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La casa del muerto «¡Buenas noches señor muerto! ¡No me asuste por favor!» –decía a manera de saludo.

Por Alberto Suárez Villamizar. Cuentos de terror cortos.

Los lugares donde ocurren asesinatos siempre son motivo de miedo y la gente suele tender a evitarlos. Más aún si se trata de una vivienda en la que aparece el cuerpo del muerto y el lugar tiene que volver a alquilarse, en un pueblo donde todos se conocen. La casa del muerto es uno de los cuentos cortos de terror escrito por Alberto Suárez Villamizar, de Colombia. Un cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

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La casa del muerto

Llegaron a ese pequeño pueblo cuando los trabajos ya se habían iniciado y las pocas opciones de alojamiento estaban ocupadas por quienes arribaron en primer lugar. Así que tuvieron que deambular bastante por el pueblo para lograr conseguir un sitio donde ubicarse. Hasta ese entonces no se conocían, solo tenían en común el hecho de ser compañeros de trabajo. Finalmente lograron encontrar un par de habitaciones en una casa de familia.

El lugar donde se alojarían no era bueno, la vivienda era bastante vieja y estaba descuidada. Era notorio el deterioro y el olor a podredumbre por todos lados, y mucho más en las habitaciones que habían tomado en alquiler. Además la dueña de la casa, buscando ayudarse económicamente, mantenía un criadero de gallinas en el patio, lo cual generaba malos olores.

Ante la imposibilidad de conseguir algo mejor, iniciaron los trabajos viviendo en esas condiciones, teniendo la esperanza de encontrar más tarde una vivienda en mejor estado.

Transcurría el tiempo y la situación no mejoraba, ya que la oferta de vivienda de aquel poblado era muy escasa.

Pero un suceso cambiaría las cosas.

Un día sábado en un apartamento cercano se presentó un grupo de hombres armados y asesinaron a su habitante, allí mismo en la sala que el difunto utilizaba como oficina en ejercicio de sus labores como abogado. En un rincón quedó el cuerpo sin vida y como rastro de la acción en la pared quedaron las perforaciones de las balas que no habían dado en su blanco.

Este fue un hecho que conmocionó a la población, pues se gozaba de una calma total, donde estos casos eran poco frecuentes.

Transcurridos unos días de aquel suceso, Horacio comentó a su compañero:

Carlos, la señora Marina, la dueña de la vivienda donde asesinaron al abogado me ofreció el apartamento en arriendo para que lo ocupemos, dice que nos colabora ¿Usted qué opina?

Vamos a mirarlo y tomamos una decisión –respondió Carlos, poco animado ante la cantidad de viviendas que habían visto, sin conseguir algo más agradable que el lugar que habitaban desde su llegada–. Esperemos cuando podemos hablar con la señora.

Dos días después se encontraban sentados en la sala de la casa de la señora Marina, la dueña del apartamento:

Buenas noches señores ¿cómo han estado? –saludó la señora.

Buenas noches, señora, ¿Cuáles son las condiciones para tomar en alquiler el apartamento? ¿Y cuándo podemos verlo? –preguntó Carlos bastante interesado, a aquella amable señora–.

Señores, quiero que me colaboren –respondió–. Ustedes saben que por la muerte de ese señor en la casa, la gente se atemoriza ya que no están acostumbrados a ese tipo de situaciones y nadie quiere tomarlo, dicen que ahí asustan y por lo tanto nadie quiere vivir allí. Yo necesito alquilarlo pues necesito tener ese ingreso. Estoy dispuesta a colaborarles, pues con el hecho de que ustedes lo habiten hará que la gente pierda el miedo y se dé cuenta que ahí no pasa nada. Les daré un buen precio y les facilito unos muebles, una nevera, un televisor y una estufa para que vivan mejor.

Si señora, estamos interesados, y le agradecemos sus ofrecimientos. Miremos el apartamento –dijo Horacio, poniéndose de pie–.

Se dirigieron a conocer el apartamento.

El apartamento tiene dos habitaciones –dijo la señora– una tiene ventana hacia la calle, la otra para el bosque, en esa habitación no tengo cortina para la ventana, pero teniendo en cuenta que es un segundo piso creo que no haga tanta falta. Tiene un baño, la sala en cual les dejo un televisor y los muebles, la cocina donde les dejo estufa y nevera. También cuenta con un lavadero y zona de ropas.

Está bien señora, mañana mismo nos mudaremos –respondieron casi al tiempo Carlos y Horacio.

El día siguiente empezaron a ocupar el apartamento. Horacio tomó la habitación con ventana a la calle, y Carlos la otra, que tenía un gran ventanal, el cual no contaba con cortina y daba hacia la espesura de un bosque contiguo. Estaban separadas por un baño, el cual debían compartir. Para ingresar a las habitaciones debían pasar por el sitio donde había caído abatido su antiguo habitante, según las huellas que habían dejado las balas en la pared.

Desde ese día Carlos bromeaba al pasar por el sitio donde quedó el cuerpo muerto:

¡Buenas noches señor muerto! –decía a manera de saludo–, ¡No me asuste por favor!

Por su parte la intriga y la curiosidad de los pobladores era grande, siempre que podían les hacían la misma pregunta: ¿No los han asustado? ¿Es cierto que el muerto espanta? ¿No les da miedo vivir ahí? A lo cual siempre respondían en forma negativa. Era parte de la ayuda que podían brindar a la dueña del apartamento.

Todo transcurría normalmente, hasta que una noche…

Carlos entró bastante distraído, dijo su saludo de rutina:

¡Buenas noches señor muerto! ¡No me asuste por favor!

Y continuó el recorrido, pasó por el baño y llegó hasta la puerta de su habitación, buscó la llave en el bolso y se dispuso a abrir. Abrió apoyado en la perilla de la puerta y encendió la luz y… ¡Aghggggh¡ ¡qué susto!

Allí en el fondo de la habitación estaba él, mirándolo fijamente… atónito pudo ver como se le ponían los pelos de punta y un ligero temblor sacudió todo su cuerpo. Su corazón aceleró el ritmo, pensó retroceder y emprender la huida pero sus piernas no le respondieron…

¡Lo que me pasa por burlarme de los muertos! –se dijo así mismo, lamentándose.

Asustado y bastante arrepentido juró firmemente no volverlo a hacer.

Cuando pasados unos instantes –bastante largos para Carlos– y por fin logró serenarse, observó que solo se trataba del reflejo de su propia imagen en el cristal de la ventana.

¡Uff…! el susto había terminado.

Fin.

La casa del muerto es un cuento del escritor Alberto Suárez Villamizar © Todos los derechos reservados.

Sobre Alberto Suárez Villamizar

Alberto Suárez Villamizar - Escritor

Alberto Suárez Villamizar nació el 27 de enero de 1958 en la ciudad de Bucaramanga, departamento de Santander, Colombia. Cursó sus estudios de enseñanza básica media hasta finalizar en 1976, en Bucaramanga. Actualmente trabaja con empresas de ingeniería civil que se dedican a la construcción y mejoramiento de vías.

“Escribo por Hobby, y mi mayor satisfacción es que mis escritos lleguen a todas aquellas personas amantes de la lectura”.

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Comentarios y Reflexiones

  1. Foto del avatar

    Este es el segundo cuento de mi paisano el Señor Alberto Suárez. Me gustan por lo sencillos, y bien hilvanados, propios para ser leídos por los niños de mi Proyecto Anzuelo para atrapar lectores, que desarrollo en Un Colegio de Cali en los grados 7 a 10°. Y prontamente en la Biblioteca de Siloe, uno de los barrios más pobres de la ciudad. El señor Suarez me sugirió esta pagina y por eso «ando» por aquí. Quisiera enviar mis historias para ser leídas y publicadas en esta página.

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