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No era un amigo imaginario. Uno de los cuentos de fantasmas de la escritora de cuentos infantiles Raquel Eugenia Roldán de la Fuente  sugerido para jóvenes.

No todos los fantasmas son serios y solemnes, también hay fantasmas alegres, traviesos, juguetones. Por raro que pueda parecernos, hay fantasmas que buscan hacer amigos entre los vivos.

El fantasma de un niño es afortunado si encuentra, entre los vivos, un niño que pueda verlo, que no le tenga miedo y quiera jugar con él. Y una persona que puede ver fantasmas es afortunada si puede verlos desde su niñez, y si no crece con ese terror adulto por las cosas sobrenaturales.

**********

Tomás platicaba todos los días, a veces todo el día, con su amiguito imaginario, y a su mamá ni le extrañaba ni le preocupaba. Es común que los niños de cuatro años tengan un amigo imaginario.

“Mi amigo se llama Popito”, le dijo un día. Hasta el nombre del amigo era demasiado fantasioso. Durante muchas semanas, meses tal vez, Tomás jugó y platicó con Popito durante muchas horas.

Pero el asunto empezó a ser extraño cuando, un día, Tomás habló a su mamá de lo que su amigo Popito le había contado; Tomás era muy pequeño para inventar o imaginar algo así, al menos eso pensó su mamá, y su abuelita estuvo de acuerdo. “¿Tú crees, mamá? Dice Popito que el otro día estaba tirado en la calle y su mamá estaba llorando junto a él. Dice que no sabe por qué lloraba, si él está bien, pero luego su mamá quién sabe a dónde se fue y él se quedó aquí”. La mamá y la abuelita empezaron a creer que Popito era el fantasma de un niño que había muerto atropellado, y que probablemente había vivido en ese departamento antes que ellos.

En cambio, ni la tía ni el abuelito creían en esas cosas. En algún lado habría oído Tomás de algún niño atropellado, y lo había impresionado tanto que lo había hecho su amigo imaginario; seguro que ésa era la explicación. Una tarde estaban sentados todos en la sala, y Tomás estaba con ellos. De repente

Tomás empezó a reírse con el amigo imaginario y frente a él, al otro lado de la sala, pudieron escuchar la risa de Popito. Nadie lo podía ver, pero varios lo oyeron. Aun así, la tía y el abuelito se preguntaban si no era fruto de su imaginación, o si lo que habían oído no sería otro sonido que los había hecho confundirse.

Apenas días después, Tomás dijo a su mamá: “¿Sabes qué me dice Popito? Que por qué no me voy con él, que allá donde él está todo es muy bonito, nadie se enoja ni se enferma nunca. ¿Me das permiso de ir, mamá…?”

No se necesitó más para que, apenas una semana después, Tomás y su familia se mudaran a otra casa. Seguramente que Popito se sentirá ahora muy solo en ese departamento, y no sabe por qué se llevaron a su amigo o a dónde se fue.

¿Podría Popito, acaso, haber convencido a Tomás de irse con él? ¿O tal vez podría haber hecho algo para llevárselo…? ¿Y qué pasará si puede buscar a Tomás en la casa donde vive ahora, para jugar con él o para repetirle la invitación…?

Fin

No era un amigo imaginario. Uno de los cuentos de fantasmas de la escritora de cuentos infantiles Raquel Eugenia Roldán de la Fuente  sugerido para jóvenes.

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