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Las cerezas de la abuela Gilda

Por Alicia Lidia Prack. Pequeñas historias navideñas

La Nochebuena no es una gran y abundante cena, un muestrario de nuevo vestuario ni de opulentos regalos, la víspera de Navidad es un conjunto de pequeñas acciones y recuerdos que quedan para toda la vida. En este caso, Las cerezas de la abuela Gilda es el más representativo ejemplo de que pequeños momentos de felicidad se llevan siempre en el corazón y opacan a las demás cosas. Es una pequeña historia navideña de la escritora argentina Alicia Lidia Prack. Cuentos cortos de Navidad para toda la familia.

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Las cerezas de la abuela Gilda

Cuando la abuela colocaba en el centro de la mesa, la frutera de cristal con las cerezas elegidas, sabíamos que faltaba poco para las doce.

La abuela Gilda hacía de ese acto de amor, toda una ceremonia.

Durante el día entero de cada veinticuatro de diciembre, estaba peinada con prolijo moño, se perfumaba con agua de colonia inglesa y lucía el mismo delantal de encaje blanco que usaba solo para dicha oportunidad.

Después de cenar, levantaba de la mesa familiar, todos los platos, cubiertos y copas.

Cambiaba todo el juego por otro, también de primorosa porcelana, para los postres.

Distribuía las nueces, las castañas y demás frutas secas, para que cualquier comensal los pudiera alcanzar.

Los budines glaseados, cortados en finas y tentadoras rodajas, eran una invitación. Una enorme tentación para los que éramos más chicos, quienes le robábamos los higos y los confites de adorno.

Las velas de los candelabros dibujaban estrellitas en los bordes de las copas.

El árbol de Navidad, en un extremo del comedor, nos guiñaba en complicidad con los paquetes apilados a sus pies.

– «A ver, hagan un lugarcito en el medio de la mesa, para poner las cerezas…»

Salía de la cocina con la frutera colmada de dulzuras rojas y brillantes, llenas de gotitas de frescura de la nevera. Casi una veintena de manos se estiraban para tomar una. O dos. Nadie se podía resistir.

Cada Nochebuena íbamos a su casa por ella y por las cerezas que nos ofrecían sus manos blancas como palomas…

En las temporadas en que abundan estas deliciosas frutas, me detengo en la frutería de mi barrio, para comprarlas y ponerlas en el centro de mi mesa… como lo hacía mi abuela Gilda.

Fin.

Las cerezas de la abuela Gilda es un breve cuento navideño de la escritora Alicia Lidia Prack © Todos los derechos reservados.

Sobre Alicia Lidia Prack

Alicia Lidia Prack - Escritora

Alicia Lidia Prack es argentina, casada, dos hijos y un nieto de casi tres años. Escribe desde siempre. El primer libro que leyó de pequeña fue «Una chica a la antigua» de Louisa May Alcott, con el que aprendió a sumergirse en la lectura. Tiene un libro manuscrito terminado de su autoría, con casi trescientos cuentos y aspira a presentarlo a alguna editorial, algún día. Algunos de esos relatos se publicaron en tres antologías en las que participó.

Según sus mismas palabras, hizo radio, produjo y condujo sus propios programas de variedades. Sabe mucho de cine, de actores, algo de pintura y pintores. Además de escribir, también elabora cuadernos artesanales de costura copta, dibuja, mantiene una pequeña huerta en el fondo de su casa, colecciona caleidoscopios, abanicos, miniaturas, recortes de periódicos, recicla todo lo que puede antes de tirar algo como desecho.

«Amo la música de los ’80 y los ’90. También la clásica y la flamenca. Amo cocinar para su familia. Amo a los animales, en especial a los caballos. Me enojan mucho las injusticias, y sobre todo, el bullying. Soy de lágrima fácil, sueño todo el tiempo, y no paro de escribir.

Todo en este orden, quedando mucho más por contar.»

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