Saltar al contenido

Por Encarnación Castro Moreno. Cuentos de princesas para niños y niñas.

La princesa Miriam y el caballo volador es uno de los cuentos de reyes de la colección cuentos de princesas de la escritora Encarnación Castro Moreno.

La princesa Miriam y el caballo volador

Miriam era una joven princesa de ojos azules que siempre miraban al cielo, buscando una señal en las nubes.

Hacía mucho tiempo que ella y su hermano vivían solos en aquel inmenso castillo.

Únicamente los hombres y mujeres de la corte junto al servicio los acompañaban, desde que sus padres desaparecieron en una noche de tormenta; oscura y tenebrosa como boca de lobo.

Volvían de celebrar las bodas de la hermana del rey, y ya nunca más se supo de ellos.

Salieron los mejores soldados, rastreadores, pero todo fue en vano.

Los reyes y toda la comitiva desaparecieron para siempre en la profundidad del bosque.

El malvado regente gobernaba desde entonces, y era el tutor de su hermano el príncipe Gerardo.

El astrólogo del rey vaticinó que cuando las nubes fueran atravesadas por el arco iris, y éste tuviese un sólo color todo saldría a la luz.

Así que Miriam nada más levantarse alzaba la vista para ver tan esperada señal.

Todos los días atravesaba el jardín y llegaba al arroyo donde crecían árboles frutales, y recogía la rica fruta que llevaba a las cocinas para hacer un rico pastel.

Esa era la excusa. La verdad era que no perdía la esperanza de que algún día vería aparecer a sus amados padres. Como si nunca hubieran desaparecido de su vida.

Llevaba su hermoso pelo castaño anudado con un lazo azul, el mismo que le regalara su madre antes de partir, para aquel infortunado viaje, con la certeza de ella lo reconocería.

Era muy pequeña entonces…

Ahora se había convertido en una jovencita y ya no conservaba su carita de niña, ni los rizos que adornaban su cabeza cuando pequeña.

Ahora su pelo había crecido lo llevaba largo hasta la cintura y se había tornado más oscuro.

Una mañana cuando regresaba del jardín, escuchó relinchar, curiosa dejó la cesta de frutas y se internó en el bosque.

Con mucho sigilo se fue acercando y ¡Ho! sorpresa, allí estaba el caballo más hermoso que viera nunca.

Blanco como las nubes y las crines negras como el tizón.

Alazán que sí se llamaba el animal, llevaba mucho tiempo solo y deseaba con todo su corazón encontrar un amigo.

Muchas veces había pedido al Universo, que le concediera un nuevo dueño que fuese bueno y cariñoso con él.

Miriam cautelosa lo acarició y enseguida supo que sería su compañero.

Le dio cobijo en las cuadras de palacio, lo alimentó y abrigó en las noches frías y cuidó de él hasta que se decidió a montar en su grupa, le pasó las riendas y lo ensilló y comenzó despacio a caminar para después galopar.

Cuando perdió el castillo de vista, al adentrarse en el bosque…

Alazán desplegó unas grandes y bonitas alas blancas y se elevó por los aires.

Fue cuando Miriam lo orló hablar.

Fuertemente cogida a las riendas no salía de su asombro.

Me llamo Alazán no tengas miedo confía en mí, dijo el caballo:

Estoy contento de ser tu amigo.

He visto como lloras cada día por tus padres, agárrate fuerte yo te ayudaré a encontrarlos.

Y entonces un grandioso arco atravesaba las nubes , éste era de un color luminoso y brillante casi transparente igual que un diamante, y Miriam supo que era la señal que estaba esperando, la que el sabio astrólogo había predicho.

Alazán sabía donde se habían llevado a los padres de la princesa.

Había visto como aquella noche unos soldados, los apresaron y los encerraron en una cueva.

El Regente había ideado el plan para deshacerse del rey y así apoderarse del trono, los niños todavía eran pequeños y habría mucho tiempo por el cante para gobernar el reino a su antojo.

Luego se desharía igualmente de los dos humanos, y el poder sería suyo para siempre.
Alazán oteó el horizonte, reconoció la cueva y bajó de los aires sin hacer ruido se posó en el suelo…

De una coz abrió la reja que cerraba la cueva.

Miriam entró al fondo unas antorchas iluminaban la gruta, un camastro una mesa y sillas era todo lo que podía ver.

Llamó a sus padres .Padre, madre soy yo vuestra hija Miriam.

De la oscuridad salieron dos personas vestidas con andrajos.

Su madre la reconoció enseguida la acariciaba y tocaba su lazo azul, pasaba sus manos por su lacio pelo y secaba sus lágrimas con sus besos.

Su padre la abrazó… ¿Miriam eres tú? ¿Tu hermano está bien?

-Si padre -contestó la joven deseando abrazaros.

Alazán dijo: Subid os llevaré a palacio, entraremos sin que nadie se dé cuenta, sorprenderemos al regente y recuperaréis el reino.

Y así fue como Miriam y su caballo volador liberaron a los reyes y vivieron ya felices para siempre.

¿Ah se me olvidaba Alazán era en realidad un príncipe encantado que se enamoró de la princesa Miriam nada más verla?

Pero ése es otro cuento…

Fin.

La princesa Miriam y el caballo voladores uno de los cuentos de reyes de la colección cuentos de princesas de la escritora Encarnación Castro Moreno.
 

5/5 - (1 voto)

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recibe nuevo contenido en tu E-mail

Ingrese su dirección de correo electrónico para recibir nuestro nuevo contenido en su casilla de e-mail.



Descubre más desde EnCuentos

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo