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Bolitas y duendes es uno de los cuentos de duendes para peques de la escritora María Luisa de Francesco. Cuento infantil de duendes sugerido para niños de cuatro a siete años.

Catalina es pequeña tiene apenas cuatro años. Pero se las arregla siempre para tener todas las bolitas de su hermano Héctor. Resulta que Héctor tiene doce años, es grande, ya no juega con bolitas, pero las colecciona. Tiene un frasco transparente lleno de ellas, todas son lindas.

Catalina se para en un banco cuando Héctor no está.

Se estira, saca el frasco con cuidadito porque si se cae: ¡Zaz!, se rompe.

Catalina mira el frasco como si viera una película: ahí están todas, cuál se puede llevar no sabe, cuál sacar sin pedir permiso, no puede.

Al final siempre se lleva una, a veces, dos.

Héctor mira cada noche su colección y va a ver en el frasco azul y gigante de Catalina, sabe que encontrará algunas bolitas ahí.

– Catalina, ¿cuántas bolitas trajiste hoy?- le pregunta

– No, ninguna- miente Catalina mientras pinta su dibujo

– No se miente- le dice Héctor- te crece la nariz si mentís.

– Eso es porque Pinocho es de pino…- responde Catalina- Me traje solo una, una nada más.

– ¿La guardaste bien?- pregunta el hermano riéndose

– Sí, en mi frasco azul.

Así han ido casi todas las bolitas al frasco azul de Catalina. Tiene tantas que ya las ha olvidado.

Pero esa tarde en el jardín se encontró con un duendecito: pequeño y laborioso, andaba llevando carritos de migas a las hormigas y Catalina le preguntó su nombre.

– Vígaro- contesta el duende apuradísimo.

– Te puedo llevar a mi frasco azul.

– No, no puedes, estoy ayudando a las hormigas.

– Sí, puedo…- y Catalina se lleva el duende. Lo guarda en su frasco azul.

El duende grita y patalea pero como es tan pequeño nadie lo escucha.

Al otro día regresa Catalina al jardín y ve otro duende extrañísimo: cuerpo de pez y patas, cresta y cara de gallo. Según dicen es malísimo.

– Duende ¿cómo te llamas?

– No me mires pequeña no quiero matarte, me llamo Basilisco pero no me nombres puedo matarte si me nombras o me miras sin parpadear.

– Ah bueno, entonces te llevo – dice sin ningún miedo Catalina.

Se lleva el duende al frasco, otro que chilla y patalea pero también es tan pequeño, tan poquita cosa que entra al frasco y se encuentra en un mundo de bolitas y un duende perdido.

Catalina está entusiasmada, al otro día vuelve a salir al jardín. Vuelve al camino de las hormigas, vuelve a encontrar un duende, lindísimo, pequeñísimo, con vos ronca y con ganas de reír todo el tiempo.

– Duende ¿cómo te llamas – pregunta Catalina

– Me llamo Zahori y soy un buen duende pero me han dicho que por aquí anda una niña que se lleva los duendes…

– Esa soy yo- dice Catalina orgullosa.

– ¿Y para dónde los llevas?

– Para mi frasco azul lleno de bolitas lindas.

– ¿Y les has dado de comer?

– No

– ¿Y les has dado agua?

– No

– ¿Eres una niña mala?

– No

– Mis amigos van a morirse en tu frasco, sí, eres una niña muy mala.

– No se mueren, si mis bolitas están vivas.

– Pero tus bolitas no comen, no toman agua, no beben néctar de flores para vivir

– ¿Quieres que te lleve? ¿Me enseñas como cuidarlos?

– Claro, por supuesto, debo salvar a mis amigos

– Vamos, vamos- dice Catalina contenta y mete en el bolsillo de su pantalón a Zahori.

Antes de ponerlo en el frasco el duende le explica:

– Ahora debes de conseguir unas gotitas de miel pura, dos o tres tarritos de rocío, una puñadito de miguitas de bizcochitos dulces y néctar de flores, mucho, porque mis amigos están muy mal.

– ¿Dónde consigo todo eso?- pregunta Catalina haciendo pucheros

– Bueno, algo te pueden dar las abejas- grita el duende Basilisco.

– Y otro poco de las flores- dice muy enojado el duende Vígaro.

Pero antes que Catalina haga su tarea llega su hermano y le quita el frasco.

– ¡Catalina!- dice el hermano medio enojado- no tengas el frasco destapado y juegues todo el tiempo porque se perderán mis bolitas. Lo tapas así- el hermano tapa fuerte el frasco- lo ponés acá y no lo sacudas así…

– No, no, no lo sacudas Héctor- llora Catalina.

– No, bueno, ya lo guardo, no llores, era solo para mostrarte porque las bolitas se rompen.

– Pero ahora seguro se mueren mis duendes- llora Catalina.

– ¿Qué duendes?- pregunta Héctor acariciando la cabeza de Catalina- son todas bolitas.

– No, yo junto duendes del jardín y los guardo. Y ahora estoy aprendiendo a alimentarlos porque si no, se van a morir.

– Ah bueno- el hermano sonríe comprensivo- te dejo tu frasco acá entonces, no lo tapo tan fuerte y no te olvides de guardar todo.

– Sí…- Catalina suspira- se asoma apenas al borde del frasco.

– Basilisco…Zahori…Vígoro…-llama en susurros Catalina.

Silencio, nadie le contesta y no ve a los duendes por ninguna parte. Se preocupa. Prende una luz, mira nuevamente y llama:

– Vígoro…Zahori…Basilisco…

Pero nadie le responde. Catalina pone todas las bolitas una por una en el suelo, despacito, sin que rueden. Entonces en tres bolitas grandes los ve. Los duendes se han metido dentro y ahora están allí. Adentro.

Catalina toma las bolitas y corre a buscar a Héctor:

– Héctor, mirá, mirá…

– Sí, mis tres bolitas más lindas… ¿Qué pasa Catalina?

– ¿No ves que mis duendes están adentro?

– Mmmm…no veo nada Catalina.

– Pero mirá, mirá, están ahí son Zahori…Basilisco y Vígoro.

– Uy qué nombres raros, yo no veo nada Catalina.

– ¿No los ves? ¿De verdad no los ves?

– No…

– Ah… ¿ me puedo quedar con estas bolitas para siempre?

– Sí, claro, cuidalas y no digas nada de esos duendes.

– No…no digo nada.

Catalina se va a su cuarto y elige un lugar nuevo para sus tres bolitas que atraparon duendes de nombres raros que solo ella puede ver.

Fin
Bolitas y duendes es uno de los cuentos de duendes para peques de la escritora María Luisa de Francesco. Cuento infantil de duendes sugerido para niños de cuatro a siete años.

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