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De mirada picara, pelo liso,  su familia le dice  el Gordo , porque cuando era chiquito era gordito,  sin embargo ahora es menudo.

Félix estudia quinto grado, en un colegio de La Pastora, vive con su hermano Freddy, y su mamá Sonia.  Ella trabaja en  un negocio en mantenimiento.  Sus padres se separaron hace tiempo y el padre se fue a vivir a Guanare, hace años y no se ha ocupado más de su familia.

La falta de dinero hasta para comprar una empanada a la hora del recreo lo fue preparando para lo demás.  A veces una de las niñitas del colegio lo invitaba a comprar un tequeño pero Felix orgullosamente le decía  que no tenia hambre, pero sus ojos no dejaban de comerse el refrigerio de sus compañeritos.

Cuando la mamá cobra hacen  grandes comilonas, pero cuando el dinero no alcanza tienen que acostarse con el estomago vacío.  Cada vez la situación económica se ponía más estrecha y las noches se hacían largas por el hambre y la falta de luz, que la mamá no pudo cancelar a tiempo.

“Un día mi mamá llegó con la novedad que la habían botado del trabajo. Aprendí malabarismo y me iba con mi hermano Freddy a trabajar.  Al principio me paraba en los semáforos de Los Dos Caminos, y le daba el dinero a mi mamá quien a veces me venia a buscar. Luego nos dimos cuenta que en la Plaza Altamir había mucha gente y nos poníamos en el semáforo frente a la Pizzería”
Félix encantó a la muchacha de la pizzería, quien a escondidas de su jefe le daba su cena.
Encantó también a los militares que en ese tiempo permanecían en la Plaza.  Hizo amistad con unos jóvenes de seguridad.   Ellos tenían un apodo y no se conocía el  verdadero nombre de ninguno. Todos vivían en espera de un gran acontecimiento.

“ Yo me hice llamar Beizo, les contaba que ando buscando un padre que me pueda mantener, que yo no necesite trabajar.  Les conté además que mi mamá me pegaba con un cable, cuando llego a la casa tarde y cada vez con menos dinero. ”

“ En la calle  me daban  bastante dinero   empecé  a comprar chucherias,  a jugar maquinitas y cada vez era menos el dinero que llevaba a la   casa. Es que uno se envicia y se pone ambicioso”

Félix se fue quedando algunas noches, en la carpa de los jóvenes, hasta que no  regresó a su casa ni a la escuela.

“Me sentía como un héroe, ellos mandaban  a comprar  comida y compartíamos. Cuando ellos tenía dinero, la compraba yo con lo que había ganado en el día. Un día me llevaron a un Hotel, por la Avenida Baralt, me pusieron en una tarima y me sacaron unas fotos. Me dijeron que podía ser actor, lo único malo es que yo  estaba muy flaquito”

Pasaron unos días y un día le pareció ver a su mamá de lejos. Y acurrucado detrás de un matorral, vió como ella se acercaba a la plaza. Félix , que ahora se hace llamar Beizo tiritando no sabia si de frío o por la emoción, vio como su madre lo estaba buscando, y le preguntaba a  varios  de los jóvenes de Seguridad.  También le preguntó a un militar calvo. Pero ellos se encogían de hombros, miraban a su alrededor y movían la cabeza en señal  negativa , y fruncían los labios.

Beizo tuvo el impulso de salir corriendo hacia su mamá pensando ”entonces me quiere, mi mamá me quiere! ”.

Se quedó inmóvil, vio como la madre, bajando la cabeza se alejaba lentamente,

”Yo, estaba estudiando quinto grado en un colegio de La Pastora, cuando a mi mamá, la botaron del trabajo.  Se me ocurrió aprender malabarismo e irme con mi hermano Freddy  a trabajar en  la Plaza Altamira, después de salir del colegio”

“Me ponía en los semáforos, a veces  usaba un   sombrero de arlequín, cuando no tenía pelotas usaba limones  o naranjas….  Al principio   le daba el dinero a mi mamá,   a veces me  iba a buscar”.

Félix encantó a la muchacha de la pizzería, que a escondidas le daba su cena. Encantó también  a los militares,  que en ese tiempo permanecían en la plaza, e hizo amistad con unos jóvenes de seguridad, todos ellos tenían un apodo y no se sabía su verdadero nombre.  “Yo me hacía llamar Beizo,   les  contaba que no tengo un padre   que me mantenga, y que mi    mamá me pegaba con un cable”, lo cual era cierto porque cada vez  llegaba mas tarde a la casa.

“ En la calle  me daban  bastante dinero   empecé  a comprar chucherias,  a jugar maquinitas y cada vez era menos el dinero que llevaba a la   casa. Es que uno se envicia y se pone ambicioso”

Félix se fue quedando algunas noches, en la carpa de los jóvenes, hasta que no  regresó a su casa ni a la escuela.

Fin

Psicóloga Deanna Albano
Asociación Muchachos de la Calle
www.muchachosdelacalle-org.ve

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