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Tania en el Bosque de Hadas 🧚 «Hay que saber cómo llegar a ellas… son muy hermosas, con mucha belleza y luminosidad y siempre están alegres y con mucha paz, amor y luz»

"Tania en el Bosque de Hadas", del escritor español Bernabé Galán Sánchez, nos invita a un mágico viaje lleno de fantasía y dulzura. Tania, una niña curiosa, se siente atraída por las historias que su abuelo le cuenta sobre las hadas. Ansiosa por conocer a estos seres mágicos, decide explorar un bosque encantado. Acompañada por su abuelo y su hermano, se adentra en un mundo lleno de luces y criaturas místicas, donde lo inesperado sucede. Este cuento lleno de inocencia y sueños cumplidos resalta la importancia de la imaginación, la paciencia y el respeto por lo desconocido.

Tania en el Bosque de Hadas

A Tania le gustaba dormir con su hermano Alejandro oyendo los cuentos que les contaba su papá cuando estaba con ellos. Una noche, papi les contó uno muy bonito que le gustó mucho a Tania y no quería que se terminase nunca porque estaba disfrutando conociendo lo alegres y felices que eran las hadas del bosque y le entraron ganas de conocerlas mejor y jugar con ellas.

Los nietos de Bernabé, Tania y Nano en la cama
Los nietos de Bernabé, Tania y Nano en la cama

Un día que estaban en el pueblo, en casa de los abuelos Maty y Bernabé, Tania le dijo a la abuela que tenía muchas ganas de ir al bosque a conocer a las hadas.

Tania, guapa, las hadas son unos seres muy especiales. Hay que saber cómo llegar a ellas ya que no les gusta la violencia ni que nadie les invada el territorio donde viven. Son muy hermosas, con mucha belleza y luminosidad y siempre están alegres y con mucha paz, amor y luz. ¡Ah! Y son mágicas y les gusta mucho la música y el baile, como a ti. Seguro que tú que eres una niña especial, tienes muchas posibilidades de poder verlas y hablar con ellas.

Abuela ¿y cuándo podré verlas? ¡Estoy deseando! ¡Qué emoción!

Le vamos a decir al abuelo Bernabé, cuando llegue, que te lleve al campo de un amigo suyo que tiene un frondoso bosque por el que corre un riachuelo con muchos peces y seguro que allí hay hadas.

¡Bien, bien! ¡Qué alegría! Ya estoy deseando que venga del trabajo para decírselo.

Tan pronto llegó el abuelo a casa, Tania fue corriendo a su encuentro.

¡Hola abuelo! ¿Cómo te ha ido en el trabajo? Estoy muy contenta de estar aquí en vuestra casa. La abuela Maty me ha contado muchas cosas sobre las hadas y estoy deseando de ir a verlas. Me ha dicho que un amigo tuyo tiene un campo muy grande con un bosque y un arroyo donde podría haber hadas.

Sí, mi amigo Ernesto es el dueño de la finca. En el frondoso bosque que hay allí con un riachuelo que corre por aquella tierra en el que habitan tritones, peces y otros animalitos de agua hay hadas y yo se las enseñé a tu papá cuando tenía tu edad.

¡Abuelito, abuelito yo quiero ir a verlas! ¡Porfa, porfa vamos a ir!

Bueno, bueno, esta noche vamos a ir.

El abuelo llamó a su amigo Ernesto y le pidió permiso para poder ir a visitar su bosque. Por la noche irían Tania, Alejandro y el abuelo a ver si tenían suerte y conocían alguna hada. Cuando comenzó a anochecer se prepararon para ir al campo. Después de cenar cogieron el coche y se dirigieron a “Las Sílfides” que así se llamaba la finca. Dejaron el vehículo lejos del bosque y se aproximaron en silencio y con mucho cuidado de no hacer ningún ruido para no espantarlas, ya que a las hadas no les gusta que invadan su mundo y son desconfiadas con quien no conocen.

Entraron de puntillas en el bosque, con la ayuda de una linterna y lo hicieron con mucho cuidado de no tropezar y de pronto se encontraron en un claro donde no había árboles y comenzaron a ver muchísimas lucecitas que se movían armoniosamente e iban de la copa de un árbol a otro, cruzándose entre ellas y formando figuras muy bonitas con unas luces de muchos colores de gran belleza Tania, Nano y el abuelo se quedaron quietos observándolas. Algunas luces bajaban de aquellos gigantescos árboles y se aproximaban al suelo haciéndose más grandes.

Son las hadas del bosque ―dijo el abuelo en voz muy bajita.

¡Qué bonitas! ―susurró Tania.

¡Hola hadas! ―dijo Alejandro en voz alta. 

Al oír el grito de Nano las luces se alejaron con mucha rapidez.

Alejandro ―dijo el abuelo― no hables alto, que se asustan y se van. Son muy desconfiadas y tienen miedo a los humanos. Hay que venir otro día y no hablar nada. Solo observar, estarse quietos y esperar que ellas sean las que se dirijan a nosotros. Hoy ya no van a volver.

Volvieron a casa de los abuelos y le contaron a papá lo que les había ocurrido. El les dijo que lo que habían visto es lo que se llama un “anillo de hadas” y que hay que ser muy amables con ellas y no tener prisa en conocerlas.

Tenéis que darles confianza para que se hagan vuestras amigas. Incluso si se hace muy amiga tuya un hada te puede seguir a casa y estar allí contigo. Así que mañana vamos a volver a ir a ese sitio, que yo conozco ―les decía papá― ya que mi padre, el abuelo Bernabé, nos llevaba cuando éramos pequeños a la tita Mati y a mí y las veíamos. Mañana iremos Tania y yo. Otro día iré con Nano.

Tania no pudo dormirse pensando en el día siguiente que iría con su padre a ver a las hadas. Pensando, pensando e imaginándose cómo sería el encuentro con ellas se quedó dormida y comenzó soñar. Se encontraba en un hermoso bosque, incluso mayor que el de la finca del amigo del abuelo, con árboles muy grandes. Soñaba que estaba dormida bajo una gigantesca haya a la orilla de un arroyo. Era de noche y aunque se encontraba sola, no tenía miedo. El silencio, los olores tan agradables del campo, el sonido del agua corriendo entre las piedras del arroyo y el viento silbando suavemente entre los árboles, le daban seguridad a Tania y le hacían sentirse muy a gusto.

De repente una luz muy intensa y hermosa le llamó la atención. Su luminosidad destacaba sobre otras muchas más pequeñas que estaban a su lado también muy brillantes. Poco a poco aquella luz se le iba acercando y eso le complacía mucho aunque se había quedado boquiabierta de emoción. La luz fue tomando forma mientras se le aproximaba cada vez más. Tania estaba quieta, sin decir nada.

¡Oh, qué alegría! ¡Es un hada! ―pensó la niña tapándose la boca para no pronunciar ninguna palabra.

La luz, al final se convirtió en una mujer muy guapa y hermosa de pequeño tamaño y que había bajado del árbol gracias a unas alas de mariposa que le salían de la espalda y que agitaba continuamente produciendo un runruneo muy agradable. Era muy bella y luminosa.

Tenía una cara preciosa aunque sus orejas eran puntiagudas, pero eso no la afeaba, sino todo lo contrario. Tenía muchos adornos brillantes en su cabello que la embellecían aún más. Tania se quedó callada acordándose de los consejos del abuelo Bernabé: Tenía que ser prudente y no hablar. Esperó que el hada se dirigiera a ella. Y ocurrió así. Después de revolotear alrededor de la niña en un sentido y en el contrario, por fin se dirigió a ella.

¡Hola pequeña humana! ¿Cómo te llamas?

Tania y soy de Córdoba, aunque ahora estoy de vacaciones en casa de mis abuelos de Fuente Palmera.

¿Tienes hermanos?

Sí. Un niño que se llama Alejandro, pero lo llamamos cariñosamente Nano.

¿Y eres buena estudiante? ¿Sacas buenas notas?

Sí. Estudio mucho. Me gusta mucho leer aventuras. Mi abuelo Bernabé nos escribe cuentos a todos los nietos y nos gusta mucho leerlos.

Yo conozco a tu abuelo y a tu papá. Son mis amigos, aunque hace ya mucho tiempo que no los veo. Les gustaba venir aquí cuando tu padre tenía tu edad y venía con tu tita Mati. Nos hicimos muy amigos. Dales recuerdos cuando los veas.

¿Y tú cómo te llamas? ―preguntó Tania al hada.

Me llamo Celeste y vivo aquí desde hace muuuchos, muuuchos años.

¿Y cómo te distraes? ¿Qué es lo que te gusta hacer?

Me gusta mucho cantar y bailar, oír música, estar contenta, tener muchos amigos y jugar con ellos. De vez en cuando nos vamos de excursión a conocer otros bosques y también, si un amigo o amiga nos invita a su casa, vamos con él o con ella; pero estando allí no nos ve nadie nada más que nuestro amigo. Muchas veces sus familiares se han reído al ver que nuestro amigo cuando habla con nosotras, como los demás no nos ven, se creen que está hablando solo.

¿Qué comidas te gustan? ―preguntó Tania.

Me gusta comer de todo, aunque la leche me cae mal y no la pruebo. Sin embargo me encanta la miel, los huevos, el queso, las frutas y las verduras y hay algo que me encanta todavía más, que es la crema de avellana.

Estaba terminando de enumerar las comidas que más le apetecían cuando sacó una varita con la que tocó la espalda de Tania.

Tania en el Bosque de Hadas - Cuento

Sígueme ―le dijo a la niña mientras ella subía volando hasta la copa del árbol.

¡Yo no puedo volar, Celeste! ¡No te puedo seguir!

¡Prueba! ¡Ya verás! ¡Mueve tus brazos como si fueran alas! ―le decía el hada desde las alturas.

Tania no se lo podía creer. Cuando abrió sus brazos obedeciendo lo que el hada le había dicho, vio con sorpresa que le habían salido unas hermosas y gigantescas alas de mariposa que le obedecían cuando ella movía sus brazos. Comenzó a volar con cierto miedo, que fue perdiendo conforme iba ascendiendo en busca de su amiga Celeste. Cuando estuvo a su altura comenzó a dar vueltas jugando y haciendo círculos y piruetas, mientras recorrían el bosque viéndolo desde arriba.

Tania invitó a su amiga a ir a casa de los abuelos y estar allí con ella durante las vacaciones. Celeste aceptó y se fue con ella. Los abuelos se reían muchas veces cuando la veían hablando sola. Y es que ella hablaba con Celeste, pero los abuelos no veían a la hada y creían que Tania se estaba volviendo turulata.

Fin.

Tania en el Bosque de Hadas es un cuento del escritor español Bernabé Galán Sánchez © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento expreso de su autor.

Sobre Bernabé Galán Sánchez

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