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Destino…Palmares de Colón. Niña escritora de 13 años de Paraná, Entre Rios, Argentina.

Ser aventurero es parte de mi vida, ya viajé por África, Asia y Europa, conocí su flora y su fauna. Ahora emprendo viaje a América donde me voy a encontrar con las maravillas naturales de una provincia en particular, Entre Ríos, en Argentina.

Ya es muy tarde del 16 de septiembre y me preparo para aterrizar, empiezo a sentir la adrenalina corriendo en mis venas.

Al bajar del avión, siento la brisa rozar mi piel; tomo un taxi, me encuentro en la cuidad de Colón, voy directo al Palmar.

Me sorprendo con el paisaje, un mosaico de bosquecillos, palmares, pastizales suavemente interrumpidos por pajonales y sectores de la selva en galería que acompaña los cursos de agua.

Con un relieve poco ondulado y arroyos de caudal tranquilo que lo atraviesan de este a oeste desembocando en el río Uruguay, esto es naturaleza verdadera.

Me da curiosidad seguir su curso, me encuentro al margen del río una selva con vegetación tupida, integrada por mirtáceas y mataojos; me acerco a tocar la primera, es guayabo colorado, su corteza, lisa y fría.

Miro a mí alrededor, cientos de palmeras yatay, típica característica del Parque, con parches de diferentes densidades.

Las aprecio de arriba abajo, miro su final, un estrato continuo de hierbas, margaritas, petunias silvestres, toda una belleza.

Escucho su música natural con armonía única, arañeros, inambú, pájaros carpinteros, perdices, cachalote castaño, cotorras y el viento que mueve las hojas suavemente.

Lleno de animales, me aproximo a mirarlos, me voy internando más y más, no se donde voy, no se donde estoy…doy vueltas y nada me indica la salida. En eso encuentro ñandúes tapados entre los pastos altos, vizcachas y un jabalí europeo.

Miro a un lado, un zorro de monte me observa, nuestras miradas se cruzan, siento el contacto entre los dos que se va perdiendo entre las ramas espinosas.

Seguí un camino sin final, me detengo agacho mi cabeza, una víbora yarará quiere atacarme. Corro sin saber que hacer, es muy rápida, el cascabel de su cola me aturde. El miedo me hizo olvidar que solo quedarse quieto y moverse lento es necesario para evitarla; caigo, me siento acorralado…retrocedo como puedo.

Me doy vuelta, me parece ver una salida, me apresuro hacia ella, me encuentro en el final de mi recorrido, hay una faja de bosques semixerófilos, camino mientras aprecio aromos y ñandubayes.

El sol se oculta, es hora de regresar. Llego al hotel, imágenes pasan por mente, recuerdos inolvidables.

Aún subyugado con lo que viví me recuesto, cierro mis ojos y me entristece saber que terminó.

A pesar de las complicaciones siempre quedará grabado en mi memoria lo inédito de esta flora y fauna autóctona de un único lugar, ENTRE RÍOS.

Fin

Hadita Rebelde. (Seudónimo)

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