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Cuento de gatos sugerido para adolescentes.

Tessa aprendía a hablar portugués, estaba sola en casa leyendo un cuento que encontró en la red.

A ella le parecía que era tan… azul, sí, azul porque el azul es suave, es el color de todos los productos de limpieza o por lo menos de la mayoría y huele limpio y reconfortante. Azul como el reflejo del cielo en el mar y como los ojos de la Mamá abuela quien pareciera, se fue hace poco. También azul como la tranquilidad de las azules paredes de su balcón y como los ojos de su tía abuela.

A las 7: 50 p.m. si todos lograban subir en el articulado que viajaba de norte a sur, Tessa estaría acompañada y se cenaría en familia; antes de eso – es necesario aclararlo y casi, motivarles a que confíen en mi palabra- en casa, sin que la tía Oliv encienda la estufa eléctrica ya enmohecida por tantos años sin retoque de las latas, no habían olores de nada. Lo aclaro porque en casa, cuando la tía Oliv cocina, de pronto, en las escaleras huele a maduros asados en mantequilla y abriendo la puerta para sentarse en el pequeño comedor de la cocina, se siente más olor a mantequilla, leche y carne asándose que cualquier otra cosa.

Sin embargo… Ahí estaba ese olor, olor a arena revuelta, ropa mojada con agua lluvia y mal guardada sin que se termine de secar por el sol, un poco más cerca de la puerta de la habitación de Tessa, también huele a un peludo cuerpo que maúlla y se frota contra la puerta y deja un rastro de pescado, a cáscaras de papa y tomate ¡como las que se botaron en la caneca del patio-jardín! ¿Cómo puede oler tanto un olor que nadie ha traído a casa? ¿Cómo puede oler tanto si solo está Tessa y ella no huele a algo así?

Si. ¡Alguien está en casa, merodeando desde la sala, pasando por el garaje, volteándose mirando y tumbando con su olor las orquídeas que adornan la entrada, pisando lentamente el piso de madera del comedor y fisgoneando en la caja de las olletas y tazones de la cocina!

El color del miedo es de todos los colores que pasan muy rápido uno detrás del otro, como el tren cuando pasa por la estación y sigue adelante hasta su parada. Tessa, abre mucho mas sus grandes ojos, cree que tener tantas ganas de comer algo rico, le ha agudizado extrañamente su olfato y su nariz hambrienta exageró las cosas. Ella no es una chica que decida dejar de averiguar cosas aunque, no es tampoco la chica más animada por las situaciones misteriosas; sin embargo ¡en lo relacionado con olores y sabores es necesario revisar lo que sucede!

Al final del pasillo, voltea a mirarla su viejo gato.

Fin
Cuento de gatos sugerido para adolescentes.

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