El rey que dormía parado
El rey que dormía parado. Cuento de reyes sugerido para niños a partir de ocho años.
Había una vez un rey que sufría de insomnio. Todas las noches caía en la desesperación porque, a pesar de que los párpados le pesaban como piedras, no podía conciliar el sueño. En su cama se revolcaba hasta que el sol salía.
Una noche decidió que en vez de estar sufriendo, saldría a recorrer los pasillos de su palacio.
Con envidia escuchaba los ronquidos de sus sirvientes. Para no atormentarse más, optó mejor salir en las noches a deambular por las calles de su reino. Todo estaba en calma y silencio; sólo los aullidos de algún perro.
Se asomaba por las ventanas y veía que todo mundo dormía en paz, desde los más grandes hasta los más pequeños.
Pensaba que no era posible que aquélla pobre gente tuviera el privilegio de dormir, si él era el dueño de todo y tenía el poder.
Días después decretó que toda la gente tenía que dormir parada y aquéllos que osaran dormir en una cama se les llevaría a los calabozos. De esta manera pensaba que se sentiría resarcido al verlos dormir incómodos, por decir lo menos.
Al principio los súbditos intentaron dormir parados pero en cuanto se dormían caían al suelo.
Entonces, unos idearon atarse con sogas a unas vigas y otros levantaron casas angostas por las cuales solamente cupiera una persona en pié.
Pasaron los meses y el rey se dio cuenta que la gente a pesar de la prohibición había vuelto a gozar de un buen sueño.
El rey decidido fue a indagar cual era el secreto para dormir de esa manera.
Al primero que le preguntó fue a un mendigo. Él le contestó que vivía al día y que como el futuro no le importaba, no tenía preocupación alguna.
Luego le preguntó a una mujer y ella respondió que era tan pobre que no podía proveer a su familia de alimentos grasosos o con mucha azúcar.
Un niño le dijo que él esperaba ansioso la noche porque en los sueños podía volar y hacer todas las cosas que quisiera.
Un anciano le comentó que él se iba a dormir pensando que quizá sería la última noche, por eso si despertaba al día siguiente trataba de ser lo más bueno posible.
Con esos consejos regresó el rey e inmediatamente los puso en práctica: bajó los impuestos, evitó las comilonas, perdonó la vida a los condenados, hizo mejoras en el pueblo, empezó a querer a los demás como si fuera el último día y, aprendió a esperar pacientemente que el sueño regresara. Tanto, tanto, tanto cambió el rey, que no solamente consiguió dormir como un lindo bebé, sino que también lo logró estando parado, por eso, se le conoció como “El rey que dormía parado”.
¿Tú puedes dormir parado? Inténtalo.
Fin
Cuento de reyes sugerido para niños a partir de ocho años.