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Muchos amores, muchos hogares

Muchos amores, muchos hogares. Cuentos de la vida cotidiana

Muchos amores, muchos hogares. Escritora Argentina. Cuentos de la vida cotidiana.

Tema del cuento: Los niños que, por circunstancias de la vida, tienen más de un hogar.


   La mayoría de las personas creemos que todos tenemos o deberíamos un solo hogar. Sin embargo y si bien lo pensamos, no tiene por qué ser así. De hecho algunas personas y muchos animalitos tienen varios y eso no indica que tengan menos suerte que aquellos que tienen uno, tal vez, por el contrario.

   Esta es la historia de Filomena una abejita que tenía más de un hogar.
   Filomena había nacido en un agujero de un árbol. Tenía a su papá, su mamá y demasiados hermanitos para poder contarlos. Filomena era feliz en su hogar, pero le gustaba volar y conocer otros lugares.
   Así fue que conoció muchos panales y muchas colmenas también. A cada lugar que iba, se hacía amigos pues era una abeja muy buena y simpática. Donde llegaba, siempre era bien recibida.
   Cierto día, su mamá enfermó. Consultaron con el médico del panal vecino, un zángano muy sabio que le dio unos remedios y logró que su mami mejorase mucho. Si bien su mamá ya no corría peligro, la enfermedad la había debilitado y ya no podía cuidar a tantos hijitos como tenía.
   Así fue que con el papá, tuvieron que tomar la decisión de enviar a sus hijos mayores a otros panales o colmenas para así sólo quedarse con los más pequeñitos.
   Eran tantos que los dividieron en grupos. No todos los hermanos estaban de acuerdo y era lógico, todos querían estar con su papá y su mamá. Sin embargo, si bien Filomena también quería estar con sus padres, lo vivía de distinta manera.
   Había hecho tantos y tan buenos amigos que, en el panal donde fue a vivir, la recibieron con muchísimo amor. Allí había una abeja mamá que le daba todo su cariño y un zángano papá que también la amaba muchos. Ambos le brindaron amor, cuidado, mimos, atención y otro verdadero hogar.  Por supuesto que ella sabía que su familia de nacimiento había quedado en aquel agujero del árbol, pero con el tiempo, sintió que esta nueva familia también era suya pues realmente así se lo hacían sentir y así lo entendía su corazón.
   Por otro lado, estaba Coqueta, la abeja reina de una de las tantas colonias que había, quien vivía en la colmena más hermosa y poblada de todas.
   Coqueta era una abeja de bastante edad. Sus hijos y nietos habían viajado hacia otros lugares. Como esta abuela tenía mucho amor para dar y no quería guardarse ni un poquito, lo brindaba a todas las abejas obreras, a los zánganos y a las que la visitaban como por ejemplo Filomena.
   Ambas abejas tenían largas conversaciones dignas de abuela y nieta, se divertían volando juntas y chocando sus alitas. Para Filomena la colmena de Coqueta era un hogar más.
   Una noche se desató una tormenta muy, pero muy fuerte. El viento soplaba de tal manera que arrasó con panales, colmenas, ramas de árboles y todo lo que tenía a su paso.
   Como tantas otras veces, Filomena estaba volando, cuando la tormenta la sorprendió. No tuvo tiempo de reaccionar y resguardarse, por lo que el viento la llevó lejos, muy lejos. Cuando despertó de su desmayo, realmente no sabía dónde había ido a parar.
   Estaba desorientada y sintió miedo.
   Por otro lado, en su vecindario todas las abejas trataban de reponerse del mal momento que había vivido. Empezaron a poner en orden las cosas y no tardaron en darse cuenta que Filomena no estaba
    Como estaba perdida, Filomena decidió ir a la oficina de abejas extraviadas.  La atendió un oficial zángano con mucha experiencia en estos temas. Luego de preguntarle su nombre, quiso saber dónde quedaba el hogar de la pequeña. Cuando Filomena le dio tres direcciones distintas, el confundido oficial creyó que le estaba haciendo una broma.
   – Acá hay algo que no anda bien, creo que no me has entendido pequeña. Te pregunté dónde queda tu hogar para que puedas volver.
   Filomena volvió a darle las tres direcciones: la de su mamá y su papá, la de su mamá del corazón y la de su abuela postiza, la reina.
   – Parece que no soy claro- dijo el pobre zángano agarrándose la cabeza.
   – Volveré a preguntarte ¿dónde queda tu hogar? ¿Dónde está tu familia?
  La pequeña repitió las tres direcciones sin equivocarse un solo número.
  Esta  visto que no nos entendemos, si querés volver con tu familia, vas a tener que decirme dónde está, nadie tiene tres familias. Dijo el oficial,  quien de abejas perdidas sabía un montón, pero de familias, amor y hogares muy poco.
   Filomena se dio cuenta que si no le contaba su historia, se quedaría allí para siempre. De todos modos, no era un secreto para nadie. Ella estaba orgullosa de saber que tenía una mamá de nacimiento, otra del corazón, una abuela que no era del todo su abuela, pero que a todas ellas las amaba con toda su alma. Así se lo contó al oficinal que cada vez se sentía más confundido.
   También le explicó que ella era una abejita con muchísima suerte, porque muchas personas la amaban y en tres casas diferentes, ella tenía un hogar verdadero.
   El zángano pidió un calmante para el dolor de cabeza. Hay personas y abejas también a las que les cuesta mucho entender que hay más de una manera de vivir, más de una realidad y puede haber más de un hogar.
   Todavía algo confundido, el oficial preguntó:
   – Y entonces  ¿a qué dirección te llevo?
   – Pues a cualquiera de las tres. De todas maneras, todos me deben estar buscando- Contestó Filomena muy segura.
   Ya resignado, el zángano tomó un mapa y emprendió con la abejita  el vuelo de regreso.
   Llegando a pueblo, Filomena comienza a gritar:
   – ¡Allí, allí a la derecha! ¡Mi mamá, mi mamá!
   Contento de cumplir con el deber de devolver a la abeja perdida, el oficinal comenzó a aterrizar, cuando de repente escuchó:
   – ¡Allí, allí a la izquierda! ¡Mi mamá!
   – Pues niña, creo que tenés que decidirte ¿dónde está tu mamá, a la derecha o  la izquierda? Así no llegaremos nunca.
Lejos de contestarle, Filomena vociferó:
   – Derecho, derecho está mi abuela.
   El zángano seguía sin entender. No sabía dónde aterrizar, si derechito, a la izquierda o a la derecha. Pensó en preguntarle qué casa veía, pero tuvo miedo que le diera las tres direcciones y eso lo iba a aturdir aún más.
   Desorientado como nunca, el oficial aterrizó donde le pareció junto con Filomena.
   No pasó mucho tiempo, sin que aparecieran muchísimas abejas felices de ver a la pequeña sana y salva.
   Dos de ellas, no hacían más que decir “hija, hija”, otra decía: “mi nietita del alma, gracias al cielo que estás bien” y unos cientos gritaban ¡“hermanita volviste”!
   El oficial creía que iba a enloquecer: una pequeña abeja con dos mamás, una abuela que no era del todo una abuela, pero a la vez, sí lo era y miles de hermanitos. Nunca en todos sus años de devolver abejas perdidas había visto algo semejante.
   Todos estaban tan felices de volver a ver a la pequeña y tan agradecidos con el pobre zángano, a quien ya a esta altura de la situación le dolía aún más la cabeza, que discutían entre sí a ver quién lo invitaba primero a su casa a comer.
   En los tres hogares de Filomena fue tan bien recibido, había tanto amor en cada uno de ellos, que lo extraño empezó a parecer lógico.
   Luego de haber visitado a las tres familias y con unos kilitos de más por toda la comida que le habían dado, el oficial comenzó a entender.
   Donde hay alguien que nos ama y que nos da un lugar a su lado, hay un hogar.
   Si uno tiene la suerte de tener más de una persona –o abejita- que nos cobije y nos cuide con amor, entonces habrá más de un hogar.
   No todos tenemos la misma vida, ni el mismo tipo de familia, se trate de abejas, osos o niños, pero eso no es lo verdaderamente importante.
   Lo fundamental en la vida de todo ser es amar, ser amado y poder encontrar en aquellos que nos aman una familia y un hogar, o varios, nunca se sabe.

Fin

Hecho el depósito de ley 11.723. Derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial. Nro. Expte. Direc. Nac. Derechos de Autor 749437

Para pensar un ratito:

– Hay niños que, por diferentes circunstancias, tienen más de un hogar ¿Conocés algún niño en esta situación?

– ¿Pensas que hay un solo hogar o, como la abejita del cuento, crees que puede haber más de uno?

– ¿Te sentís bien al saber que muchas personas te quieren y te brindan ese hogar?

– ¿Cómo lo vivis?

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