La escuela de los niños felices. Gudrun Pausenwang. Cuento espiritual. Cuento perteneciente al Proyecto Cuentos para Crecer.
La escuela de los niños felices
Te voy a confiar un secreto.
Hay una escuela donde no se aprende a deletrear, sino a cabalgar sobre ciervos.
Tampoco se aprende a mirar fijamente a la pizarra con ojos soñolientos, sino a navegar sobre nubes.
No a medir las carreras del cronómetro no los saltos con cinta métrica, sino a bailar sobre el alambre.
No se aprende a bajar la cabeza ni a mirar de reojo al maestro, sino a domar monstruos.
Tampoco a balbucear textos, sino a reconocer huellas de hadas.
Y nada de que dos y dos son cuatro y que la hora tiene sesenta minutos, sino a hacer magia y a soñar.
No a estar sentado, en las bellas mañanas de primavera, en un aula que huele a trapo de pizarra y a ropa sudada, sino a oler como las flores.
No a pedir buenas notas y temblar cuando van a ser entregadas, sino a caminar sobre el agua.
Allí tampoco se aprende que luna empieza con l, estrella se escribe con ll, y que lobo tiene una b, sino a hablar el lenguaje de los animales.
No a estar sentado inmóvil y con la boca cerrada, sino a vivir en los árboles.
Y mucho menos a empujar a los demás: «¡Largo! ¡Yo primero!», sino a consolar a las personas tristes.
¿Qué dónde está esa escuela?
En el Valle del Mirlo, tres kilómetros más allá de Pentecostés.
Se llama «La Escuela de los Niños Felices». Su puerta está abierta de par en par.
Vete allí. Y si un día regresas, cuéntales a tus maestros dónde estuviste.
Quizá comiencen a escucharte.
Fin,
La escuela de los niños felices Salamanca, Lóguez Ediciones, 1994