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Dagoberto pintor. Cuentos sobre reyes

Dagoberto pintor. Cuentos sobre reyes

Cuentos sobre reyes. Cuentos sobre príncipes y princesas.

Cuento sugerido para niños a partir de ocho años.

Por un extraño fenómeno climático que ni los sabios más sabios podían solucionar, el cielo del reino donde vivía Dagoberto se había cubierto de nubes.

Eran nubes espesas, grises que solo habitaban el cielo del reino por las noches. Como consecuencia, nadie, nunca volvió a ver una estrella. Ni los reyes, ni los bufones, ni príncipes, ni princesas, ni estrellas grandes, ni pequeñas, ni luceros, nada.

Las consecuencias de un cielo sin estrellas empezaron a hacerse sentir. Los poetas no tenían inspiración, los enamorados no tenían qué regalarle a sus amadas y las noches eran menos bellas y más oscuras.

La tristeza comenzó a apoderarse del reino y de todos los que en él vivían.

El rey no sabía qué pensar, los sabios no podían darle una respuesta. La reina creía que era un maleficio y mandó llamar a todos los brujos del reino y del reino vecino prometiendo una gran recompensa a quien hiciera desaparecer las nubes y dejase ver un cielo estrellado.

Muchos fueron los que intentaron pócimas, embrujos, conjuros y otras cosas para lograr un cielo despejado, pero nada funcionó.

Hubo parejas felices que empezaron a dejar de serlo, poetas que tuvieron que dedicarse a cocinar, pintores que ya no pintaban bellos cuadros, sino bellas paredes. Se había perdido el romanticismo y la luz de la luna, por más que ésta se esforzase, no era suficiente para andar por la noche.

Dagoberto sintió que algo debía hacer. Ya tenía experiencia en tareas extrañas, no le asustaba pensar en cómo devolver al reino un cielo estrellado. Consultó con su fiel amigo Rigoberto.

Rigoberto era un gato muy especial, no sólo porque era la mascota amada de Dagoberto y eso solo ya la hacía especial, sino porque era un gato sabio y que daba muy buenos consejos. Nadie en el reino sabía que Dagoberto y Rigoberto se comunicaban entre ellos, pero ni falta hacía.

-Es extraño-Dijo el gato-¿Cómo nadie ha podido disipar esas nubes?

-Muy extraño-Afirmó Dagoberto-Si te fijas, las nubes no están durante el día, el sol se ve esplendoroso, no entiendo por qué aparecen solo de noche. Tal vez algún día se solucione de pronto, así como de pronto apareció este fenómeno extraño ¿No lo crees Rigoberto?

-Es muy posible que así sea, muchas cosas así como vienen se van, pero mientras tanto algo debemos hacer. Todos están muy tristes y eso no es bueno-Dijo el gato.

Pensaron durante todo el día en cómo devolver las estrellas al cielo. No eran científicos, ni magos, tampoco hechiceros, no tenían poderes extraordinarios, era evidente que no iba a ser sencillo.

Sabían que soplando simplemente las nubes no se alejarían, no tenían algo mecánico que soplara por ellos. Las nubes parecían tan cómodas en ese oscuro cielo que tuvieron miedo que jamás se fueran.

-Si no quieren, que no se vayan-Dijo de pronto Rigoberto.

-¡Tienes razón! Debemos pensar en hacer otra cosa que no sea quitar las nubes del cielo, algo que, a pesar de que sigan allí, puedan verse las estrellas ¡Vaya que eres sabio Rigoberto!

-Haremos que convivan en armonía, solo es cuestión de buscar la manera-Dijo el gato.

-¡Eso es!-Gritó Dagoberto-tal vez se encuentren muy a gusto en nuestro cielo y no tengan deseos de abandonarlo y si así fuese, creo que hasta me daría pena desalojarlas.

-Entonces lo que nos queda es agregar estrellas nada más-Agregó Rigoberto.

-Y nada menos-contestó su amigo.

-Recuerdas cuando eras pequeño y dibujabas ¿Qué era lo que mejor te salía?-Preguntó la mascota.

-¡¡¡Estrellas!!! Una vez más tienes razón amigo ¡No sé qué haría sin ti! Ya lo había olvidado-

Contestó eufórico Dagoberto.

-Pues entonces, pintaremos estrellas en el cielo, escaleras hay de sobra en el palacio ¿Alguna idea para la pintura? No podrá ser cualquiera-Dijo atinadamente el gato.

-Deberá tener brillo, un brillo especial y creo que sé cómo conseguirlo-Contestó-¿Me acompañas?

Y como no podía ser de otra manera Rigoberto lo acompañó. Primero buscaron las latas de pintura blanca, muchas latas de pintura blanca, ahora solo faltaba el toque especial. El brillo que le daría a las estrellas ese esplendor que siempre tienen.

Entonces fueron a ver a los niños y les pidieron que se rían, capturando en las latas de pintura la magia de esa risa. Fueron a ver a los enamorados y les pidieron que mirasen la pintura como miraban a la persona que amaban y las latas se llenaron de un brillo jamás visto. Visitaron a las madres y les pidieron que revolvieran la pintura con mimos de mamá y el color blanco jamás brillo tanto.

Mezclaron la pintura con lágrimas de emoción y gotitas de sudor de trabajo honrado y hecho con amor. Nada podía fallar, ahora solo restaba pintar.

Y así fue que los amigos subieron a muy altas escaleras y pinceles en mano comenzaron a pintar en ese opaco cielo las más bellas estrellas.

No fue fácil ni rápido pero bien valió la pena.

Dicen los habitantes del reino que nunca, jamás, en la vida, las noches habían sido tan bellas. No sólo contenían el brillo de las estrellas sino que se reflejaba en cada una de ellas lo mejor de sus habitantes.

Fin
Cuento sugerido para niños a partir de ocho años.
Todos los derechos reservados por Liana Castello

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