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Por Ana Inés Villarroel Quiróz. Cuentos infantiles de viajes y aventuras

Un mes sin gaviotas. Ana Inés Villarroel Quiróz. Niña escritora argentina. Cuento infantil sobre las aventuras de un grupo de amigos en vacaciones.

Un mes sin gaviotas

Un mes sin gaviotas - Cuento infantil de aventuras

Hace un mes, veinticinco días, tres horas y cinco minutos fui unos de los mejores héroes que tuvo isla Gaviota.

Claro, ustedes se preguntarán qué es isla Gaviota. Bueno, isla Gaviota es una isla donde abundan las Gaviotas y sólo por eso isla Gaviota tiene turistas.

Cierto día, un señor llamado Tomas Sigmar alejó a las gaviotas de isla Gaviota y yo con un grupo de amigos hicimos que las gaviotas volvieran.

Como todos los años en las vacaciones de verano, mi familia y yo… ¡Alto! Primero y principal me tengo que presentar: Mi nombre es Martín y tengo doce años. Mi hermana se llama Sofía, pero le decimos Sofi y tiene diez años. Y mis papás se llaman Esteban y Olivia.

Como todos los años en las vacaciones de verano, nos vamos de viaje a algún lugar ¡Pero que tenga playa! Mis papás siempre nos dejan invitar a un amigo y yo -como siempre- invito a Juan y Sofí a Cami (Camila) Y este año nos tocó ir una pequeña isla cerca de Australia llamada isla Gaviota.

Nos íbamos el 10 de Enero a las 8:00 de la mañana para llegar al aeropuerto a las 9:00 así teníamos dos horas para recorrer y una para descansar. Salimos a las 11:30 y llegamos tipo a las 12:00 de la noche. Llegamos al hotel y nos quedamos dormidos. Al día siguiente, lo primero que hicimos es pedir ir a la playa.

Mientras nosotros estábamos pidiendo de ir a la playa, el señor Tomas Sigma estaba rezongando.

-¡Uy estas gaviotas que molestas! ¡Siempre están gritando! ¡Aja!

El señor Tomas era un muy buen inventor y se le ocurrió un plan para deshacerse de las gaviotas.

Nosotros, mientras tanto, jugábamos a guerra a de arena y entonces, llegó la hora de ir a playa Gaviota a darle de comer a las gaviotas. Como estábamos cerca de allí, fuimos caminando. Cuando llegamos, había un bochinche en el mini escenario y no sabíamos qué pasaba entonces escuchamos por los parlantes:

No sabemos qué pasa pero las gaviotas ya tendrían que estar aquí así que esperemos un poco más.

Esperamos horas y horas y horas, pero nada. Después de un tiempo volvimos al hotel desilusionados.

-No se preocupen seguramente mañana volverán -Dijo mamá con un tono positivo.

-Bueno chicos igual podemos hacer un montón de cosas más: ir al cine, al shopping, a algún restaurante o recorrer otras cosas ¿No?-Dijo papá.

-¡Si chicos! ¿Por qué no vamos a comer a algún restaurante a ver que tal es la comida? -Dijo Juan.

-¡Vos Juan siempre pensando en comer!

Al final fuimos a comer al restaurante “Alta mar”. La comida estuvo riquísima y cuando terminamos de comer, nos pusimos a jugar. Fuimos a jugar cerca de la sala de fumadores y fue cuando escuchamos. «Si las gaviotas ya están en esa isla….no nadie vio nada….si, si te pagaré lo que te debo…adiós”.

Por un momento todos nos quedamos paralizados. No sabíamos si nuestros oídos nos mentían o era de verdad. Pero lo que habíamos escuchado era verdad, pero eso nos revelaba porque hoy no había gaviotas. Primero pensamos decírselo a mis papás pero no nos iban a creer así que lo mantuvimos en secreto.

Al otro día lo primero que hicimos fue ir a la playa y ahí nos encontramos con otros dos chicos: una chica y un chico. Se llamaban Nicolás y Teresita (Tere). Jugamos toda la mañana y mis papás se hicieron muy amigos de sus papás.

Como nos hicimos íntimos amigos, les contamos lo que había ocurrido en el restaurante y les describimos cómo era ese señor y ellos dijeron que habían visto a ese mismo señor en la ferretería y compraba miles y miles de redes, y que el vendedor le había preguntado por qué tantas redes pero el no dijo nada. Cami empezó a plantear una hipótesis de qué estaba ocurriendo, pero no se le ocurrió nada.

Estuvimos toda la tarde jugando y a la noche fuimos a tomar un helado. Los papás de Nico y Tere conocían a unos amigos que eran dueños de un bote del muelle.

Como iban a organizar salir a pescar al otro día nos invitaron, nosotros aceptamos pero teníamos que llevar algo para comer, ellos traían las carnadas y los dueños del barco el barco y las cañas. Al otro día fuimos al muelle a eso de las 12:00 hs. Los dueños del barco tenían dos hijos: Daniel y Federico. Eran dos gemelos muy simpáticos y nos hicimos muy amigos.

Cuando salimos a mar abierto hicimos dos grupos para el concurso de quién pescaba más peces. Un equipo era de mujeres y otro de varones. Como éramos más varones tuvimos que hacer piedra, papel o tijera. Como perdió Juan se fue al equipo de las mujeres, pero no se quejó después porque ganaron las chicas quince a trece peces.

Después de un rato lo grandes se fueron a dormir dejando a los gemelos a cargo. Nos quedamos charlando un buen rato hasta que Cami dijo: -¡Miren! Y señaló al horizonte. Se veía un barco grande con unos pájaros blancos encima. No se veía muy bien lo qué estaba pasando así que Daniel trajo un catalejo.

-Son gaviotas, miles de gaviotas.

Nos quedamos tanto tiempo viendo cómo se alejaba el barco, que nos olvidamos de decirles a nuestros padres. Ya para cuando nos acordamos, el barco ya se había esfumado. No quisimos decir nada porque no teníamos evidencia, así que nos quedamos callados cuando nuestros padres se despertaron.

Cuando llegamos al muelle eran las 4:00 de la tarde y fuimos a la casa de Nico y Tere a tomar el té. También invitamos a Daniel y Fede. Compramos unas ricas facturas en el camino.

Cuando terminamos de tomar el té, todos salimos corriendo al cuarto de Tere y Nico para discutir el tema del barco que habíamos visto.

-A mi me parece algo sospechoso lo del barco -Dijo Juan.

-No y también lo del restaurante -Dijo Cami.

-¡Y lo de las redes!´´ -Grito Nico.

-¡Shhhhhh!´´-Dijo Fede- Te van a escuchar.

-Me parece que ese señor se quiere deshacer de las gaviotas -Dijo Tere.

-Hay que hacer un plan -Dije yo (Martín).

Como todos estuvieron de acuerdo, diseñamos un plan. Al otro día nos despertamos a las siete de la mañana y nos fuimos a la ferretería.

-Buenos días -Dijo el señor de la ferretería- ¿Qué hacen ustedes aquí tan temprano?

-Hola venimos a ver quién es el señor que le compró tantas redes -Dijo Daniel.

-Bueno si están tan interesados… se llama Tomas Sigma.

Después fuimos al muelle a preguntar por un barco que había salido ayer a alta mar. Mientras tanto Daniel y Fede fueron a buscar el barco de sus papás. El señor del muelle les dijo que un señor Sigmar había comprado el bote más grande que tenían.

Después se fueron a la playa y quedaron encontrarse con Daniel y Fede para salir a mar abierto con el barco. Daniel era el capitán del barco y manejaba. Fede Juan y yo izábamos las velas. Nico miraba con el catalejo. Y las chicas hacían un poco de todo. Pasaban horas y horas pero Nico no veía nada.

Tipo seis de la tarde Nico grita.

-¡Tierra a la vista! –Sí, en el horizonte se veía una pequeña isla.

Cuando nos íbamos acercando se veía cada vez mas grande. Luego de unos minutos se pudo ver con claridad el barco que Tomas Signar había comprado. Al llegar a la isla, decidimos que las chicas se quedarían en el barco por precaución, pero las chicas se negaron. Cuando entramos a la selva para buscar a las gaviotas pensamos que iba a ser fácil porque las gaviotas hacen mucho ruido pero fue más difícil de lo que pensábamos.

Después de un tiempo empezamos a oler un olor a pescado que nos guió a dónde estaban todas las gaviotas. Nos escondimos detrás de unos árboles para espiar qué estaba tramando el señor Sigmar. Bueno, después de un tiempo escuchó un ruido detrás de los árboles donde estaban Tere, Cami y Sofi. Para tratar que ellas escaparan, Daniel y Fede hicieron mucho ruido para que fueran hacia ellos pero era demasiado tarde ya, las había visto.

Las ató a un árbol cerca del escritorio donde estaban los planos del malvado Señor Sigma. Como Cami estaba cerca de los planos empezó a mover la boca para que Juan que sabia leer labios lo transcurriera. Después idearon un plan para rescatarlas. Daniel y Fede distraían al Señor Sigmar. Nico iba a rescatar a las chicas. Y Juan y yo a liberar a las gaviotas. Mientras Daniel y Fede corrían el Señor Sigma cayo en una trampa que él mismo había hecho para los intrusos. Daniel y Fede lo ataron y lo tenían como prisionero.

Nico trataba de desatar el nudo pero era muy difícil y Tere le prestó la navaja que su papá le había regalado. Juan y yo tratábamos de espantar a las gaviotas pero era muy difícil y a Sofi se le ocurrió una idea transportar todo el pescado que había en la isla al bote grande y así las gaviotas seguirían el bote grande otra vez a la isla.

Cuando terminamos de transportar todo el pescado que pudimos, decidimos que Fede conduciría el barco grande y Daniel el barco de sus papas. En el barco grande iban Nico, Tere, el Señor Sigma y yo. Y en el otro barco Juan, Cami y Sofi.

Mientras tanto nuestros padres nos buscaban como locos en la isla pero nada, no nos encontraban. Llamaron a la policía, le preguntaron a todo el mundo pero no había caso. Luego se sentaron en las playas tristes, desilusionados, preocupados, preguntándose dónde estaríamos. Después de un tiempo vieron algo en el horizonte. Un barco enorme con pájaros blancos arriba.

Entonces fueron corriendo al muelle con la esperanza de que fuéramos nosotros los que iban en el barco. Cuando el barco se fue acercando nos reconocieron y se pusieron muy felices. Al llegar al muelle todas las gaviotas salieron volando por todas partes para que las vieran y supieran que habían vuelto.

Luego nuestros padres subieron al barco grande y nos ayudaron a bajar al señor Sigma. Después nos abrazaron, nos mimaron, nos dieron besos y todas esas cosas. Luego llamaron a la policía para que arrestaran al señor Sigma.

Después de unas horas nos felicitaron y nos hicieron una ceremonia en nuestro honor. Nos pusieron medallas y nombraron una calle para cada uno. Nos quedamos unos días más y ni siquiera podíamos salir a la calle por todas las personas que había. Llegó el día de despedirnos.

Nos costó mucho despedirnos después de las cosas que habíamos pasado y cuán amigos éramos. Pero prometimos que seguiríamos en contacto y que todos los años vendríamos a isla Gaviota y nos juntaríamos otra vez.

Fin.

Un mes sin gaviotas es un cuento de la niña escritora Ana Inés Villarroel Quiróz © Todos los derechos reservados.

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