Saltar al contenido

A mi primita Lucía le regalamos un perrofante.

Era su cumpleaños de cinco y lo vimos, nos gustó muchísimo.

Era bastante caro pero juntamos todas las monedas de todas las alcancías de los primos y llegamos.

Al principio a Lucía le pareció un perro cualquiera, sin raza y algo tonto que la miraba con ojos buenos.

Lo dejó en su habitación entre los demás regalos

Entonces se dio cuenta de algo: mirándolo desde la puerta, el hocico se le estiraba y las orejas crecían, la cola era finita y el cuerpo, gordísimo.

Y era así: un perrofante es elefante cuando lo dejas y perro cualquiera cuando te arrimas.

Lucía bajó de su habitación con el perrofante para que todos pudieran ver lo maravilloso que era su regalo.

Ahí en la mitad de la sala los niños vieron un perrito descolorido, algo triste y muy común.

Cuando todos se fueron al jardín y lo miraron por la ventana, era un elefante gris y gordo.
Por jugar con él se armó un lío grande como el elefante.

Los chicos y Lucía corrían y corrían para alejarse, el perrofante se iba quedando grande y gordo como un elefante de verdad.

Pero al pasar por el jardín se comió todo, hasta las rosas y sus espinas.

Siguió corriendo y se volvió loco con una piscina, quiso meterse adentro, la rompió.

En el barrio de Lucía todos los vecinos miraban con sorpresa un elefante dispuesto a comer jardines y bañarse en las piscinas de los niños.

Cuando los amigos y Lucía regresaron, el elefante desapareció y nuevamente el perro gris y algo común de mi prima regresó a la casa.

Estamos todos con este gran problema: el perrofante no puede quedarse solo.

Lucía tiene que llevarlo a su escuela. Todo el tiempo al lado de la plastilina, agarradito, apretadito. Y en el recreo, corre con él pegado a sus pies.

También lo tiene que llevar a su clase de ballet. Tiene que bailar con él en brazos.
Lo tiene que llevar a todos lados: ¿se imaginan?

Lucía ama a su perrofante porque es maravilloso pero tiene prohibido alejarse de él: cuesta mucho mantener saciado el apetito de un elefante, le ha dicho su papá.

El único problema es cuando Lucía duerme: el perrofante se queda solo y comienza a berrear y ladrar en un idioma único hasta que la despierta.

Por ahora no tenemos solución para un perrofante. Por suerte él y Lucía se quieren tanto que no se separan ni un momento.

Fin

Cuento infantil sobre perros sugerido para niños a partir de siete años.

Califica esta entrada

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recibe nuevo contenido en tu E-mail

Ingrese su dirección de correo electrónico para recibir nuestro nuevo contenido en su casilla de e-mail.



Descubre más desde EnCuentos

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo