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Hadas Gemelas – Capítulo VI. Cuentos con brujas

Hadas Gemelas – Capítulo VI. Cuentos con brujas

Cuentos con brujas. Cuentos de duendes.

Cuento infantil en idioma español, sugerido para niños a partir de 8 años.

Amanda dejó a la pequeña y fue corriendo a su casa a cambiarse. Julius la vio entrar agitada y nerviosa.

-¿Qué te ocurre, mi reina? ¿Por qué entras de esa manera?

-¿No has visto que viene una gran tormenta? No quiero mojarme.

-¿Te has enterado de lo que ocurrió?

Amanda comenzó a ponerse nerviosa.

-En absoluto ¿qué es lo que ocurrió?

-Una desgracia.

-¿Pero qué ocurrió?

-Algo muy fe

-¿Pero qué fue?

-Algo que no debió pasar jamás.

-Bueno ¡basta, quieres! Cuéntame de una vez por todas que es eso tan malo que ha pasado.

-Se han llevado a una de las gemelas, una de las haditas ha desaparecido.

-¿Cómo que desapareció? Se habrá esfumado. Muchas hadas tienen ese poder, ya volverá cuando le plazca.

-Parece que alguien se la llevó, desapareció de la plaza cuando estaba jugando con su hermanita y con su abuela.

-Oh, eso sí que es feo decía Amanda a los gritos mientras se cambiaba en su habitación. ¡Cómo deben estar sufriendo esos pobres padres! agregó poniendo voz de congoja, no muy creíble por cierto.

-Algo hay que hacer propuso Julius. ¿No te parece, mi reina?

-Tienes razón dijo Amanda algo hay que hacer, toma este disfraz y quémalo, ya no lo soporto, apesta.

-Con lavarlo alcanza, mi reina ¿por qué quemarlo?

-¡Porque yo te lo ordeno!

-Pero yo lo puedo lavar con mucho amor y dejarlo nuevo para ti. ¡Me ha costado mucho trabajo coserlo, no he dormido en toda una noche!

-¿Me lo reprochas ahora? ¡Habrase visto tamaña desvergüenza!

-¡No, mi reina, no! No se me ocurriría.

Y así, una vez más con el corazón encogidito de tristeza, Julius hizo lo que Amanda le pedía.
Amanda estaba muy nerviosa, todo el pueblo buscaba a la pequeña y ya se había corrido la voz de la misteriosa desconocida que frecuentaba la plaza y que había entablado conversación con la abuela de las haditas.

Julius no era tonto. Los rumores decían que la desconocida vestía en forma muy similar al disfraz que él mismo había cosido, ese mismo disfraz que Amanda le ordenó quemar. El nerviosismo de la bruja, sus escapadas tan extrañas y por sobre todo el profundo rencor que tenía contra los padres de las haditas no podía arrojar otro resultado que no fuera que Amanda había capturado a la pequeña.

¿Qué haría entonces? Debía salvar a la hadita pero sin que Amanda lo supiera pues no se lo permitiría. Una vez más, Julius tuvo que elegir entre el amor que sentía por la bruja y un bien mayor. En cierto modo, volvió a sentir que la traicionaba, pero luego pensó que si la amaba de verdad, no podía permitir que hiciera algo tan feo. Es más pensó muy atinadamente es hora de que Amanda aprenda una lección.

No le fue difícil suponer dónde estaba escondida la pequeña. Lo primero que hizo fue escapar de la casa con una excusa e ir a ver a la hadita, le llevó caramelos, leche tibia y galletitas.
Julius tenía llave de la tienda, entró y lo primero que hizo fue abrazar a la pequeña, que rompió en llanto.

-No llores bonita, vine a decirte que iré a buscar a tus padres, no estarás aquí mucho tiempo. Tú quédate quietecita aquí, disfruta tu leche y tus galletas, yo voy por tus padres, confía en mí.

Y Clarita confió (porque era Clarita, Blanquita fue quien corrió tras el perro).

Julius tomó una decisión que sabía podía costarle muy cara, una decisión que tal vez cambiaría su vida y lo alejaría para siempre de Amanda, pero aún así no cambió de opinión.

Amanda debía aprender de una vez por todas lo que era el amor, debía dejar vivir tranquilos al duende y al hada, debía aceptar que no todos los príncipes, ni los hombres, ni los duendes se enamoran de uno y que puede haber otro amor esperándonos donde menos lo imaginamos.

También debía aprender a no hacer daño, a no vivir con rencor hacia los demás.

Continuará…

Todos los derechos reservados por Liana Castello

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