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Sapito y Sapón

Sapito y Sapón. Lázaro Rosa, escritor y ex educador cubano. Cuento infantil. Historias de sapos.

Un tío llamado Sapón vivía con su sobrino Sapito dentro de un amplio estanque de aguas verdes sobre las que también flotaban muchas hojas de jacintos y lentejas.

Sapón era bien regordete y comía sin descansar mientras Sapito era delgado, y bastante estirado, por lo que trepaba con bastante frecuencia hasta la cima de una estatua con un jarrón que se levantaba en medio del estanque.

Sapito saltaba, y en ocasiones corría, mientras que Sapón se burlaba de él y le gritaba: estás más flaco que una cuerda floja, si continúas saltando y sin comer te voy a ver más seco que una espina de pescado. Pero Sapito no escuchaba a su tío con sus burlas, ni Sapón detenía su alargada lengua que salía continuamente de su ancha boca, para atrapar mosquitos, larvas de mariposas y moscas. –

-Espinita, espinita, espina de pescado—Le gritaba Sapón a su sobrino a la vez que rodaba hacia los lados y se arrastraba por sus grandes carcajadas. Los días se alternaban, pasaban lentamente uno tras otro, y a partir de un domingo en la mañana Sapito comenzó a saltar sobre Sapón para poder entrar por la puerta del estanque. –

-Ahora es mejor saltarte por encima que darte la vuelta, estás más ancho que la puerta de entrada a nuestro hogar, muévete, muévete, échate hacia otro lado– Le recordaba Sapito al regordete Sapón.

Y fue, precisamente, una tarde sin sol cuando una gran garza blanca, de enorme pico alargado, comenzó a volar sobre el estanque porque, al parecer desde lo alto y sin mucho esfuerzo, había localizado al tío gordón. –

-Corre, corre, corre que te tragan, la garza es un feroz depredador, salta, salta, salta como puedas o rueda hacia los lados, escapa, escápate- Comenzó a gritarle Sapito a su tío mientras que el flacucho lograba subir, velozmente, hasta la jarra que portaba la estatua que se levantaba en el centro del estanque-

– Salta, salta, salta…rueda hacia los lados, salta, salta… Sapón no podía escuchar a su sobrino pero en cuanto alcanzó a ver la garza, parada exactamente delante de él, se asustó de tal manera que dio un salto alargado y cayó en el camino, el que pasaba precisamente al frente del estanque, para luego llegar saltando sobre cuatro lunas naranjas que estaban encima de unos cocoteros que crecían, justamente, frente a un extenso océano de grandes olas azuladas que venían y se marchaban.

Hasta los días de hoy Sapito no ha vuelto a ver a su tío Sapón a pesar que lo busca semana tras semana desde bien temprano, todas las mañanas, hasta las llegadas del anochecer. Aún no se sabe si Sapón logró escapar o si la gran garza de cuello estirado, la que lo persiguió por mucho rato, llegó a comérselo de un solo picotazo.

Sapito sigue estando igual de flacucho, continúa pareciendo una espina de pescado, y salta, salta, salta…para alejarse cada vez más del estanque de aguas verdes donde vivió, por mucho tiempo, junto al comelón de su tío y las grandes hojas de jacintos y lentejas. Quizás Sapón esté escondido en algún lugar junto al océano, nadie lo sabe hasta ahora, o se perdió nadando entre sus altas olas.

Fin

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