Saltar al contenido

¿Sólo un árbol? 🌳 Todos pensaban que estaba loquito ¿quién en su sano juicio se la vivía abrazando árboles?

Por Elizabeth Segoviano. Cuentos sobre el cuidado de los árboles.

¿Sólo un árbol? narra la historia de un hombre misterioso y amante de la naturaleza, al que los niños llaman Don Árbol. Aunque la gente lo considera excéntrico por abrazar y cuidar de los árboles, el personaje principal de esta historia, Pecorino, no entiende la importancia de estas acciones. Su amiga Lily, convencida de que Don Árbol es un verdadero mago, decide acompañarlo en su labor. Anque un fin de semana Pecorino se une a ellos, se muestra indiferente y prefiere entretenerse con sus dispositivos electrónicos. Sin embargo, una experiencia ¿mágica? transforma a Pecorino en un árbol y lo hace comprender la vida y el valor de cuidar a los árboles.

Luego de leer este cuento de Elizabeth, por favor, deja algunos comentarios (✍🏼), asigna una calificación con estrellas a la historia para que otros la encuentren en el sitio (⭐) y compártela con amigos, especialmente niños y niñas, a través de tus redes sociales. También puedes descargarla como PDF y enviarla por correo electrónico, WhatsApp o Telegram (🙏🏼). ¡Gracias!

¿Sólo un árbol?

Todas las mañanas se le podía ver caminando entre los árboles, sentado a su lado meditando y hasta abrazándolos, obviamente todos pensaban que estaba loquito ¿quién en su sano juicio se la vivía abrazando árboles? ¡y sobre todo tan temprano!

Pero éso no era todo, los fines de semana aquel hombre los pasaba plantando más árboles, podando ramitas secas, abonándolos y regándolos, sobre todo cuando hacía mucho calor.

Nadie sabía su nombre, pero siempre tenía un saludo cordial y una sonrisa para todos, y los niños comenzaron a llamarlo Don Árbol; cosa que no le molestaba… y, de hecho sí tenía cierto parecido con un árbol, su encrespada melena semejaba el tupido follaje de un ficcus en primavera, sus brazos eran tan largos y fuertes como las ramas de un roble, sus pies enormes y firmes eran  igual a las raíces de un fresno y era tan alto como un eucalipto… bueno, quizá no tanto, pero definitivamente era alto, y como siempre usaba una túnica verde con capucha encima de sus desgastados jeans y camiseta verdaderamente parcecía un árbol más del bosque.

– ¡Qué tipo tan más chiflado! -decía burlonamente Pecorino, uno de los tantos pequeños que observaba a Don Árbol mientras se dirigía a la escuela-.

– ¡Pecorino! -le reprendía su madre- ¿en dónde es que has aprendido a ser tan grosero? Ese señor hace algo muy bueno por todos nosotros y debemos estar muy agradecidos con él.

– Pero mami ¿de qué hablas? ¿hay que estar agradecidos con ése orate sólo porque se la pasa abrazando árboles? A mí me parece una pérdida de tiempo…

– ¡Basta ya! Quizá aprendas algo pasando un tiempo con él.

– ¡Eso si que no! ¡no me vas a obligar a ayudar a ése tipo!

– Pecorino, no juzgues a las personas sin conocerlas, tú no sabes lo que podrías aprender.

Cuando Pecorino llegó a la escuela, lo primero que hizo fué quejarse amargamente con Lily, su mejor amiga.

– ¡Ay Lily! -decía el pequeño- ¡no vas a creer lo que mi mamá me va a obligar a hacer!

– ¿Por fín te vas a bañar todos los días?

– ¡Lily esto es serio! ¡voy a tener que pasar el fin de semana ayudando al desquisiado de Don Árbol!

– ¿Y éso que tiene de malo?

– ¿¡Lily tú también!?

– Mira mi querido Pecorino, puede que Don Árbol sea algo… peculiar,  pero no creo que sea malo… la gente dice que en realidad es un mago.

– ¿Qué mago va a ser? Si acaso será un payaso.

– Para que veas lo buena amiga que soy ¡yo te acompaño!

– ¿De verdad?

– ¡Claro! Si yo no soy una gallina como tú.

El sábado muy temprano la mamá de Pecorino los llevó al bosque y los chicos caminaron un par de minutos hasta que porfín se toparon con él, quien como de costumbre, estaba bien abrazado a un enorme roble.

– ¿Disculpe…? -decía tímido Pecorino-.

– ¿Si? -respondió curioso Don Árbol

– Buenos… días… hmmm… hmmmm…

– ¡Buenos días Don árbol! -interrumpió la pequeña- yo me llamo Lily y éste es mi mejor amigo Pecorino y nos ha mandado su mamá a ver en que podíamos ayudarle.

– ¡Ah! ¡qué espléndido, dos ayudantes! Bien, muy bien, hoy hay mucho que hacer.

Mientras Don Árbol y Lily se disponían a sujetar los pequeños arbolitos a largas varas para que no se quebraran Pecorino se sentó comodamente en la suave hierba a jugar con su video juego portátil…

Pasó una hora y luego otra y él seguía absorto avanzando nivel tras nivel venciendo a sus enemigos con el ultra hipermegacombo de súper energía púrpura recargada; y cuando finalmente se cansó, sacó su teléfono móvil y se puso a escuchar música y madar mensajitos a sus amigos…

Pasó una hora y luego otra… y cuando finalmente se cansó tomó su mochila y sacó su reluciente computadora portátil con conexión megasónica integrada a la red con banda súper ancha para navegar abajito de la velocidad de la luz…

Pasó una hora y luego otra, el sol ya comenzaba a ponerse y todo iba quedando en penumbras; así que Don Árbol y Lily hicieron una fogata, montaron sus tiendas de campaña y comenzaron a preparar la cena, el aromático vapor de una sopa de hongos silvestres sacó a Pecorino de lo que parecía ser un profundo trance hipnótico, sus dedos porfín dejaron de teclear y dando un bostezo digno de un oso grizly después de invernar dijo:

¡Yom! ¡por fín la cena! ¡me muero de hambre!

– ¡Pecorino eres un cínico! -reprendió Lily¡No nos ayudaste en todo el día y encima quieres devorar lo que preparamos con tanto esfuerzo!

– No exageres Lily -decía el pequeño- yo sólo los vi jugando en el lodo.

– ¡Claro que no! sembramos docenas de árboles, salvamos unos nidos que estaban apunto de caer, Don Árbol me enseñó a detectar los árboles que están enfermos y también a contar su edad y…

– Lily -interrumpió Don Árbolcreo que a tu amigo no le importa lo que hacemos… ¿verdad Pecorino?

– No se ofenda Don… oiga ¿usted no tiene un nombre normal?

– ¿Normal…? ¿como Pecorino? Prefiero llamarme Árbol, pero sí tengo uno, mi nombre es Tito, mago Tito a tu servicio.

– ¡Entonces es cierto que usted es mago! -gritó entusiasmada Lily-.

– Si, pero yo no saco conejitos de sombreros ni nada de éso, mi magia consiste en escuchar a la Tierra y ayudarla…

– Yo no entiendo Don mago -decía el niño mientras devoraba un plato de sopa- los árboles no sienten, sólo son cosas que están ahí inmóviles, son inútiles yo no perdería el tiempo con este montón de palos…

Con un dejo de tristeza el mago se incorporó, recogió los trastos, hechó más varitas a la fogata y sirviéndose una taza de humeante café dijo: ya es tarde Pecorino ve a dormir, mañana temprano te llevaré a tu casa… y dulces sueños Lily, mi dulce asistente… eres tan encantadora como un hermoso elfo.

Entonces la niña corrió a darle un abrazo al mago y se fué a dormir soñando con las historias que le había dicho sobre los guardianes que vigilaban los bosques y las hadas que habitaban en los capullos de flores.

Unos minutos después de la media noche el mago entró a la tienda de Pecorino, puso sus manos sobre su frente y pecho y susurró lo siguiente:

¡Por agua, tierra, aire y fuego, que entre en este pequeño el aliento del bosque, de cabeza a pies y de pies a cabeza, que sienta y viva como una corteza! -y habiendo dicho éso se fué a dormir tranquilamente.

Algunas horas después Pecorino comenzó a sentir mucho frío y e intentó incorporarse para buscar su abrigo, pero por más que quizo no pudo, entonces, asustado, abrió los ojos y se dió cuenta de que ya no estaba dentro de la casa de campaña sino afuera, podía ver a Lily dormir como un lirón y al mago roncando cerca de la fogata.

Quizo hablar, pero el único sonido que pudo emitir fué un crujir grave, igual al que hacían las ramas del bosque, entonces con mucho cuidado se miró y aterrado notó que su cuerpecito de niño había cambiado, ahora era un enorme tronco de roble con las raíces tan profundas que podía sentir como las rozaban las aguas de un antiguo río oculto y sintió un cosquilleo que lo hacía estremecerse un poquito, era una familia de pajaritos, cuyos polluelos aleteaban con todas sus fuerzas para aprender a volar.

Y por primera vez en mucho tiempo Pecorino contempló un amanecer, vió el cielo teñirse de rosa, naranja y amarillo y pudo sentir como los rayos del sol rozaban sus hojas más altas. Se sentía bien aquel calor que era como el abrazo de un viejo amigo, era un saludo que le daba la bienvenida a otro día.

Y Pecorino escuchó entonces la voz del viento que les contaba historias de sus viajes a las flores que al escucharlo abrían sus pétalos para sonreírle; el pequeño estaba sorprendido, nada en aquel bosque estaba inanimado, todo tenía vida y voz, todo era hermoso y tranquilo…

Pero de repente se escuchó un sonido aturdidor, eran grandes camiones de carga y hombres con gigantescas herramientas, y uno de ellos se le acercó a Pecorino y con una lata de pintura le marcó un horrible tache encima y dijo que aquella tarde lo derribarían… derribarían todo para convertir aquel lugar en un moderno estacionamiento.

Entonces Pecorino quizo gritar, decir que estaba vivo, que le dolía lo que aquellos hombres hacían, que sentía miedo y odiaba que le arrancaran las ramas, quería defenderse… quizo llorar y gritar, pero nadie lo escuchaba.

– ¡No me corten! -gritaba Pecorino¡estoy vivo! ¡soy un árbol pero siento! ¡no me corten! ¡no hago ningún daño! ¡no me corten! ¡yo no quiero…!

– ¡Pecorino despierta! -gritó Lilytienes una pesadilla.

– ¡No me corten…! ¿era un sueño? ¡estaba soñando! -entonces el niño salió corriendo a abrazar al primer árbol que se encontró, lo abrazó con todas sus fuerzas prometiendo que los iba a cuidar-.

– Pecorino -dijo el mago-¿qué se siente ser sólo un árbol?

– ¿Fué usted quién me hizo soñar éso? ¡de verdad es un mago!

– Tenías que entender mi pequeño amigo que los árboles también son seres vivos, que sienten y que nos dan mucho a cambio de muy poco, nos ofrecen sus frutos, limpian nuestro aire, nos comparten de su agua nos dan sombra y siempre están dispuestos a escucharnos, tenías que entender que tenemos que cuidar a aquellos que no se pueden defender y hablar por aquellos que no tienen voz.

– Siento mucho haber sido tan grosero con usted Don mago, digo Don Árbol, digo mago Tito.

– Don Árbol está bien Pecorino.

– Le prometo que vendré a yudarle cada vez que pueda.

– ¡Y yo! -decía Lily-.

– ¡Pues esto hay que celebrarlo!

Desde ése día se puede ver a mucha más gente en los parques y bosques abrazando los árboles… porque ¿a quién no le gusta recibir el abrazo de un buen amigo?

Fin.

¿Sólo un árbol? es un cuento de la escritora Elizabeth Segoviano © Todos los derechos reservados.

Sobre Elizabeth Segoviano

Elizabeth Segoviano nació el 2 de abril de 1982 en la Ciudad de México. Al ser estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Anglo Mexicano de cultura orientó su carrera hacia la enseñanza y desarrolló su pasión por la literatura infantil.

Elizabeth Segoviano - Escritora

¿Qué es lo que te llevó a escribir? «Mi imaginación, desde muy pequeña he tenido una imaginación muy viva… Recuerdo que en el jardín de niños nos ponían a leer en voz alta, pero a mí no me gustaban esas historias y yo les inventaba toda clase de aventuras a los personajes y por hacer eso mi maestra me reprendía casi todos los días, diciendo que yo era una rebelde desobediente. Pero siempre sentí la necesidad de escribir lo que imaginaba.»

Si quiere leer más sobre nuestra colaboradora, la escritora Elizabeth Segoviano, puede ver la entrevista que le hicimos para EnCuentos.

Más cuentos de Elizabeth Segoviano

¿Qué te pareció el cuento «¿Sólo un árbol?«? Por favor, califícalo con estrellas (⭐), deja algunas palabras sobre lo que te ha parecido, puedes utilizar la sección se comentarios (✍🏼). También puedes compartirlo con algunos niños y niñas, utiliza los botones de redes sociales que están a continuación (🙏🏼). ¡Gracias!

5/5 - (4 votos)

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recibe nuevo contenido en tu E-mail

Ingrese su dirección de correo electrónico para recibir nuestro nuevo contenido en su casilla de e-mail.



Descubre más desde EnCuentos

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo