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Érase una reina hechicera llamada Nianet. Envidiosa y arrogante. Gobernante de un tenebroso reino de nombre Grecom. Nianet sentía envidia de Miel. Una hermosa princesa que reinaba en una pequeña Isla flotante cerca del Océano Antártico.

Cierto día, Nianet decidió visitar junto a su más fiel súbdito Leone, a aquella Isla llamada Moon. Según y de acuerdo a sus planes proponerle a la princesa reinante su belleza a cambio de su reino, por lo cual, viaje duró seis semanas por mar. Las seis semanas habían transcurrido. Nianet había llegado a la Isla Moon.

Nianet se sentía la más importante de aquel reino. Al entrar en el interior de la Isla, Nianet se quedó maravillada al ver bellas jemas y decoraciones de oro y plata. Un guardia vestido de centinela dio la bienvenida diciendo:

-Sea bienvenida oh reina visitante del reino Grecom, la Princesa Miel os espera.

Miel esperaba sentada en un hermoso trono hecho de diamantes y brilloso cristal. Nianet sintió envidia de su belleza. Era cierto. Miel era una mujer bellísima. Su rostro irradiaba luz de bondad, pero su belleza interior hacia que sobrasen las palabras.

Entonces Miel al ver a Nianet dijo:

-¿A qué se debe tan curiosa visita? Nianet respondió a su pregunta:

-Estoy en esta isla porque deseo proponerte algo.

-¿Qué es? -preguntó la Princesa Miel.

-Dame tu belleza y te daré a cambio de ella, mi reino -respondió Nianet.

-¿Solo a eso has venido de tan lejos? ¿A proponerme algo ambicioso y malvado? ¿Por qué yo, habiendo tantas otras?-Preguntó Miel.

-Porque tu belleza jamás será comparada con ninguna de ellas. Y si yo obtengo tu belleza, seré la única. La más bella de este planeta al que los humanos suelen llamar Tierra-respondio Nianet.

-Si solo a eso has venido, búscate otra. ¡Vete de mí Isla mujer-demonio!.

-No me iré hasta obtener tu belleza….princesa- Dijo mientras la señalaba con su dedo índice.

-¡Alto Nianet! Prefiero dejarte mi Isla, antes de entregarte mi belleza.

-Si eso deseas, así será. Y si no obtengo tu belleza, vivirás el resto de tu vida en ese astro al que los humanos llaman Luna. -Prefiero vivir en ella, antes de entregarte la belleza que el Creador me ha dado –Dijo Miel.

Desde aquella ocasión, transcurrieron cerca trescientos años. Cada vez que llegaba la noche Miel despertaba y cada vez que lo hacía, bajaba a la Tierra a comunicarse con sus criaturas de la noche: Luciérnagas, grillos, ranas y sapos, cocodrilos, aves nocturnas. Incluso una noche entro en comunicación con pequeñas criaturas mágicas llamadas Hadas.

Miel se había hecho de muy buenos amigos. Cada noche Miel cantaba una triste canción que le recordaba a su Isla y cada vez que brotaban lágrimas de sus hermosos ojos azules; los ríos y pantanos se convertían en bellas lagunas donde sus pequeñas criaturas revoloteaban jugando.

En una de esas noches, Miel hizo amistad de un hermoso unicornio de plata de nombre Valentine. Valentine una noche, cuando la luna mostraba su más bello resplandor, decidió componer una canción, que Miel canto así:

“Si el ser humano fue creado por un Dios; también lo fuimos nosotros los seres mágicos. Reunámonos todos como hermanos dejando atrás lo malo.

Riamos juntos olvidando todo. Las tristezas y los malos entendidos, olvidemos ya. Es momento de amar.

Dios nos bendijo a todos; sin excepción de nadie. Todos somos sus hijos. Él nos ve con amor.

Unámonos todos sin discriminación. Olvidemos los prejuicios que no conllevan a nada bueno.

Cuidemos lo que Dios nos ha regalado. Cuidemos este planeta. Cuidemos su creación. Oigamos todos juntos el canto de las aves sus hermosas melodías. Oigamos a los ríos su propio sonido.

Olamos todos juntos el aroma de nuestra Madre Naturaleza. Ese aroma que inspira ternura y felicidad, dejando atrás las fragancias sin olor. Dios ha creado una gama de hermosura. Protejámosla. No seamos indiferentes. ¡Basta ya! Dejemos el odio y el rencor.

Sintamos la lluvia caer sobre nosotros. ¡Qué rica esa agua que nos da vida cada vez que bebemos y bañamos con ella Cuidemos lo que Dios nos ha regalado. Cuidemos este planeta. Cuidemos su creación”

Miel al cantar, todos sus amigos, compartieron su alegría.

Fin

Miel es uno de los cuentos de hadas del escritor de cuentos infantiles Stheve Valaisse sugerido para niños a partir de ocho años.

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