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No sólo los muertos es un cuentos de misterio de la colección cuentos de fantasmas de la escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

No sé cuánto tiempo llevaba ahí, parada en ese lugar, frente a mí, o si había estado allí en otras ocasiones. Yo la vi una tarde, al levantar la vista de mi periódico, detrás de la cortina que sirve de vestido al ventanal, frente a mi sillón favorito.

Era una sombra extraña, una silueta apenas dibujada. No sentí temor, sólo curiosidad, pues pensé que sería una ilusión de mis ojos enajenados por las filas de letras que como hormigas recorrían las hojas blancuzcas del diario.

Parpadeé varias veces y enfoqué bien, y ahí seguía. Lo primero que me intrigó fue que, al ponerme de pie y rodear la mesita de centro para acercarme, desde ese ángulo no se veía nada; así que di la vuelta y me acerqué por el otro lado de la mesita; tampoco se veía la sombra. Ni se veía al acercarme a la ventana.

Volví a mi sillón y al sentarme y mirar de frente, ahí estaba, impidiendo pasar la luz de fuera. Eso acabó de picar mi curiosidad. Me levanté de nuevo y me acerqué rápidamente, sin dejar de mirar pero sin considerar si se veía o no alguien tras la cortina, yo sabía que ahí había alguien.

Descorrí rápidamente la cortina pensando sorprender a quien me estaba jugando una broma, o descubrir qué juego del sol en mi ventana producía ese raro efecto óptico. No había nadie. No le daría la oportunidad de volver a esconderse, así que dejé la cortina abierta y volví al sillón, sin acordarme siquiera del periódico que había quedado desordenado sobre la mesita.

En cuanto estuve sentado miré hacia la ventana y entonces pude mirarla bien. Era una muchacha más que bonita; llevaba el cabello largo y rubio, suelto a la espalda, y un pantalón y blusa de vestir. Y sus contornos se difuminaban vagamente en la luz que entraba por la ventana. Aunque sus ojos estaban fijos en el sillón donde yo me encontraba, no parecía estar viéndome.

Tal vez debería haberme asustado por su presencia, pero la verdad es que ni pensé en ello, sólo pensé en lo bonita que era; supongo que sigo siendo el enamorado sin remedio que dicen mis amigos que soy. Iba a hablarle cuando se desvaneció frente a mi vista, como desaparecen las estrellas al amanecer pero mucho más aprisa.

Dos veces más volví a verla, en el mismo lugar. No sólo ella parada en el mismo lugar, sino yo sentado en el mismo lugar. La segunda vez intenté acercarme pero a los primeros pasos ella ya no estaba allí, por eso la última vez que la vi me quedé sentado, mirándola, preguntándole con los ojos por qué tenía esa mueca de tristeza y de dolor. Por qué una mujer tan bonita como ella estaba triste. Hasta que sus lágrimas se esfumaron, con ella, en las últimas luces del crepúsculo.

Justo antes de dejar de verla, percibí en su mirada algo extraño, terrible, que me hizo estremecer. Sólo entonces sentí miedo. No la volví a ver, pero días después decidí preguntarle a doña Lupe, que tiene mucho tiempo viviendo en el edificio, cómo eran las personas que vivieron antes en este departamento.

Ella, esa muchacha, vivió ahí antes justo de llegar yo, y se llamaba Elena. Rubia y de cabello largo. Ella la veía desde el patio, pues Elena solía pararse junto a la ventana cuando Carlos, su esposo, leía sentado en el sillón de la sala. Elena estaba, pensaba doña Lupe, muy enamorada, mucho más de lo que él se merecía.

Al parecer, ella pensó dejarlo cuando se dio cuenta de que él tenía, en otro departamento, en otra ciudad, otra mujer. Pero Carlos murió en un accidente en Europa, en un viaje al que llevó a su esposa; quizá estaba arrepentido y ésa era su forma de pedirle perdón. Cuando ella regresó, viuda, decidió mudarse de ese departamento que le traía recuerdos tan dolorosos.

* * * * *

¿Cómo pudo hacerme esto? Pasé por encima del permiso de mis papás para casarme con Carlos, porque lo quería; dejé mi ciudad, mis amigos y mi carrera para seguirlo. Y nunca he tenido ojos para otro hombre, aunque muchos me han buscado. Pero yo era sólo suya. ¿Por qué me hizo esto?

¿Acaso no fui suficiente para él? Tal vez él sospecha que ya me he dado cuenta. Quizá por eso, porque se imagina que lo voy a dejar, es que planeó unas vacaciones. Dice que se ha empeñado en ahorrar para que tengamos una segunda luna de miel. Dice que quiere enseñarme a esquiar en la nieve en los Alpes suizos; lo que no sabe es que alguna vez aprendí, hace años, y obtuve tercer lugar en un campeonato de invierno. Y lo que tampoco sabe es que él no va volver a sentarse a leer en ese sillón. No sabe que ni siquiera va a regresar de este viaje…

Fin

No sólo los muertos es un cuentos de misterio de la colección cuentos de fantasmas de la escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

De la serie “Sueños, voces y otros fantasmas”

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