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El patito Conchi. Historia de un patito

El patito Conchi. Historia de un patito

El patito Conchi. Antonio Vallejo, escritor español. Cuento infantil de animalitos. Historia de un patito.

Conchi estaba abatido, su madre se fue hace varios días y aún no había vuelto. Tumbado sobre la tierna hierba, de sus bonitos ojos azules se escapaban lentamente unas pequeñas lágrimas.

Abatido, triste y hambriento no tenía fuerzas para levantarse. Sólo era capaz de llorar y seguir tumbado sin comer hasta que su cuerpo aguantara.

Sin embargo por su cabeza desfilaban infinitas imágenes, hermosos recuerdos que hacían más terrible su penar. Se veía nadando con su madre, surcando ese bonito estanque lleno de nenúfares gigantes, bellas islas diminutas de color esmeralda.

Cada mañana, después de desayunar la comida que le traía su madre, se marchaban los dos a hacer un poco de ejercicio y a saludar a los amigos.

Recorrían su mundo acuático lleno de vecinos que les saludaban con afecto. Las ranas tomaban el sol en la orilla, impasibles como estatuas, decían al pasar el Patito:

-¡Buenos días Conchi me alegro de verte! Croac,croac.

-¡Hola Rana! ¿Cómo están tus ranitas?

-¡Bien gracias! Croac,croac.

Las ranas competían con Conchi por los insectos pero habían llegado a un acuerdo: las ranas se comerían los insectos de las orillas y el patito los del agua. A veces hasta se ofrecían comida ya que ésta era abundante todo el año.

¡Eran amigos!

Nadaba y nadaba, disfrutando de cada momento y de todo lo que veía. Mariposas multicolores floreaban el cielo, algunas se posaban sobre su cabeza que él sacudía con cariño jugando con ellas.

-¡Hola Mariposas, qué bonitas sois, qué alegría me da veros!- decía el Patito.

-¡Hola Conchi, eres muy bueno al no comernos! ¡Teee queremooos!- dijeron las mariposas todas juntas en un griterío ensordecedor.

Otros patos se comían a las mariposas pero Conchi aprendió por su madre que era bueno que hubiera muchas mariposas ya que no sólo embellecían el cielo sino que hacían brotar muchas más flores lo que atraía muchos más insectos y así tendrían comida abundante todo el año.

¡Eran amigos!

Entre las altas hierbas alumbraban hermosas flores de todos los colores. Sus patas le empujaban con fuerza por el agua en un deslizar suave dejando una bonita estela. Miles de pajarillos con audaces pinturas poblaban los aires y se posaban sobre cimbreantes juncos.

-¡Hola Patitotitooooo!- piaban las aves al unísono.

-¡Buenos días lindos Pajaritos! Gracias por llenar de alegría nuestro estanque con vuestros cantos.

Los pájaros también comían insectos pero ellos se los comían en el aire mientras que el Patito gustaba de comérselos en el agua; le encantaban los gordos insectos que despistados patinaban por la superficie del agua. Los insectos no querían volar para no ser comidos por los pájaros y así Conchi obtenía una buena ración de ellos.

¡Eran amigos!

Conchi seguía nadando y no paraba de mirar a su alrededor mirando y saludando a todos sus amigos; las altas plantas mecidas por el viento parecían bailar de alegría al pasar el más bueno y hermoso Patito de todo el estanque. Las garzas con sus largas patas se acercaron a Conchi para saludarle:

-¡Buenos días Patito, qué bien nadas, qué suave te deslizas sobre el agua!

-¡Hola Garzas, qué altas sois! ¡Tened cuidado con los peces de mil colores, son mis amigos y no os los podéis comer!- respondió Conchi.

Las Garzas le miraron a regañadientes, eran muy glotonas. Las Garzas se comían algunos pequeños peces del estanque; los mismos pequeños peces que comía el Patito, pero habían llegado a un acuerdo también: las Garzas con sus largos picos se comerían los pequeños peces que estaban en lo más profundo del agua y Conchi con su corto pico se comería los pequeños peces que iban cerca de la superficie.

También acordaron no comerse a los pequeños peces de mil colores ya que eran muy bonitos y llenaban de luz el bonito estanque. ¡Eran amigos! Dentro del agua los peces de mil colores le acariciaban las patas agradeciendo sus buenas intenciones; iban de un lado a otro veloces y curiosos.

Ese era su mundo, un lugar vivo y limpio. Todos le querían como él los quería también. Los recuerdos pasaban por su pequeña cabeza posada sobre la tierra; la tristeza le estaba matando de pena y hambre.

-«¡Hola Conchi!»- una voz salida de ningún lugar llegaba hasta su cabeza.

-«¡Hola patito!»- insistió la voz.

A duras penas abrió los ojos, y sin levantarse miró al cielo intentando conocer el origen de esa suave voz que le saludaba.

-«¿Por qué estás tan abatido querido Patito?» Durante unos minutos nada respondió Conchi; no tenía fuerzas para hablar. Sin embargo sabía que debía responder, no podía ser grosero con esa voz tan cariñosa.

-Mi…madre…salió hace unos días…y…aún…no ha vuelto; estoy triste y…muy preocupado; pienso que algo…malo le ha debido pasar.- la voz del Patito temblaba de la emoción.

-«Lo entiendo y es normal que estés triste por la desaparición de tu madre; pero…lo que no entiendo es por qué estás tumbado, llorando y sin comer. ¡Sabrás que así no puedes seguir!»-respondió con cierta severidad la voz.

El Patito no respondió; abrió los ojos sorprendido por el tono y la insistencia y levantó la cabeza; como no veía a nadie se incorporó haciendo un tremendo esfuerzo. No podía quedar indiferente ante tales palabras. Ya de pié miró a su alrededor alargando el cuello al máximo, intentando descubrir quién se atrevía a hablarle así.

-¿Quién eres? ¿Dónde estás?- un grito apenas audible salió de su pico, Conchi estaba sin fuerzas.

La voz que parecía salir del aire y que le asaltaba en su cabeza volvió a oírse:

-«Soy la naturaleza, soy la voz de la Madre de todos vosotros, de todos los seres vivos de este estanque. Estoy triste por ti ya que tu mamá ha desaparecido y te encuentras muy solo. Una madre no abandona a su hijo tantos días sin que medie una desgracia en ello.» Conchi estaba algo asustado, esa voz que fue suave era ahora algo más dura.

-«Se debía reponer de forma rápida, ¡Le hablaba la Gran Madre!, la creadora de todo; de la que tanto le hablaba su mamá.»-pensaba el Patito. Estuvo a punto de agacharse cuando la voz volvió a sonar más fuerte si cabe:

-«¡No debes agacharte ante nada ni nadie! Eres un ser creado por mí para que seas dueño de tu vida y tendrás que ser fuerte para sobrevivir ahora que estás solo.» Se puso derecho como una caña de bambú y con la cabeza erguida escuchaba atentamente.

-¿Sabes dónde está mi madre y si le ha ocurrido algo malo?

-«Desgraciadamente…no lo sé y espero que nada malo le haya ocurrido a tu madre, se lo preguntaré al viento y él me informará. Mantengamos la esperanza, pero debes aprender que la vida no es fácil y que muchos peligros acechan…debes saber que las desgracias suceden pero que no te puedes dejar abatir… ¡Tienes que vivir!»

Conchi agachó la cabeza, inmensas lágrimas fluían de sus bonitos ojos, eran muchas las emociones. Como un relámpago se irguió; recordó las palabras de la Gran Madre, ¡Tenía que ser fuerte!

-¿Qué puedo hacer ahora?-preguntó el Patito.

-«Tienes que honrar a tu madre siendo el Patito fuerte que ella quería que fueras. Tienes que salir a por comida para no morir y así crecer y honrarme teniendo patitos.»

-¡Pero si no sé cazar! ¡No estoy preparado!

-«¡No me digas eso Conchi! He visto cómo ella te enseñaba cada día con su ejemplo. Cada día en sus paseos cogía peces y mosquitos para ti; ella colaboraba con los otros animales del estanque para que os ayudarais los unos a los otros, ella quería que todos fueseis amigos. Te llevaba a los lugares propicios para cazar; ella te estaba enseñando, su ejemplo te ofrecía. He visto como cada día saludabas a los otros seres de este estanque; ellos te ayudarán.»

El patito escuchaba con atención la voz en su cabeza aunque no entendía bien todo lo que le decía. La voz siguió diciendo: -«Tu madre te enseñó el valor de la amistad… ¡Sí estás preparado!» El Patito Conchi se sentía mejor; las palabras de la Gran Madre le llegaron al corazón y sus ojos veían con más claridad; más animado se dispuso a salir a nadar y empezar a cazar para comer y hacerse mayor. Su corazón esperaba que el viento le trajese un soplo de esperanza.

Fin

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