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Flor se quedó sin letras 💔 Su corazoncito se quedó con un gran vacío, como un inmenso agujero negro…

Por Elizabeth Segoviano. Cuento sobre las letras y las palabras

Flor se quedó sin letras es un hermoso y emotivo cuento de una niña y su abuelo, con el que escribían muchas historias y compartían hermosos momentos. Pero lamentablemente pasó algo que no solo dejó muy triste a Flor, sino que además la dejó sin voz y sin ganas de seguir escribiendo. Es un cuento de la escritora mexicana Elizabeth Segoviano. Cuentos para niños y niñas de todas las edades. Veamos ¿qué fue lo que entristeció tanto a Flor? ¿Pudo finalmente recuperarse de este dificil momento?

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Flor se quedó sin letras

Flor era una niña de apenas siete años, y era casi como todas las niñas de siete años. Era curiosa, traviesa, inteligente, parlanchina, tierna y a veces, también hacía berrinches.

Flor se quedó sin letras - Cuento infantil

Sin embargo había algo que hacía de Flor una niña un tanto diferente, a ella le gustaba escribir y contar historias ¡y eran muy buenas!

Aquella habilidad la había heredado de su querido abuelo Marcus, quien le había contado historias desde que Flor se encontraba en la barriguita de su mamá. Y, por ello, Flor había nacido llena de letras en su mente. Letras que se convertían en palabras, palabras que se convertían en frases y frases que formaban hermosas historias de hadas y héroes, de espadachines y brujas, de animales mágicos y alfombras voladoras, de elfos y calabazas mágicas y cientos, miles de bellos personajes brotaban de sus palabras.

Y cada noche el abuelo Marcus y Flor se tendían bajo las estrellas a inventar historias que escuchaban atentamente las luciérnagas y los grillos, las flores, la luna, los gatos en los tejados y por supuesto, las estrellas, que sonreían y titilaban de alegría al escuchar a Flor.

Además en el colegio nuestra pequeña cuentacuentos era muy popular, pues sus amigos siempre le pedían les contara alguna historia de misterio o grandes aventuras, algo de piratas o de dragones y princesas, y claro, eso a Flor le encantaba.

Pero lo que más amaba Flor era pasar los domingos sentada en las rodillas de su abuelo mientras tipeaban juntos sus historias en su antigua y ruidosa máquina de escribir.

Flor y su abuelo Marcus - Flor se quedó sin letras - Cuento
Foto de cottonbro

A cada tanto, quitaban la hoja y Flor se encargaba de hacer algún lindo dibujo que acompañara las historias, pues Marcus y ella querían hacer muchos libros con todos sus cuentos. Hacer una biblioteca entera que pudiera disfrutar todo aquel que amara las historias tanto como ellos.

Sin embargo, a veces en la vida pasan cosas que no son como en las historias, pasan cosas que nadie quiere que pasen, pero pasan de todas formas. Y el abuelo Marcus enfermó, pasó muchos días en cama hasta que una noche tibia y clara cerró los ojos y se fue a ese lugar donde nacen los sueños. A ese lugar del que todos venimos pero no alcanzamos a recordar. Se fue allá donde nacen las estrellas, allá donde terminan su viaje las libélulas, allá donde las estrellas fugaces se convierten en una cascada de luz, allá donde nuestros corazones fueron creados.

Desde aquel momento algo en el interior de Flor se descompuso.

Su corazoncito de siete años se quedó con un gran vacío. Era como esos inmensos agujeros negros que pasean por el universo. Flor sentía que por ese hueco se le escapaban sus letras y solo quedaba un montón de nada.

Con el paso de los días Flor dejó de contar historias. Tampoco las tipeaba ni hacía dibujos, era como si todas las palabras del mundo se hubieran borrado. Y, por las noches, el jardín quedó en silencio y los grillos, las hadas, las flores la luna y las estrellas se preguntaban por qué Flor ya no contaba historias.

Después de un tiempo los amigos y los papás de Flor le pedían que les contara cuentos. Que siguiera haciendo esa gran biblioteca con la que tanto habían soñado ella y su abuelo. Y entonces Flor sintió algo diferente en su corazón, era como una chispita que intentaba encenderse pero no lo lograba del todo. Parecía que tuviera adentro una cajita con cerillos mojados, o un motor descompuesto. Pues, cada vez que la pequeña tomaba lápiz y papel y escribía «Había una vez» o «Sucedió hace mucho tiempo» y ya no podía escribir más…

¡De verdad ya no tenía letras en su interior!

Con cada intento la niña escribía menos y menos, el había una vez se convirtió en «Había un…» el sucedió hace mucho tiempo quedó en «Sucedi…» y así hasta que solo pudo escribir una «H» o una «S» y luego ni siquiera eso.

Después intentó escribir el abecedario pero solo pudo escribir «A» , en ese momento decidió que sería mejor contar las historias sin escribirlas. Así que reunió a su familia y amigos en el jardín y empezó a decir:

– «En un reino muy muy lejano…»

Todos estaban mirándola atentos, sonriendo, esperando escuchar una fabulosa historia, pero Flor por alguna razón no podía continuar. Respiró profundo, aclaró su garganta y lo intentó nuevamente.

– «En un reino… Hmmm… En un rein… Coff coff… En un…»

Entonces, lo que Flor temía sucedió:

¡También se quedó sin voz!

Todos los presentes se sorprendieron, no sabían qué había pasado. Tal parecía que lo que Flor pensaba era completamente cierto ¡SE HABÍA QUEDADO SIN LETRAS!

Los médicos no encontraban una explicación y le recomendaron que descansara y bebiera mucho té con miel.

Flor estaba triste, la chispita en su interior no encendía, el motor que la hacía contar historias solo echaba humo, sus letras se le habían escapado por un inmenso hoyo negro y todo lo que tenía era silencio.

Después de buscar alguna respuesta por largo tiempo Flor decidió leer muchos libros, todos los que pudiera, leía y leía devorando un libro tras otro. Y pensó que tampoco le haría daño comer mucha sopa de letras que a su mamá le quedaba tan rica. Y cereal de letras también, pues ella quería volver a llenar ese hueco en su corazón con muchas letras a ver si así podía contar historias una vez más.

Así pasaron muchos días, que se convirtieron en meses y, poco a poco, muy de a poquito Flor pudo hablar otra vez, pero por más que lo intentaba no podía contar historias. Pero ella seguía desayunando letras, comiendo letras, y leyendo todo lo que podía.

Hasta que una noche Flor se dio cuenta de que había pasado todo un año desde que su abuelito ya no estaba. Y, esa noche de luna llena, Flor salió al jardín y se tumbó sobre el césped a mirar las estrellas como solía hacerlo y guardó silencio, se quedó muy calladita…

En ese momento lo escuchó, parecía ser un murmullo, pero luego descubrió que eran sollozos. Miró a su alrededor y notó que las pequeñas hadas del jardín y los grillos, los caracoles, las flores, la luna y las estrellas eran quienes estaban sollozando. Flor preguntó por qué lloraban, y todos dijeron al unísono:

¡Porque ya nadie nos cuenta historias!

Aquellas palabras le hicieron un nudo en el estómago a Flor. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se metió corriendo a la casa. Cerró de un golpe la puerta de su habitación y uno de los manuscritos que había hecho con su abuelito Marcus cayó del librero.

Flor lo recogió y lo acarició con mucho cuidado, empezó a hojearlo y a leer lo que, con tanto cariño e ilusión, había mecanografiado con su abuelo por tantos domingos. Y justo al final del manuscrito había otra hoja, escrita a mano. Era la letra de su abuelito y decía:

“Mi pequeña, quizá no puedas verme más, pero no significa que no esté contigo. Pues soy cada letra y cada frase que alguna vez escribimos, soy el ruidoso ritmo en las teclas de nuestra desvencijada máquina de escribir, soy el olor a papel y tinta, soy los colores de tus acuarelas. Soy el suave césped sobre el cual te recuestas, soy alguna estrella que te mira esperando me cuentes más historias, soy un trocito de tu corazón, aquel que se alegra cuando imaginas un nuevo personaje y una nueva aventura. Soy tu historia y soy tus recuerdos. Voy contigo en tu cartera cuando garabateas una frase nueva, soy el ruidito que hace tu lápiz cuando escribes de prisa para que no se te olvide alguna idea. Sigo contigo mi pequeña, cuando tú quieras nos encontraremos en una página en blanco, en una historia nueva, en otra noche de luna llena”.

Al leer eso, Flor lloró, pero eran lágrimas felices porque como siempre su abuelito tenía razón, él estaba ahí con ella en las letras, en cualquier lugar a donde ella mirara e imaginara un relato nuevo.

Flor abrazó su manuscrito, lo guardó y desempolvó su máquina de escribir y, como por arte de magia, las historias fluían otra vez. Caían como lluvia fresca sobre el papel, y de nuevo salió a leer bajo las estrellas para hacerlas reír. Pues ahora sabía que alguna de ellas era su abuelito que esperaba ansioso otra historia, otra aventura, otro cuento para seguir riendo.

La chispita en el pecho de Flor por fin había encendido. Su motor giraba a toda velocidad, el hueco por el cual se habían escapado sus letras se había cerrado y ahora podía llenarlo con historias.

Fin.

Flor se quedó sin letras es un cuento de la escritora Elizabeth Segoviano © Todos los derechos reservados.

Sobre Elizabeth Segoviano

Elizabeth Segoviano nació el 2 de abril de 1982 en la Ciudad de México. Al ser estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Anglo Mexicano de cultura orientó su carrera hacia la enseñanza y desarrolló su pasión por la literatura infantil.

Elizabeth Segoviano - Escritora

¿Qué es lo que te llevó a escribir? «Mi imaginación, desde muy pequeña he tenido una imaginación muy viva… Recuerdo que en el jardín de niños nos ponían a leer en voz alta, pero a mí no me gustaban esas historias y yo les inventaba toda clase de aventuras a los personajes y por hacer eso mi maestra me reprendía casi todos los días, diciendo que yo era una rebelde desobediente. Pero siempre sentí la necesidad de escribir lo que imaginaba.»

Si quiere leer más sobre nuestra colaboradora, la escritora Elizabeth Segoviano, puede ver la entrevista que le hicimos para EnCuentos.

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