"Una extraña visitante", del escritor colombiano Alberto Suárez Villamizar, relata la inquietante experiencia de un hombre en una aislada región selvática, donde ruidos misteriosos en el techo de su casa desatan una inesperada confrontación con una bruja. Guiado por su amigo Iván, el protagonista de nombre Albert, es desafiado a enfrentarse a una criatura aterradora que merodea por las noches, poniendo en riesgo a su familia. Con un ambiente cargado de tensión, este relato refleja la mezcla de creencias populares y el temor a lo desconocido en las comunidades rurales. Historias de brujas y misterios rurales marcan esta atrapante narración.
Una extraña visitante
— Iván, anoche escuché unos ruidos en el techo de la casa, como si estuvieran rasguñando las tejas —comenté a mi amigo, cuando consideré el momento apropiado.
No quería ser alarmista, ni crear preocupación en su esposa, que junto a sus pequeños hijos compartía la vivienda de paredes en madera y techada con láminas de zinc, ubicada en la margen izquierda del río Carare. Dicho lugar se encontraba frente a la humilde población de Santa Rosa, que nos servía de campamento en aquella región selvática donde se construía una vía de penetración que favorecía la movilidad de los colonos que trabajaban las fértiles tierras de la selva. Nos unía con Iván la amistad de varias obras compartidas. Y, ahora, para favorecer sus condiciones de vida en esa inhóspita región, había decidido trasladarse allí con su familia.
— No se preocupe por eso, don Albert, eso es una bruja —dijo sin inmutarse—. Eso no pasa nada –agregó al notar mi desconcierto.
— Iván, me preocupa porque usted tiene aquí a sus dos pequeños hijos, y se dice que las brujas buscan hacerles daño a los niños —expuse a mi amigo.
— Tranquilo, que, si usted me ayuda, entre los dos corremos esa bruja.
— ¿Qué hay que hacer? —pregunté intrigado.
— Seguramente usted no se ha enfrentado a una bruja —dijo Iván—, pero yo sí lo he hecho. Cuando estaba niño y vivía con mi padre, entre los dos nos encargamos de correr una bruja que nos llegaba a la casa.
— ¿Y cómo se hace? —volví a preguntar interesándome por poderle colaborar a mi amigo, pero intrigado ante esa situación nueva para mí.
— Debemos estar alerta. Cuando lleguemos a sentir que la bruja se encuentra en el techo de la casa, los dos salimos y la alumbramos a la cara con las linternas. Eso provocará que se caiga al suelo, y, allí, le doy fuerte con una correa. Con ese castigo, tendrá para no volver a molestar. Estemos preparados, don Albert —terminó de exponer su idea.
Luego de esto me sentía un poco preocupado. Ofrecía mi ayuda para ahuyentar aquel extraño ser que andaba merodeando por las noches nuestra casa, pero sentía miedo. Para mí, este era un asunto desconocido, aunque debía ser solidario con mi compañero y prestarle el apoyo que fuera necesario. Me tranquilizaba un poco la idea de no tener que ser yo quien le infligiera el castigo, pues no tenía el valor suficiente para hacerlo. Claro que, ante mi amigo, no dejaba notar ningún rastro de lo que estaba sintiendo ante esa nueva experiencia, cuyo plan Iván había ideado.
Transcurrieron varias noches y no volvimos a escuchar los ruidos ocasionados por los pasos de la bruja sobre el techo de la casa, lo que me tranquilizaba un poco, pues quería evitar al máximo esta situación. Sinceramente deseaba que el espanto no volviera, para que no fuera necesario enfrentarlo. Pero una noche:
— Don Albert —me alertó mi amigo en voz baja—, la bruja está encima de la casa. A la voz de tres salimos y alumbramos al mismo tiempo hacia el caballete de la parte de atrás. Cuando a bruja caiga yo la persigo, ¿listo?
— Sí, listo —respondí sintiendo un nudo en la garganta y el palpitar acelerado de mi corazón.
— ¡Uno, dos y tres! —pronunció y salió inmediatamente de la casa.
Dirigimos el chorro de luz de nuestras linternas hacia el lugar previamente acordado y, efectivamente, aquel enorme ser con forma de pavo gigantesco cayó al suelo. Luego, fue perseguido inmediatamente por mi compañero, quien lanzaba feroces golpes con su correa sobre ese cuerpo extraño. Al sentirse castigado, emprendió la huida hacia la ribera más cercana, siendo seguido muy de cerca por Iván, mientras yo observaba incrédulo la escena que tenía ante mis ojos.
La carrera, compuesta por grandes saltos, le daba la ventaja a la bruja. Así, logró llegar a la tarabita que mantenía la comunidad para atravesar el río y consiguió alejarse para evitar un castigo mayor. Al llegar junto a mi amigo, ya la cesta se encontraba muy distante y tuvimos que suspender la persecución.
— Don Albert, ¿reconoció la bruja? —preguntó mi amigo, una vez había recuperado el aliento.
— No señor, no lo pude hacer —respondí.
— Es la vieja Stella, la señora del pueblo, allá donde usted se alimenta.
— No puede ser, Iván. ¡No lo puedo creer!
— Sí, señor, es ella, así que tenga cuidado. Es mejor que no siga comiendo donde ella. Si quiere, yo le vendo la comida para que se evite problemas, pues las brujas son vengativas y le puede hacer alguna maldad colocando algo en las comidas.
— Le agradezco, Iván, pero de todas formas debo ir mañana a desayunar y cancelarle la deuda que tengo de la alimentación de estos días anteriores.
— No se preocupe, mañana cruzamos el río y yo lo acompaño.
Al día siguiente, en horas de la mañana, atravesamos el río y llegamos hasta el negocio de la señora Stella –la bruja, según Iván–, a tomar el desayuno y arreglar mis cuentas. Al entrar al pequeño restaurante del caserío, fui atendido por una de sus hijas, a quien pedí los alimentos y solicité la cuenta ocasionada hasta ese momento para cancelarla.
Tomé el desayuno en compañía de mi amigo y, una vez terminé, me acerqué hasta la cocina, donde se encontraba la dueña del negocio, a quien observé con el rostro bastante demacrado, y luciendo unas enormes ojeras que no le notaba en días anteriores. Solicité el costo y me dispuse a pagar para no dejar deudas pendientes. Me acerqué a entregar el dinero a doña Stella que me lanzó una mirada como si sus ojos fueran un par de brasas encendidas y dijo:
— ¡Tenga cuidado con andar contando lo que vio anoche, si no quiere perder su lengua! —pronunció en voz baja, pero con tono amenazante.
Ahora, al acabar de contar esta historia, empiezo a sentir cierto escozor en mi lengua…
Fin.
"Una extraña visitante" es un cuento del escritor Alberto Suárez Villamizar © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin la expresa autorización de su autor.
Sobre "Una extraña visitante"
Participé en un proyecto llamado Historias en Yo mayor, en el cual se buscaba incentivar la escritura en personas de la tercera edad. Como resultado final de dicho proyecto se recopilaron las historias creadas por los participantes, y se hizo una publicación digital del proyecto, el cual se titulo: Escuela virtual Historias en Yo Mayor. Tercer Heptamerón, memorías de una cuarentena creativa.
En dicha versión digital se publico una historia de mi autoría titulada "Una extraña visitante". Con el deseo de contribuir al contenido de su página, que de manera amable ha permitido la difusión de mis historias, y con el deseo de que más lectores tengan acceso a ella, hice las consultas respectivas a la organización Fahrenheit 451 sobre la posibilidad de hacer realidad esta posibilidad, y su respuesta ha sido positiva, solicitando únicamente que se haga referencia a que la historia de mi autoría se publicó por primera vez en dicha versión digital.
Alberto Suárez Villamizar
Sobre Alberto Suárez Villamizar
Más cuentos de Alberto
-
Extraña procesión « Uno de los encapuchados alzó la cabeza y sus ojos, brillando bajo la sombra de la capucha, se clavaron en los suyos… 😬
En "Extraña procesión", el autor Alberto Suárez Villamizar nos transporta a una inquietante escena nocturna en la que un jinete solitario se topa con un cortejo de figuras sombrías, encabezado por una carreta mortuoria. La atmósfera es envolvente y siniestra, con antorchas que proyectan sombras danzantes y una presencia extraña que parece ocultar un oscuro secreto. La historia combina magistralmente misterio, tensión y elementos sobrenaturales, mientras el protagonista es perseguido por la mirada de un encapuchado desconocido que lo conecta con un pasado inquietante. Un relato cautivador que explora el misterio y el suspenso en unos pocos párrafos.
-
Una extraña visitante 🔦 — No se preocupe por eso, don Albert, eso es una bruja —dijo sin inmutarse—.
"Una extraña visitante", del escritor colombiano Alberto Suárez Villamizar, relata la inquietante experiencia de un hombre en una aislada región selvática, donde ruidos misteriosos en el techo de su casa desatan una inesperada confrontación con una bruja. Guiado por su amigo Iván, el protagonista de nombre Albert, es desafiado a enfrentarse a una criatura aterradora que merodea por las noches, poniendo en riesgo a su familia. Con un ambiente cargado de tensión, este relato refleja la mezcla de creencias populares y el temor a lo desconocido en las comunidades rurales. Historias de brujas y misterios rurales marcan esta atrapante narración.
¿Te gustó el inquietante relato de "Una extraña visitante" de Alberto Suárez Villamizar? Te invitamos a dejarnos tus comentarios (✍🏼), calificar la historia con estrellas (⭐), y compartirla con amigos o familiares en redes sociales. También puedes descargarla en PDF y enviarla por Telegram, Whatsapp, e-mail o cualquier otro medio electrónico (🙏🏼). ¡Gracias por tu apoyo!