegarse hasta el río vecino, hasta el Nelson, o marcharse a alguno de los arroyos donde acostumbraba irse a bañar y también a pescar.
A grandes manotazos el osito capturaba a veces hasta tres salmones, de entre los miles que saltaban continuamente, en medio de unos fuertes torrentes de aguas grises y bien heladas. Los mejores amigos de Bruno eran la lechuza Pody, el cuervo Ann y el ciervo Minne. Sabía de la existencia del gran oso pardo Rigoberto pero aún no había llegado a conocerlo.
La lechuza le hablaba continuamente de éste y le contaba que su pariente tenía por costumbre pasarse todo el tiempo caminando por las
Rigoberto se escondía de los rifles que cazaban en el verano porque nunca podían remontarse hasta esas grandes alturas. Pody veía al gran oso con frecuencia porque volaba en las noches hasta los cerros y hasta allí se llegaba Rigoberto para que la lechuza le contara viejas historias sobre sus antepasados. Sobre aquellos que tuvieron que escapar corriendo por los bosques durante las pasadas épocas de cacerías.
La lechuza le narraba que durante los meses de Julio y Agosto llegaban cientos de rifles para invadir los bosques y navegar en lanchas rápidas sobre las aguas del río Nelson. Los rifles se habían vuelto una verdadera plaga que amenazaba, no solo a Rigoberto, sino también la vida de todos los animales que poblaban en los montes.
El gran oso pardo vivía con el temor latente de que por entre los arbustos, en muchas ocasiones, los rifles aparecieran para dar con los animales que tenían pieles resistentes y que hicieran lo mismo con los ciervos rojos, los cuervos y hasta con las mariposas mágicas que podían transformarse en álamos, abedules o en cualquiera de aquellos árboles que llamaban la atención de todos por sus admirables y grandes alturas.
Pody repetía constantemente que era necesario que desaparecieran para siempre las jornadas de caza en los veranos pero, por el momento, todos los animales y las aves tenían que andarse con muchísimo cuidado, en estado máximo de alerta. La astuta lechuza tuvo la feliz idea de crear un comité de observación en los bosques que fuera presidido por el cuervo Ann. El comité daría la alarma sobre la presencia, o la indeseable llegada en cualquier momento, de los temidos rifles a los territorios naturales.
Bruno y Pody eran amigos inseparables. Cuando uno se marchaba a dormir la otra se preparaba para emprender sus largos vuelos nocturnos pero, antes de marcharse cada cual a lo suyo, ambos preferían conversar animadamente a pesar de la escasa luz, que ya a esas horas, podría mantener el sol sobre sus cabezas.
--¿Por qué te acuestas siempre tan temprano estimado Bruno?, das la impresión de ser un oso aburrido y de mucha mayor edad, aunque tu pelambre cada día se mira más negra y espesa.
El osito escuchaba a Pody que se había situado, repentinamente, encima del roble donde vivía. Conocía muy bien la voz de la lechuza y por ello miraba en dirección al cielo, sin asustarse, para poder verla a cuerpo completo. Pody se posaba, de una manera cómoda, sobre una rama gruesa y extensa que sobresalía muy por encima de las demás.
--Hola amiga, me acuesto hoy bien temprano porque siento mucho sueño, estoy cansado, en la tarde logré atrapar varios salmones cuando me fui a nadar al río Nelson, en realidad no me fue muy difícil la pesca porque había miles de peces saltando dentro del agua, me comí más de tres, estaban bien sabrosos, me siento repleto—Fue la respuesta de Bruno.
--¿Tuviste precaución con los rifles, verdad?—Preguntó Pody-
- Estamos en una jornada peligrosa, te recuerdo que en este verano habrán rincones del río Nelson que serán visitados con frecuencia por los cazadores furtivos y sus hijos. La lechuza, al hablar, se paseaba de un lado al otro por encima de la rama donde estaba posada. Daba pasos firmes y seguros y medía bastante sus palabras. Con sumo cuidado se llevaba su ala derecha hasta su pico curvo, marrón y achatado. Tenía la voz ronca pero, a la vez, calmada.
--No miré que nadie se me acercara, ni me estuviera observando, mientras estuve de pesca, sólo recuerdo dos águilas con sus cabezas doradas que también llegaron para comer salmones pero se mantenían alejadas de mi sitio, no sentí ningún peligro…
--Así y todo debes cuidarte mucho, no seas cabeza y duro, sigue el ejemplo de Rigoberto y míralo como se escapa hasta las grandes montañas para estar bien alejado de todos y, principalmente, de los rifles que disparan sus fuegos mortales y certeros…
--Tienes mucha razón, como siempre, en todo lo que dices mi astuta lechuza, mañana me iré a caminar hasta los bosques de arces y cipreses, allí probaré la miel que producen las abejas con sus enormes panales pero… ahora necesito dormir, por favor, si no te es mucha molestia ¿podrías dejarme en paz hasta mañana por la noche?
Tras estas últimas palabras el osito metió la cabeza dentro del roble y luego se estiró, lo más que pudo, para taparse el hocico con sus patas delanteras. Varias veces se pasó la lengua entre las uñas y luego giró sobre su lomo para acomodarse, ampliamente, en su enorme colchón de hojas secas.
En cuestión de tres minutos Bruno estuvo profundamente dormido y comenzó a emitir con su garganta sus característicos gorjeos, que fueron acompañados por fuertes y sonoros ronquidos.
La lechuza Pody se quedó mirándolo sonriente y en silencio. Más tarde el ave nocturna levantó su vuelo en dirección al área de caza donde iba a comer roedores, pequeños mariscos y caracoles blancos.
Continuará…
Muy bonito el cuento gracias.