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La Princesa que perdió la voz es uno de los cuentos de princesas de la colección cuentos sobre discapacidad de la escritora Tatiana Josefina Martinez Vásquez sugerido para niños a partir de siete años.

Érase una vez una Princesa, muy pero muy alegre, pasaba el día cantando, improvisando canciones tan hermosas que hasta los pajaritos querían ser como ella y le acompañaban con su trinar.

Entre canciones y sueños, risas y amistades pasaron los años, todo parecía normal, hasta que un día la Princesa, quien ya era una hermosa mujer, de cabellera rojiza y su rostro decorado con unas pecas en sus mejillas y nariz, se despertó, se dio una ducha y se dispuso a desayunar en el jardín del castillo.

Al finalizar su rico desayuno, comenzó a dar un paseo por los jardines y trató de cantar, pero su voz se tornó un poco extraña. Sintió un dolor en su garganta, pero pensó que era un simple resfriado, por lo que decidió permanecer dentro del castillo hasta mejorar. Pero su malestar no cedía, pese al tratamiento que le recomendó el médico.

Sus padres mandaron a buscar a un médico que curaba con tratamientos naturales, elaborados con hierbas, raíces, frutos y miel. La Princesa sintió una gran mejoría, a los dos días ya se sentía mejor y volvió a sus actividades de rutina. Pero a las pocas semanas, nuevamente se sintió mal.

El dolor de garganta regresó y ya no pudo cantar más. Cada vez que lo intentaba, la disfonía se apoderaba de ella y la Princesa se llenaba de tristeza, sus lágrimas rodaban por sus mejillas y se sentía tan deprimida que se encerraba en su habitación por horas y horas. El castillo ahora era triste y lúgubre.

Los pajaritos se posaban en su ventana, pero la Princesa ya no cantaba. Ellos trataban de animarla con sus canciones, pero ella se sentía tan triste que ya no quería salir, ni hablar y hasta olvidaba comer.

Sus padres se sintieron tan tristes que salieron a buscar médicos y curanderos para que ayudaran a su hija. Llegaron a una comarca vecina y entraron a una posada, allí encontraron a un joven muy amable quien los recibió con un fuerte saludo de bienvenida.

El joven se sorprendió al ver que eran los Reyes y se inclinó ante ellos, pero los sorprendidos fueron los Reyes al observar que al joven le faltaban ambas manos. No pudieron disimular la sorpresa que les causaba ver aquél joven que sin tener manos podía barrer, arreglar las mesas, servir la comida y aún así, sonreía esplendorosamente. Les invitó a sentarse y les ofreció jugo de manzanas frescas.

Los Reyes le invitaron a sentarse y él les preguntó el motivo de su inesperado viaje. El Rey le contó la tragedia ocurrida con la Princesa mientras una lágrima rodaba por la mejilla de la Reina.

El joven se sintió tan conmovido que solicitó permiso al los Reyes para tratar de ayudar a la Princesa. Ellos aceptaron, aunque no estaban convencidos que podía funcionar dicha propuesta. Montaron en el carruaje y regresaron al castillo. Los padres subieron hasta la habitación de la Princesa, pero ella no quiso salir. Invitaron al joven a subir para presentarle a la Princesa.

Los reyes abrieron la puerta de la habitación y allí estaba ella, frente a su ventana, desencajada, pálida y triste. Sus padres le presentaron al joven y ella extendió su mano para saludar y al ver que faltaban ambas manos se sorprendió mucho y sintió pena al ver la situación del apuesto joven.

– ¡Lo siento amigo! No quise ser tan expresiva, lamento lo que te ha sucedido.

El joven le mostró una espléndida sonrisa y acercó su antebrazo para saludar a la Princesa.

– ¡Si quieres tocar puedes hacerlo! Princesa, eso no me duele, pues nací así y no me limita para nada, no debes sentir lástima. No tengo manos pero nada me ha faltado, aprendí a vestirme, a cocinar, a lavar, atiendo mi posada y hasta puedo tocar las puertas de mis vecinos!

La Princesa dejó escapar una risita ante aquella conversación y el joven le dijo que lo que no pudo aprender fue a escribir, pero aprendió a leer, matemáticas y a contar historias. La Princesa le dijo al joven que ella siempre se acostaba e imaginaba historias, que con ellas improvisaba sus canciones, pero ahora no podía cantar, apenas podía hablar bajito.

– Princesa, no te sientas mal. Si ya no puedes cantar, entonces escribe tus canciones y las transformas en cuentos e historias fantásticas.

– Me parece una buena idea… ¿Pero por dónde comienzo?

– ¿Qué tal si comienzas por contar tu historia?

Y he aquí mi historia… claro no soy una Princesa de la realeza, pero me siento tan privilegiada como tal, Dios me ha dado muchísimas cosas, aunque ya no puedo cantar, ni ejercer adecuadamente mi Profesión de Docente, me dedico a cuidar a mis hijas y familia y a escribir cuentos infantiles para entretener a los niños y niñas, quienes conservan lo más puro que puede tener un ser humano: la ingenuidad y el amor.

Fin

La Princesa que perdió la voz es uno de los cuentos de princesas de la colección cuentos sobre discapacidad de la escritora Tatiana Josefina Martinez Vásquez sugerido para niños a partir de siete años.

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