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Cuentos de Cartas a los Reyes Magos

Cuentos de Navidad y Reyes Magos para toda la familia

Carta a los Reyes Magos y Los adultos también escriben cartas a los Reyes Magos son dos hermosos cuentos para toda la familia que demuestra que no solo Papá Noel recibe cartas de los niños y niñas que desean recibir regalos para la Navidad, aunque en este caso, no solamente se trata de los más pequeños. Un cuento corto de Mercedes Martínez Rubio «Morimó» y otro de Antonio Román Sánchez Rodríguez.

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Carta a los Reyes Magos

Por Mercedes Martínez Rubio «Morimó»

Cartas a los Reyes Magos - Cuento

Hacía días que nuestros tres Reyes Magos Orientales estaban un poco nerviosos, impacientes, e ilusionados.

El evento era muy importante, tenían que repartir muchos regalos a todos los niños del mundo mundial. Constantemente recibían miles de peticiones en forma de epístolas, mensajes por Internet, u otro tipo de notificaciones. Nuestros queridos Majos Reales estaban en lo que se dice en onda súper moderna, y al corriente de la comunicación o último berrido en aparatos modernos de última hornada (=tecnología).

Sorprendidos leían sus pajes «Eder y Unai» el mogollón abrumador diario de peticiones letrísticas (=cartas), y luego ellos mismos se lo comunicaban a los tres Majetes Reales Orientalisticos. Así nuestros Reyes después mismamente mismos repasaban dichas solicitudes, y todos los anhelos de los peques.

Observaron que últimamente los niños del mundo estaban muy comedidos, conscientes por la crisis mundial que estamos pasando, estaban sopesando mucho sus peticiones, para no pasarse tres pueblos o de frenada. Pero a pesar de esto nuestros ya mentados personajes, no daban abasto con tanta lectura cartil (=carta), o mensajes insólitos de toda índole.

Aquella mañana mientras desayunaban en la jaima del Rey Baltasar… Melchor y Gaspar vieron que este estaba más callado que de costumbre, algo triste, de capa caída, estaba muy rarito.

¡¡Por mis barbas… soltó Melchor!!

¿Se puede saber qué te pasa amigo Baltasar? Tú que eres el más rumboso, bullanguero, y guasón de nosotros tres… «Papito bombón» (por su color negro azabache) cuéntanos, nos tienes intrigados, tennos al loro, estamos sobre ascuas, o al borde del infarto. ¡¡Ea!! Dale a la sin hueso (=lengua) y expláyate de tus pesares amigo, llevamos muchos años juntos y queremos estar al dato (=al corriente) de tus desazones.

Eso, eso, decía de igual modo el pelirrojo Gaspar, mientras jugaba con uno de sus rizos pelísticos. ¿Se puede saber… que mosca te ha picado querido socio? No te co-noz-co soltó con acento extranjero. Mientras se jalaba un cruasancito untado de chocolate y mermelada de naranja, a la par que los ojos le hacían chiribitas por su lechucero (=goloso) antojo.

Baltasar elegantemente enfundado en su espléndido traje real con turbante carmesí, se removió nervioso sobre su cojín de cuero, sacando de uno de sus bolsillos una carta algo chuchurrida, pachucha, o más arrugada que una pasa. Estaba así de tanto como la había sobado y releerla. Escuchar dijo serio con un hilo de voz, trémulo por la emoción, empezó su lectura a trompicones.

¡¡Queridos Reyes Magos!!

Soy una nena de 7 años, me llamo Garazi, por favor mi deseo para este año es… no quiero juguetes mi querido Rey Baltasar.

Mi hermano mayor Ugaiz dice que nuestros padres tienen muchos problemas económicos, lo estamos pasando muy mal, por la noche no cenamos, no tenemos ni un mendrugo de pan que llevarnos a la boca.

Mi segundo hermano Aita nos cuenta que de noche oye llorar a mi padre y a ratos a mi mamá. ¿Sabes… se me rompe el corazón? Mi papá lleva tres años en el paro, pero aún no encontró ningún trabajo. Y para colmo a mi mamá esta semana le comunicó el banco, que pronto tendremos que abandonar nuestra casa por no poder pagar la hipoteca, no sé donde tendremos que ir a vivir o cobijarnos.

¡¡Ayúdanos por favor… tú eres mago, todo lo puedes!! Eres un Rey Baltasar de amor, bondad, muy querido por muchos niños, por supuesto sin desmerecer nada a Melchor o Gaspar, que son otros dos ángeles maravillosos.

Al terminar la carta Baltasar, ya no pudo reprimir sus sollozos al igual que sus dos colegas Melchor y Gaspar. Lloraban a moco tendío, hipando, y con pucheros como los niños pequeños.

Tan cuantiosas fueron sus lágrimas, que éstas se esparcieron por el universo, convirtiéndose en preciosas estrellas que podemos ver todas las noches. Y de todas estas estrellas una fue la que les guió hasta la Ciudad de Belén, donde nació el Niño Dios, que todos los años veneramos los cristianos.

A estos avatares, prestos acudieron sus pajes “Eder y Unai” para ver qué sucedía, y a poco tuvieron que salir también a nado de aquella jaima. Por eso en el desierto también por chocante que parezca, a veces se encuentran oasis, lugares insólitos con jardines repletos de palmeras datileras y agua. Ocurriendo de este mismo modo otro sorprendente milagro, de todos estos llantos del alma de sus Majestades Reales.

Cuando por fin se serenaron los tres Reyísticos Orientales, con sus pajes prepararon un plan urgente para aquellos infantes.

Y llegó la gran noche… noche de ilusión, noche de Reyes Magos, la más maravillosa, única, de todos los niños del mundo, y porque no decirlo de grandes también con alma de niños.

Por aquella casa como os podéis imaginar mis queridos pequeños, pasaron sin hacer ningún ruido sus Majestades, y eso que sus camellos eran muy grandes. Pero los tres hermanos haciendo un esfuerzo de su cuscurro de pan para cenar, dejaron tres trocitos para los camellos con un gran cubo de agua, no olvidándose por supuesto de los Magos, dejando también un dibujo con un gran corazón pintado por ellos que decía… ¡¡Divinisimas Realezas… os queremos mucho!!

Así pues, aquella noche los Reyes colocaron en los zapatos de los hermanos, tres hermosas ofrendas repletas con todo su amor.

Apenas una luz tímida entró por la ventana, los habitantes de aquella casa fueron despertando ilusionados, para ver que contenían sus calzados. ¡¡Sorpresa… sorpresa… sorpresa!! ¡¡Alegría… alegría… alegría!! ¡¡Que pasada…!! ¡¡Risas… lloros… suspiros… carreras!!

Melchor el más longevo regaló una tablet a Ugaiz, con una nota que decía… «El 7 de enero tendrás una llamada importante para tu mamá, no te descuides, estate atento».

Gaspar a su vez obsequió al pequeño Aita un sobre color verde esperanza, contenía un regalo sorpresivo de los tres.

Baltasar adjudicó a nuestra nena Garazi una arquilla de madera de sándalo preciosamente labrada, con otra nota color rosa en su interior.

Así pues, primero sonó el teléfono, al descolgarle una voz habló (era Melchor) comunicando a la mamá de los niños: «Mi buena Amatxu, alguien anónimo os ha quitado la hipoteca de la casa, ya no tenéis que marcharos nunca de ella, es vuestra para siempre.»

El segundo regalo contenía un sobre sorpresa color verde, dentro aparecieron tres décimos de lotería, fueron premiados con el Gordo del Niño (esta idea fue de Gaspar y en colaboración de los otros Reyes). Pero esta familia solo se quedó con un décimo premiado nada más, repartiendo generosamente los otros dos billetes entre personas muy necesitadas o en parecidas circunstancias a ellos.

El tercer y último obsequio fue… dentro de la arquilla de sándalo obsequio para Garazi, había una nota rosa con una dirección subrayada en rojo. Simplemente decía… «Señor papá Arkaiz, le hemos contratado fijo para trabajar en mi fábrica. Preséntese el lunes 7 de enero a primera hora, le esperamos urgentemente.», firmado por un empresario anónimo (era la sorpresa regalo de Baltasar). ¡¡Por fin papá Arkaiz, había conseguido un trabajo!!

Y con todo esto amiguitos, termina mi cuento viento en popa. Por tanto soñar… no cuesta nada. Si algo deseáis con mucho anhelo no renunciéis nunca, ya que todos los deseos buenos pueden hacerse realidad.

Así que MORIMÓ (=la brujita) os deja cavilando… y con la fantasía soñando. ¡¡Hasta la vista preciosos de 7 á 100 años!!

¡¡Felices Fiestas y un mejor año!!

Fin.

Carta a los Reyes Magos es un cuento de Mercedes Martínez Rubio «Morimó» © Todos los derechos reservados.

Sobre «Morimó»

Morimó - Mercedes Martínez Rubio - Escritora

A causa del trabajo de su padre, funcionario del estado del cuerpo sanitario, Mercedes «Morimó» Martínez Rubio nació en 1950 en Santa Isabel de Fernando Póo, antigua colonia española. Sus estudios los realizó en diferentes colegios e institutos entre Santa Isabel y Madrid, lugares en donde habitualmente residían sus padres.

«Ya desde mis primeros años fui aficionada a la lectura, devorando todo tipo de libros apropiados para mi edad, que me compraban o regalaban mis progenitores. Tales como cuentos, fábulas, leyendas, historias de todo tipo, aventuras, tebeos, etc., siendo mis preferidos Las mil y una noches, Cuentos de los hermanos Grimm, Andersen, o Platero y yo (que estimulaban siempre mi imaginación de niña soñadora).»

«Más tarde, durante algunos años, me dediqué también a impartir clases de música. A raíz de un accidente inoportuno y ante la imposibilidad de poder caminar, fue cuando empecé a escribir una serie de cuentos que espero gusten a pequeños o grandes con alma de niños. Utilizo un estilo inusual, con jerga divertida, infantil-juvenil, para que os aficione el gusanillo por su lectura. Un abrazo muy fuerte para todos con cariño, de la brujita buena de los niños de 7 á 100 años.» Morimó

Los adultos también escriben cartas a los Reyes Magos

Por Antonio Román Sánchez Rodríguez

Los adultos también escriben cartas a los Reyes Magos

Hace mucho tiempo, los adultos, decepcionados por no recibir regalos en Navidad, se reunieron y decidieron volver a escribir cartas a Sus Majestades los Reyes Magos y a Papá Noel.

Las peticiones desbordaron los fondos y provisiones de los almacenes de Oriente y las tierras laponas del Polo Norte, de manera que reunidos en Consejo Real, decidieron tras deliberar, optar por no atender las peticiones de las personas mayores porque sería imposible repartir juguetes a todos los niños.

Así ocurrió y en las Navidades más frías que se recuerdan, en los trineos y camellos no se cargaron nada más que los pedidos de los pequeños. Los adultos reaccionaron y tras largos debates, optaron por enviar una larga misiva reivindicativa en la que informaban a sus Majestades, que en lo sucesivo impedirían a sus hijos escribirles en Navidad como medida de presión.

Las Fiestas se volvieron tristes y aunque los niños recibían obsequios, la magia de la sorpresa y el misterio desaparecieron. Sin fantasía, sin encanto, sin el elemento lúdico, los pueblos se volvieron insípidos, descarnados, sin alma; los Reyes Magos se quedaron sin trabajo, perplejos e impotentes.

Baltasar, el más sabio de todos, ordenó a su paje acudir a negociar con los adultos.

Tras muchas horas y días de discusiones, hubo acuerdo unánime.

Gaspar y Melchor aceptaron la propuesta de incluir presentes para todos, pero Papá Noel reparó en un hecho de capital importancia: las tareas de reparto no podrían concluirlas en una sola noche.

– «Los regalos de los adultos no pueden ser objetos embalados en cajas ni ocupar sitio en las alforjas de los camellos ni en el trineo» -sentenció mesándose su larga barba blanca.

Comunicaron la imposibilidad de cumplir lo pactado y la respuesta fue unánime:

– «Nos seguiremos encargando nosotros mismos, de poner los regalos a los niños, así que seguiréis sin sentir el cariño de ellos» -afirmó con rotundidad el portavoz de los mayores.

Nuestros Reyes Magos, se encerraron en su palacio y se dedicaron a estudiar los cielos, a trabajar con intensidad para aliviar la pérdida de afecto y ocupar su tiempo.

Ahora no tenían que encargarse durante todo el año, de estudiar la ubicación de los balcones de las casas habitadas por los pequeños, ni de anotar y dibujar planos, para no perder un instante en la noche mágica, salvo el que necesitaban los camellos aprovisionándose de comida y bebida en cada domicilio para reponerse del esfuerzo y poder continuar el reparto antes del amanecer.

Además, los pajes quedaron ociosos porque ellos eran los encargados de vigilar las buenas acciones de los niños.

Nuestros Reyes eran discípulos de Platón, que era un filósofo muy sabio, y había dado instrucciones para estudiar los movimientos de los planetas a sus alumnos. De manera que se pusieron a mirar el firmamento y a contemplar Mercurio, Venus, Júpiter, Saturno y la Luna.

Una noche clara, contemplaron una estrella fugaz.

Algo inverosímil porque según el Maestro, las estrellas estaban fijadas en una esfera y no tenían movimiento. Tan sólo esos astros juguetones, se movían en un cielo tranquilo e inmutable, y el hecho de que fuera una estrella la que viajara por el espacio, era un suceso extraordinario.

Convencidos de que la aparición de la estrella era señal de buenos augurios y presagios, dispusieron la marcha siguiendo su estela errante. Dormían durante el día para poder estudiar su luminosidad en la oscuridad de la noche.

Repasaron todos los libros de astronomía y gracias a sus predicciones astrológicas llegaron a una conclusión.

Se presentaron en Jerusalén y preguntaron:

– «¿Dónde está el Niño Dios que ha nacido? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo.» –

Lo que ocurrió después es de sobra conocido, y los Reyes tras llegar a Belén, un pueblo de Judea, postrarse en tierra ante Él y ofrecerle como regalo oro, incienso y mirra, regresaron a su país.

Los Reyes partieron convencidos de que con motivo de la llegada del Niño Jesús a la Tierra, los adultos recapacitarían y volverían a estar ocupados encargándose de repartir juguetes.

Pero no fue así porque Herodes mandó matar a todos los santos inocentes menores de dos años temeroso de que el Niño Jesús ocupara su trono.

Pasaron unos años sin que Sus Majestades recibieran cartas pidiéndoles regalos los niños.

Pero un día recibieron una muy especial. El Niño Jesús les conminaba a que volvieran a repartir fantasía e ilusión a los pequeños.

Tras celebrar la recepción de la misiva divina, convinieron en partir hacia Nazaret, porque así podía leerse en el sobre su procedencia.

El Niño Jesús había crecido y sus reflexiones eran sabias y profundas como correspondía a su naturaleza de Hijo de Dios. Los Reyes Magos le trasladaron la objeción de Papá Noel de que les sería imposible repartir en una sola noche regalos a todas las personas puesto que no dispondrían ni de tiempo ni de espacio en las alforjas de los camellos ni en el trineo.

El Niño Jesús les hizo leer un pasaje de las Sagradas Escrituras y les dejó meditar.

– «Sabiduría 7:24 – Pues más móvil que todo movimiento es la sabiduría, y con su pureza todo lo atraviesa y lo penetra» -leyó en voz alta Melchor.

De repente, Gaspar suspiró y en tono alegre dijo:

– «Tengo la solución.»

Nuevamente regresaron a su palacio convencidos de que el Niño Jesús lo que quería era que se recordase y proclamase la redención con su Nacimiento, es decir la fe de que había venido para festejar nuestra salvación, y que había que acogerlo en nuestros corazones.

Y así sucedió. Los hombres y mujeres comprendieron que era un regalo mucho más valioso el hermanamiento, la paz, la solidaridad, la alegría, el compartir mesa y mantel con la familia, los villancicos, los belenes, los arbolitos, las luces, el espíritu navideño, el amor, los deseos, proyectos, y la certeza de que si no es el momento de uno, todo volverá a ocurrir, porque cada año vuelve a nacer el Niño Jesús.

Las cartas volvieron a invadir el palacio real y las tierras septentrionales.

Papá Noel tuvo que volver a engordar para soportar el frío de la intemperie y Melchor, Gaspar y Baltasar interrumpieron sus estudios de astrología para dedicarse a organizar las cabalgatas y la adquisición de juguetes con la ayuda de sus pajes.

La intolerancia había sido superada por el daguerrotipo de cualquier niño en el instante en que al levantarse descubre sus regalos junto a sus zapatos. Ese momento de felicidad sincera, de alegría de vivir, que contagia y prende la mecha del amor en nuestros corazones, tal y como quería el Niño Dios.

Y es que la Navidad consiste en eso: en un regalo, en forma de juguetes e ilusión para los niños; y de solidaridad y esperanza para los adultos. Por ello, también las personas mayores escriben cartas a los Reyes Magos.

Fin.

Los adultos también escriben cartas a los Reyes Magos es un cuento de Antonio Román Sánchez Rodríguez © Todos los derechos reservados.

Sobre Antonio Román Sánchez Rodríguez

Antonio Román Sánchez Rodríguez - Escritor

“Me llamo Antonio Román Sánchez Rodríguez, nací en Puertollano y resido en Alicante. Soy de la generación de la EGB, escritor por afición y filósofo por pasión.”

Antonio estudió bachillerato y COU en el Instituto Fray Andrés de su ciudad natal. Se graduó en la Escuela Universitaria de Ciudad Real (Universidad Complutense de Madrid) como docente en la especialidad de Lengua Española y tiene el título de Licenciado en Filosofía por la UNED.

“Entre las dos majas de Goya me quedo con la Venus del espejo de Velázquez; frente a la vida me quedo con la actitud de Demócrito, muerto de risa, y nunca con la del amargado Heráclito, y en el Camino soy peregrino y no caminante. Me enredo con la vida, su misterio, la poesía y el pensamiento.”

“Defiendo la unidad de la Nación española, la separación de poderes, los valores del cristianismo, la libertad como valor supremo y la Unión Europea. Participo en las Redes Sociales sin pseudónimo ni escondido en el anonimato. Ni candados ni máscaras.

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