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Momentos mágicos

Momentos mágicos. Cuentos cortos infantiles. Cuentos de hadas. Escritores de cuentos infantiles.
El vasito plegable de plástico rojo se abrió como un pequeño acordeón y empezó a saltar de banco en banco. Los chicos, asombrados, dejaron de atender a la maestra, entusiasmados con el vasito  que se volvía a llenar una y otra vez de una bebida fresca y riquísima que nadie había probado nunca. Lo bueno era que bebían sin llegar a hartarse nunca,  y sin que ni siquiera se les hinchara la panza como les sabía  ocurrir cuando tomaban otras bebidas.
La señorita Claudia se asustó mucho cuando lo vio aterrizar en su escritorio sin que se le chorreara una sola gota. Pero no dijo ni palabra, y agarrándolo con  cierta crispación apuró de un viaje aquel delicioso líquido. Los chicos gritaron y la aplaudieron.
El vasito rojo era de Sofía. Cuando todos la interrogaron con ojos de asombro, la niña explicó que  había sido un regalo de su hada madrina. Nadie  se rió ni puso en duda  que aquella compañerita pálida y callada, que hablaba con cierta dificultad debido a los alambres que acomodaban sus dientes, pudiera tener un hada madrina.
Sofía hubiera querido conocer a su benefactora, pero le habían dicho que vivía muuuy lejos y que estaba siempre ocupada ayudando a los niños enfermos que languidecen en los hospitales. Sin embargo, dos veces al año – el 6 de enero, día de Reyes, y el 3 de febrero, día del cumple de Sofi- llegaba a la casa una encomienda repleta de regalos maravillosos.
El vasito plegable de plástico rojo cumplía magníficamente la función de aplacar la sed , y en su interior, brillaban las burbujas como estrellitas mágicas.
Pero otras cosas extrañas acontecieron en la escuelita de verano : como por ejemplo que la torta con azúcar negra que los niños comían  a las diez de la mañana, tenía una boca roja, ojos y nariz de mulata, y que les sonreía y les hacía un guiño simpático cada vez que tomaban un bocado de ella. Que a la hora de almorzar, cucharas y tenedores ejecutaban una danza de lo más divertida que los hacía reír mucho. En una ocasión, ante la mirada atónita de  Francisco, el chico de quinto B, una suculenta milanesa a la napolitana se transformó en un barquito de vapor, y el queso que la cubría se fundió, y escapó por la pequeña chimenea.
En otra oportunidad la señorita Claudia explicó de qué forma se obtenían los alimentos que  estaban consumiendo, y después, para probar conocimientos, preguntó: -¿Entendieron chicos…?- Todos a la vez respondieron : – ¡ ííííííí ! –  Entonces ella dijo : – A ver  Julia…¿cómo obtenemos la leche de la vaca?- A lo que la chica respondió : -¡Pero seño, qué pregunta fácil ! Meten a la vaca adentro de una nave espacial y la mandan a la Vía Láctea. Allí la vaca se bebe la galaxia y vuelve a la tierra con las ubres repletas. Lo bueno es que la galaxia, por su enorme poder reproductivo vuelve a formarse en el cielo, y así nos provee de leche a toda la humanidad. Mientras Julia hablaba, su piel se había cubierto de estrellitas; algunas giraban alegremente en torno a su cabeza, otras, iluminaban su cara y su delantal.
La maestra estaba cada vez más asustada, pero trató de disimular, y siguió preguntando : -A ver Nacho…, ¿cómo se elabora el pan? – ¡Ah, qué fácil !- dijo el  muchacho ; – se convoca a todos los panaderos de la región, pero tienen que esperar un día de viento para que se desprendan de los cardos y vengan volando. Cada panadero entrega su semilla que después se muele en el molino, y bueno, ya está, así tenemos el pan .
La señorita Claudia había quedado desorientada; no sabía qué decir. Con voz temblorosa  arriesgó otra pregunta : – ¿ Y la miel…? ¿De dónde se saca la miel?
-¡Yo señorita!- pidió Matías . – Muy simple : las abejas son hadas disfrazadas de insectos ¿no se dio cuenta? Por eso la miel es un alimento único y maravilloso-.
En ese momento, todos callaron; algo extraño estaba ocurriendo afuera : la campana tocaba sola. Al principio la señorita pensó que la movía el viento, pero enseguida cayó en la cuenta de que el día estaba completamente sereno. Alarmada agarró el celular y marcó el número de los bomberos : -¡Por favor, vengan a la escuela Cota! ¡Están pasando cosas muy raras! ¡Auxilioooo!-
Todo el personal de la escuela había visto la campana tañendo sola como loca, y el portero se había quedado tieso con los ojos  en blanco, como esos bolones de color lechoso con los que juegan los chicos.
Cuando llegaron los bomberos las cosas habían vuelto a la normalidad : el vasito plegable de plástico rojo descansaba en el bolsillo izquierdo de la mochila de Sofía; la señorita Claudia aseguró que ese vaso era el culpable de todo. La campana ni se movía. Los chicos respondían correctamente las preguntas de la maestra.
Los bomberos se fueron, tal vez un poco molestos porque los habían llamado por una emergencia y al final todo estaba tan normal. El jefe reflexionó con estas palabras : – O la señorita es una aspamentosa y los chicos unos mentirosos, o…-
-O qué- dijo un bombero petisito y gordo –
-¿Ustedes creen en brujas…?- preguntó el jefe .
Todos respondieron a la vez : – ¡No! ¡Pero que las hay…las hay!
Y salieron a mil por hora haciendo sonar la sirena a todo lo que daba por las dudas.

Fin

Autora: Dora Ponce

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