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Por Gisela de la Torre

La noche más relumbrante es un cuento fantástico de la escritora Gisela de la Torre sobre una isla donde viven seres extraños, con características muy diferentes a los seres humanos. Además, tienen la posibilidad de tener todo lo que quieran con solo desearlo. Veamos lo que les pasó.

La noche más relumbrante

Cuento fantástico y de estrellas

En una isla vivían unos habitantes, totalmente calvos, de una sola oreja y un ojo. Aunque tenían esas raras características eran felices pues para ellos, que no habían visto otros seres humanos, su físico le era normal. Por lo demás, poseían la ventaja que otros del mundo no gozaban: con solo desear algo, lo poseían, pero sin excederse ni que fuera en contra de su naturaleza.

Emmanuel, un anciano sabio era su guía. Siempre se le veía, vestido de blanco, sentado en un trono hecho de madera olorosa adornada con conchas y piedras brillantes. Tenía cerca a un joven esbelto y a una muchacha regordeta que no solamente lo protegían sino también que con sus chistes lo colmaban de alegría.

En una ocasión, Yordan se antojó de tener otra oreja, y comenzó a pregonar su deseo. Oyó entonces tantos sonidos que se aturdió a tal punto que llegó a enloquecer. El anciano, que sabía la causa, pensó en cómo remediar su enfermedad. En una noche estrellada le pidió al lucero más resplandeciente y con poderes, que curara su mal.

El lucero dijo que lo único que podía hacer era transformar la locura de Yordan en sordera y le preguntó a Emmanuel si estaba de acuerdo. Este decidió por el otro y dijo que era preferible ser sordo que loco. Yordan adquirió su juicio y el anciano mediante señas se lo hizo saber, este montó en cólera y se largó haciendo aspavientos de disgusto.

Al día siguiente, Yedein el hijo de Yordan le habló y su padre no le contestó. El niño siguió hablándole, pero solo obtuvo indiferencia. Fue hasta donde estaba el guía y le preguntó el motivo. Este le explicó.

—No anhelaré nunca algo que no deba —dijo Yedein.

Fue a donde estaban los otros y, a pesar de su corta edad, los aconsejó para que no hicieran lo mismo que su papá. La mayoría se burlaron de él y Mayira, la mujer más alta del grupo dijo que deseaba serlo aún más.

Rápidamente creció y alcanzó la estatura de una palma real. Orgullosa caminó con arrogancia, le pidió a sus hijos pequeños que desearan lo mismo, la obedecieron y también se desarrollaron muchísimo. Otros niños quisieron ser como ellos y lograron su deseo.

Yandira, una pequeña que siempre estaba de buen humor, quiso tener otro ojo y lo obtuvo, vio tantas imágenes y cosas asombrosas que no le cupo en su cabeza y aturdida le dio por correr hasta llegar a una laguna, se miró en el reflejo del agua y se vio horrible con su nueva imagen. Regresó llorosa a donde estaba el anciano y le pidió que intercediera por ella.

—Hay que esperar a que se haga de noche, hablaré con el lucero, ¿por qué les ha dado por traspasar los límites? —le preguntó a ella, a Yordan y a Mayira quien con sus hijos y los demás niños rogaban volver a tener sus estaturas pues no cabían en sus casas y chocaban con todo.

El anciano se quedó pensativo y reflexionó: Yordan estaba sordo y para colmo andaba de mal genio, Mayira, sus hijos y los otros niños no querían tener una altura tan elevada y Yandira no se sentía feliz con su otro ojo.

Reunió a todo el personal de la isla, les pidió cordura. Les recordó que no debían propasarse en sus aspiraciones y les puso como ejemplo las consecuencias que habían tenido aquellos que sin medida lo habían hecho. Hubo quienes a su espalda, se burlaron de sus palabras y hasta dijeron por lo bajo que pedirían cuanto se le antojaran, pues querían tener otras experiencias, total, si después él hablaría con el lucero.

Cuando llegó la noche le pidió al lucero que intercediera por aquellos que por su insensatez fueron más allá de lo permitido y apenado inclinó la cabeza. El astro brilló más de lo normal, como si de esa manera mostrara su furia y le dijo:

— No tienes la culpa de lo que hicieron, hasta algunos se han burlado de ti e intentan hacer lo mismo que los otros. Y dejó caer sobre ellos por espacio de segundos sus resplandores—. Haré que todos vuelvan a ser como eran antes, pero no me vuelvas a pedir ayuda por aquellos que en el futuro se atrevan a desobedecerte.

Las últimas palabras del lucero fueron roncas, escondió sus fulgores junto con los de las estrellas y hasta la luna se ocultó. Y fue la noche más oscura de todas las noches.

Emmanuel, apesadumbrado se colocó en su asiento y a pesar que el joven gallardo y la muchacha robusta trataron con sus chistes de trasmitirle alegría no lo consiguieron. Así estuvo por muchos días hasta que una noche los inconformes se pusieron de rodillas ante él y lloraron arrepentidos.

Al anciano se le iluminaron sus ojos y les pidió que dejaran de llorar y les sonrió ¡Los quería tanto! El lucero bañó con su luz al anciano quien miró al astro que le dijo:

—Solo esas lágrimas podían volverte a hacer feliz en esta isla de lo posible.

En aquel momento el cielo se revistió de más estrellas y fue la noche más relumbrante de todas las noches.

Fin.

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