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Cuentos infantiles de Leones

Cuentos de animales para niños

Los leones son animales muy hermosos pero muy salvajes y feroces. Sin embargo, cuando son pequeños son muy tiernos y han llegado al corazón de muchos niños a través de historias como la del Rey León. En esta publicación, un listado de cuentos sobre leones para niños de todas las edades.

Desde la historia de Chaquiro, un león adoptado por una cebra, hasta la imaginación de una niña, que cree saber que hay una «selva de leones» en un terreno cerca de su casa, en su misma ciudad. Cuentos infantiles de leones para todos los gustos. ¡A leer y hacer volar la imaginación!

4 Cuentos infantiles de Leones

En primer lugar, Chaquiro, la increíble historia de un león es una fantástica historia de supervivencia del más débil y amor e instinto de madre de Lodetti Simone, escritor de Italia. Una historia de animales, amor, madres e hijos.

Chaquiro, la increíble historia de un león. Por Lodetti Simone

Chaquiro, la increíble historia de un león - Cuentos de leones

Hace mucho tiempo, en un lugar de la sabana africana, al sur del desierto del Sahara, nació Chaquiro; un cachorro de león muy especial.

Su tamaño era tan menudo que la madre, a las tres semanas de su nacimiento, se sintió obligada a abandonarlo a su destino; y esto, que parece un gesto de incomprensible atrocidad, era la única solución para esta leona que por cierto no podía amamantar una camada tan numerosa; y como por la ley de la naturaleza la fuerza es el principio de la supervivencia, la elección cayó sobre el elemento más débil; ya que de todos modos habría sido el primero en caer en un ambiente tan peligroso; así que una noche, mientras que el pobre leoncito dormía inconsciente de todo, lo cogió con dulzura y lo llevó tan lejos de la cueva, que éste nunca habría podido volver a su hogar.

Lo escondió detrás de un matorral que se hallaba a los pies de una pared rocosa, dejándolo con un último beso y la esperanza de que madre naturaleza le hubiera atendido más que cuanto ella pudo hacer; y mientras que la pobre criatura seguía dormida, se alejaba volviéndose cada tres pasos maldiciéndose por tan cruel decisión.

Fue una noche muy silenciosa, y por lo menos el sueño de un inocente tan desafortunado no fue molestado.

Al amanecer, Chaquiro despertó como siempre guardando los ojos cerrados durante varios minutos; era un leoncito muy tranquilo y apaciguado. Pero aquel día, un insólito silencio le extrañó mucho; fue inmediato su temor. Abrió los ojos, y al comprobar su sensación, salió corriendo a la luz del sol.

Le era imposible comprender; se encontraba en un lugar del todo desconocido, y sobre todo, estaba completamente solo; no veía nadie a su alrededor. Por primera vez en su vida conoció el miedo y la incertidumbre.

Lanzó un grito por si acaso la madre le hubiera oído, y lanzó otros, y siguió gritando y llorando durante horas sin que nadie acudiera a sus llamadas.

Estaba tan asustado que no se alejaba más de un metro de su precioso refugio. Con el pasar de las horas sus quejas se hacían cada vez más raras y débiles, y al bajar del sol se desanimó por completo.

Estaba acurrucado bajo la tímida luz de la luna, con la mirada perdida en el vacío, cuando una sombra se le puso ante los ojos.

– «¡Mamá!» –gritó dichoso levantándose.

Un animal con manto de rayas lo miraba guardándose a tres metros de distancia. Era Manila, una hembra de cebra que durante horas había escuchado, escondida detrás de una roca, los gritos del pequeño, y esperaba el momento más oportuno para acercarse.

Chaquiro la miraba algo sorprendido, y por cuanto estaba asustado, de alguna manera se sentía atraído por ella; necesitaba su ayuda, la de una hembra adulta, Manila, que por no poder tener hijos, habría deseado tanto llevarse consigo aquel tierno cachorro; pero como seguía recelando la vuelta de la madre a rescatarlo, tuvo miedo; y por eso, atormentada por tantas dudas y perplejidades, acabó a su pesar por dejarlo ahí. Pasó otra noche y otro día, y Chaquiro seguía parado en el mismo sitio sin perder la esperanza de que la madre hubiera vuelto a recogerlo.

A la puesta, cuando ya estaba medio dormido, de repente sintió algo arrastrarse por el suelo; se irguió de golpe, y al verse cara a cara con una culebra en pie de guerra, dio un paso atrás; solo él sabía cuánto le temblaban las patas en aquel momento, pero no podía evitar el combate, y como llevado por su misma naturaleza que aún desconocía, el león supo portarse como tal; luchó con todas sus fuerzas para salvarse la vida, y a lo largo de una dura batalla, logró derrotar a la sierpe envenenada.

Después de asegurarse de que ya no había peligro, al dar media vuelta en dirección al matorral, se encontró delante otra vez aquel extraño animal. Manila había vuelto. Tan segura estaba, de que la madre ya no volvería, que se decidió a llevarse a la criatura consigo; el único problema quedaba convencer a la manada, pero esto no le preocupaba demasiado; cogió el pequeño sin pensarlo, y echó a correr.

Conocía una cueva a dos horas de marcha, y lo habría criado allí; todo a escondidas; nadie la habría descubierto. Chaquiro se dejaba llevar sin soltar una queja. Aunque de este animal no sabía nada, en aquel momento se sentía al seguro, y aliviado, porque ya no estaría solo; y eso le daba consuelo.

Por fin llegaron a la cueva, donde el cachorro, brincando y jugueteando, mostraba sentirse a su gusto; era muy parecida a su viejo hogar. La cebra en cambio, mirando a la luna, se puso algo inquieta; se le había hecho muy tarde, y tenía que agregarse a la manada. Habría vuelto el día siguiente, pero mientras que intentaba explicárselo a Chaquiro, éste la miraba algo distraído; y al divisarle las ubres, empujado por el instinto y el hambre, se le aferró de inmediato.

En aquel momento, Manila se sintió madre de verdad; nunca había probado una emoción tan grande. El corazón se le llenó de amor hacia aquella criatura que quien sabe si un día, por causa de su índole natural, no se le habría metido contra. Se detuvo mucho más de cuanto podía; esperó que el pequeño se durmiera y se marchó. Desde el día siguiente, Manila, se ocupó de él en todas sus necesidades; era una óptima madre.

Pero con el pasar del tiempo, los problemas se le complicaron un poco, ya que el leoncito, haciéndose cada vez más grande y fuerte, empezaba a necesitar alimentos diferentes a la leche recibida hasta aquel momento; así que la cebra tuvo que ingeniarse, y como un buitre, iba a robar los restos de las comidas de los leones.

Toda la carne que Manila le llevaba, Chaquiro se la devoraba en un instante, y con el tiempo el felino aprendió hábilmente a procurarse la comida por su cuenta. Por el hecho de vivir muchos ratos a solas, se había vuelto mucho más listo que cualquiera de los leones de la sabana. A la edad de cuatro años, era una fiera enorme y fuerte, y a pesar de su naturaleza seguía queriendo a Manila como si fuera su verdadera madre, y nunca se habría permitido comer carne de sus parecidos.

Pero en la manada, alguien había descubierto el secreto de Manila, y como según las razones de los ancianos, un día no muy lejano este león se habría vuelto muy peligroso para toda la comunidad, la obligaron a dejar de verlo; pero ella se rebeló a esto, y como no quiso obedecer a las órdenes, la encerraron amenazándola de no liberarla hasta que no hubiera abandonado esa absurda idea de tener un hijo león.

Chaquiro, el león adoptado por una cebra - Cuento infantil

Chaquiro, después de varios días sin verla, empezó a preocuparse, y fue a buscarla. Entre tanto, en el campo donde estaban las cebras, irrumpió brutalmente una manada de leones. Las cebras empezaron a correr dondequiera olvidándose de Manila, que aún encerrada no podía huir de ninguna parte; y de tal situación se aprovecharon los felinos, que al ver a la yegua ya inmovilizada, la circundaron, despreocupándose de las demás. La pobre presa gritaba por el miedo, y como Chaquiro, que ya estaba muy cerca del campo, la oyó, acudió de carrera a su llamada; y viéndola en peligro lanzó un rugido tan fuerte que incluso los leones más feroces se quedaron petrificados.

Se acercó rápidamente fijándose en ellos que ya estaban a punto de atacarla, y se les puso delante guardando Manila a sus espaldas, y rugiendo de nuevo y aún más fuerte que antes intentaba disuadirlos, pero ellos eran muchos, y hambrientos; demasiado para que dieran marcha atrás. Pues les habría sido imposible salvarse; si no fue por aquella leona, una fiera enloquecida, que de entre la feroz pandilla, empezó a lanzarse contra todas y todos; nadie podía imaginar lo que le pasaba. Solo Manila comprendió:

– «¡Es tu madre!» –le dijo a Chaquiro rompiendo en su compleja reflexión.

Chaquiro no movió ni un paso; se quedó parado observando la batalla. Sentíase trastornado por antiguos sentimientos, de odio y amor, que lo atormentaban desde siempre por causa de aquella hembra de león; y fue sólo cuando la vio herida al suelo que se lanzó en su ayuda.

Los leones retrocedieron; y arrepentidos por haber pegado tan duramente una hembra de su propia manada, se retiraron. Chaquiro se agachó al suelo llorando con el hocico pegado a el de su madre que aquel día había sacrificado su vida por la suya, y por la de sus hermanitos un tiempo; y sintiéndose por ella amado por fin, su único deseo fue acompañarla por lo menos en sus últimos respiros.

Las cebras, que ya no le tenían miedo a este virtuoso león, adelantaron muy cuidadosamente algo sentidas por lo acontecido; y desde el día siguiente, Chaquiro no sólo fue legitimado como hijo de Manila, sino que además, fue nombrado como protector y miembro honorario de la manada.

Sin embargo, prefirió seguir con su vida de siempre, en su preciada cueva, donde Manila siguió visitándole como antes; y aunque él nunca fue visto en la cercanía del campo, dicen que desde entonces, mientras Chaquiro vivió, ni una fiera se atrevió a tocar una cebra en este lugar.

Fin.

Chaquiro, la increíble historia de un león es un cuento enviado por el escritor italiano Lodetti Simone.

En segundo lugar, Remedio eficaz es una muy breve historia de Raquel Keren, de un león aburrido y el consejo que le da un árbol anciano para parar con el aburrimiento.

Remedio eficaz. Por Raquel Keren

Remedio eficaz - Cuento

En una calurosa tarde, un león descansaba bajo un árbol, y como siempre, aburrido y bostezando se hallaba.

No sabiendo que hacer, con el árbol comenzó a dialogar:

– «Amigo, podrías tu decirme, como curar mi aburrimiento, mis vecinos parecen no tener este problema, pero yo si» -.

El árbol, que ya era anciano, al león con gusto aconsejo:

– «Veras…, hay un remedio para eso, y se llama ‘trabajar'» -.

– «¿Trabajar?, no entiendo de que hablas. ¿Soy yo acaso un asno, un camello, o un elefante? Los leones hemos nacido para reinar.» –

– «Lo sé, pero si nada haces, seguirás igual. Tú puedes ser un ejemplo para tus hermanos, búscate una ocupación útil, ayuda a los demás.»

– «Debes aprender a no aburrirte, y así, todo para ti cambiara.»

El león quedo pensativo, agradeció el consejo, y se alejó…

Fin.

En tercer lugar, La selva de los leones es un cuento para pequeños de nuestra colaboradora, la escritora argentina María Alicia Esain. Cuenta la historia de una niña que cree que en un terreno cerca de su casa existe un lugar en donde habitan leonas y el miedo que esto le provoca.

La selva de los leones. Por María Alicia Esain

La selva de los leones - Cuento

En la otra esquina de mi casa está la selva de los leones. Nunca vi un león por ahí, pero yo sé que ésa es la selva de los leones. Cuando salgo con mi mamá a hacer las compras, paso por allí y escucho sus rugidos… también sus pasos entre las ramas.

Unas noches atrás me desperté con muchísimo miedo y llamé a mamá. Cuando vino hasta mi cama le pregunté:

– «¿Andan los leones de la selva de los leones por acá?»

– «¡No, nena! Son los gatos de doña Catalina, la vecina, que andan buscando novia! Dormite tranquila, estoy al lado» -y me dormí como ella dijo.

Mi hermanito se escapó la vez pasada sin permiso a andar en triciclo y me asusté terriblemente… ¿Qué le pasaría si llegaban a verlo los leones de la selva de los leones?…

¡Ese chico es terrible y no tiene miedo a nada! Le avisé a mamá y fui a buscarlo de una oreja. ¡Bah! A los gritos, porque si lo quiero agarrar de las orejas se hace el guerrero invencible y me pega… y yo me defiendo con las uñas y después mamá nos reta a los dos y después viene papá y pone la cara seria y chau todo…

La otra semana mamá me mandó por botones a la mercería que está enfrente de la esquina de la selva de los leones. Entonces me puse los patines y salí rápido hacia allí. Si los leones querían correrme, yo tenía cómo escapar. Por suerte, parece que estaban durmiendo, porque nada me sucedió.

Mamá quedó contenta con el mandado que le hice. Como me porto bien, prometió traerme un regalo cuando fuera al centro. Anteayer le conté a mi maestra que vivo cerca de la selva de los leones. El tema le interesó mucho y me hizo un montón de preguntas. Luego trajo un libro grande y gordo lleno de letras y de fotografías.

Nos contó cómo son esos animales, qué comen, donde viven y otras cosas más, muy interesantes. Más tarde vimos una película de dibujos animados donde un león bueno tenía amigos y era el Rey de la Selva. Mi abuelo Tato dice que en las películas sólo se cuentan fantasías, así que eso del león bueno no debe ser verdad.

Por las dudas, cuando lo vea le preguntaré, quiero asegurarme antes de pasar nuevamente por la esquina. Ayer vinieron de visita mis amigas. Verónica quiso jugar a las escondidas y me tocó contar… ¿Saben dónde se ocultó? ¡En la selva de los leones! Así tuve que contar otra vez… ¡Ni loca la fui a buscar por allí!

Ella se encontró un precioso oso de peluche en el lugar. Como es muy buena, me lo regaló. Lo lavamos bien y cuando esté seco, dormirá conmigo. ¡No saben lo que pasó! ¡La selva de los leones no está más!

El papá de mi amigo Martín construirá en ese lugar una casa y sacaron todas las plantas… ¡No había ni un león chiquito siquiera! El miedo se me pasó, no sé si por eso o porque el osito puede dormir desde esta noche en mi cama…

Fin.

Por último, El león que no sabía gruñir es un breve y sencillo cuento infantil de animales escrito por Candela Caminos especialmente para niños pequeños. Cuentos cortos de leones.

El león que no sabía gruñir. Por Candela Caminos

El león que no sabía gruñir - Cuento de animales

Había una vez, un pequeño león que tenía cuatro amigos, que al día siguiente vinieron a jugar con Leo

Toc, toc, toc…

– «La puerta mamá.»

– «Hola amigos, ¿Qué hacen todos acá?»

– «Nada, queríamos jugar contigo.»

– «Bueno, vayan al patio a jugar.»

– «Sí mamá, vamos.»

– «Tengo una idea: juguemos a gruñir» -dijo un amigo de Leo.

– «Muy bien dale. Primero tú Bauti

– «Sí, claro… gruauuuuu.»

– «Muy bien, excelente, ahora tú Lucas

– «Ggrrauuuuu.»

– «Excelente, ahora tú Leo

– «Bien… miau.»

– «¡¡¡Já, já, já, já, já!!! gruñes como gatito jajaja.»

Toc… toc…

– «Niños, su mamá.»

– «Adiós gatito. Já, já, já.»

– «Mamá, mis amigos se ríen de mi gruñido.»

– «A ver, ¿de qué estupidez se ríen tus amigos?

– «De esto, escucha: miau jijiji.»

– «Mamá te estás riendo.»

– «No, no, hijo jijiji me iré a mi cuarto, me parece bien, duerme un rato ¿sabes?»

– «Bien, ya me contrataré a alguien que me enseñe a gruñir.»

– «Hola, quiero a alguien que me enseñe a gruñir bueno.»

Toc… toc…

– «Mamá mamá, es un amigo no atiendas.»

– «Bueno hijo.»

– «Hola pasa, con cuidado porque mi mamá no sabe que te contraté.»

– «¿Pero, quién me pagará?»

– «Tranquilo, tengo todo bajo control. Bien, sube por acá, hola soy Leo

– «Hola Leo, yo soy Sebastián

– «Hola Sebastián, primero lo primero, muéstrame como gruñes.»

– «Bien, pero no te rías.»

– «No no.»

– «Miau…»

– «Bueno, no está tan mal, come un poco de esto» -le dijo.

– «Bien… ammm.»

– «Ahora, gruñe.»

– «Está bien, gggggrrrrraaaaauuu. ¿Cómo pasó eso?»

– «Es un caramelo para gruñir.»

– «Ah bueno, ¿cuánto te debo?»

– «Nada, no importa.»

– «Muchas gracias, señor.»

– «Adiós.»

– «Hijo… hora de la escuela.»

– «Adiós mami.»

– «Amigos amigos, escuchen esto ggggggrrrrrrrraaaauuuu.»

– «¿Cómo conseguiste hacer eso?»

– «Me enseñaron.»

– «Ah já, já, já, já.»

Fin.

El león que no sabía gruñir es uno de los cuentos infantiles de leones que nos envió Candela Caminos a través de nuestro formulario de publicación.

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