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Minúscula, una pulga amistosa

Minúscila, una pulga amistosa. Escritora Argentina. Cuentos de animales.

Lavatican. Acrylic on watercolor paper.
Lavatican. Acrylic on watercolor paper.

Minúscula era una pulga muy bonita que vivía cómodamente en el pelaje de un gran perro llamado Lanudo.
   Por extraño que parezca pulga y perro eran los mejores amigos. Hacía ya mucho tiempo que Minúscula vivía allí.
    Todo comenzó cuando una tarde, como toda pulga que se precie de tal, Minúscula saltó al lomo de nuestro perrito amigo. Al principio y, como todo perro que se precie de tal, Lanudo comenzó a rascarse a cuatro patas. Por más que se rascó y se rascó, no pudo sacarse la pulguita de encima, pues Minúscula hacía honor a su nombre y era realmente minúscula.
   Sus dueños, al ver que el pobre Lanudo parecía una calesita dando vueltas y agarrándose la cola,  intentaron muchas cosas para echar a esa visita tan inoportuna, pero la  pequeña era por demás inteligente y sabía sortear todas las dificultades.
   Al llegar la noche y cuando todos en la casa dormían, se escuchó.
   – Hola amigo ¿cómo estás?  
   El pobre Lanudo no entendía quién le estaba hablando. Pensó que estaba soñando, pero la vocecita se oía muy cerca.
   – Hola amigo ¿cómo estás? Volvió a escucharse.
   Ahora sí estaba seguro que no era un sueño, se levantó, miró a su alrededor y vio que todo el mundo dormía plácidamente.
   Cuando el lomo comenzó a picarle nuevamente, se dio cuenta –para su sorpresa- que quien estaba tratando de entablar la conversación era la pequeña intrusa.
   Por más que trató de girar su cabezota para poder verla, no lo logró. Minúscula entonces se posó sobre su hocico y con los bracitos en jarra le dijo:
   – Ya te saludé dos veces y no me contestaste ¡así no se trata a un huésped!
   – Así no se trata a un perro, diría yo. Contestó Lanudo. Por tu culpa no hago más que rascarme. Yo soy un perro limpito y no tengo porqué tener pulgas encima. Es momento de que busques otro perro al que no le importe rascarse.
   – No quiero otro perro, ya estuve en muchos, pero ninguno tan cómodo y calentito como vos. Yo te elegí, quiero ser tu amiga y vivir en tu suave pelaje.
   – ¡Imposible! Gritó Lanudo. Perro y pulga jamás se han llevado bien. No podemos ser amigos.
   – ¿Por qué no? ¿Quién lo dice? Yo te demostraré que sí podemos. Hagamos un trato, si vos me dejas vivir en tu lomo, yo te prometo no moverme mucho, así no te picará y no tendrás que rascarte. A cambio te propongo contarte cuentos, charlar, cantarte canciones ¿qué te parece? Preguntó Minúscula.
   La propuesta entusiasmó a Lanudo. Todos necesitamos alguien que converse con nosotros, que nos cuente un cuento, en definitiva, que nos haga compañía.
   Así fue que la pequeña pulga se instaló cómodamente en el perro y cumplió lo prometido. Se movía tan suavemente que Lanudo casi no se daba cuenta que la tenía encima.
   Pasaban noches enteras charlando, contándose historias uno al otro, haciendo bromas. Con el tiempo, se convirtieron en amigos inseparables y no precisamente porque uno estuviera encima del otro, sino porque realmente se querían y compartían sus vidas.
   Como Lanudo nunca se rascaba, los dueños de casa jamás se dieron cuenta que su perrito tenía visitas. La vida transcurría tranquila, hasta que una tarde de invierno todo cambió.
   Minúscula se resfrío y no podía parar de estornudar. Por más esfuerzos que hacía la pobre pulguita, no podía evitar sacudirse con cada estornudo. Lanudo trató de resistir, pero fue tanto lo que Minúscula se movía al ritmo del inoportuno resfrío, que él también empezó a sacudirse.
   Así fue que los dueños de casa supusieron que su perrito tenía pulgas por lo que tomaron cartas en el asunto.
   – ¡Compraremos el mejor matapulgas, mirá como se mueve! Dijo la señora.
   – Salgo enseguida a comprarlo, no puedo ver que se rasque así. Dijo el señor.
   Perro y pulga comenzaron a desesperar. No podían permitir que alguien los separara. Algo tenían que hacer.
   Había que sacar a Minúscula del lomo de Lanudo antes de que el matapulgas terminara con ella.
   La situación era complicada, la pulguita por un lado lloraba pensado que ése sería su fin, por otro no paraba de estornudar, Lanudo caminaba nervioso pensando qué hacer, hasta que apareció Impoluto, un perro vecino que siempre estaba peinadito, con un pañuelito en el cuello y con aroma a perfume.
   Impoluto preguntó qué estaba sucediendo. Lanudo le contó lo que ocurría y que no tenían mucho tiempo para encontrar una solución.
   De repente, algo se le ocurrió para solucionar el problema y se lo hizo saber a su vecino.
   – Ya se –dijo Lanudo- pasamos a Minúscula un ratito a tu lomo, mientras a mi me ponen la loción matapulgas, luego esperamos que se pase el efecto y vuelve conmigo ¿qué te parece?
   – Ni loco que estuviera. Yo soy un perro impecable no quiero animalitos pulguientos estornudando en mi lomo.
   Ofendido, Lanudo le respondió:
   – ¡Minúscula no es ningún animal pulguiento, es mi amiga! Lanudo quería tanto a la pulguita que realmente se había olvidado hacía mucho que Minúscula era una pulga. También había olvidado que pulga y perro no suelen ser una buena combinación. De todos modos, cuando hay un verdadero cariño las combinaciones pueden ser de lo más extrañas.
   – Será tu amiga, pero no deja de ser una pulga y yo pulgas no acepto, me dan alergia.
   El tiempo corría. Desesperado Lanudo volvió a rogarle a su vecino y amigo que albergara a la pequeña por un tiempo corto. Minúscula, entre estornudo y estornudo, le prometió que no se movería.
   Impoluto entendió lo importante que era para su amigo salvar a la pequeña. Los buenos amigos hacen cosas unos por los otros, aunque éstas no sean muy agradables. Llegaron a un acuerdo. Minúscula pasaría al lomo de Impoluto el tiempo que fuese necesario y trataría de no estornudar para no moverse.
   Muy contentos hicieron el traspaso de pulga. Al ratito llegaron los dueños de casa y bañaron a Lanudo con el producto matapulgas. Mientras tanto, Minúscula sentadita en el lomo de Impoluto comenzó a conversar.
   Todo el tiempo que duró el operativo, una vez más perro y pulga conversaron amigablemente. Se divirtieron realmente mucho. Tanto es así que Impoluto ya no tenía apuro ninguno en que la pequeña abandonara su lomo.
   Cuando el efecto del producto se había ido, Lanudo corrió a buscar a su amiga. No podía creer lo que veía, perro y pulguita cantaban una canción juntos y se reían mucho.
   Al ver a su amigo, Minúscula saltó inmediatamente al lomo de Lanudo, no sin antes despedirse con un besito de nuevo compinche.
   Impoluto aprendió esa tarde que no siempre lo que se dice es cierto, que perro y pulga pueden llevarse muy bien.
   Lanudo aprendió también de la generosidad de su amigo, quien dejando de lado su alergia a la pulgas, había dado asilo a la pequeña para hacerlo feliz.
   En definitiva, todos se beneficiaron pues hicieron nuevos amigos, conservaron los que tenían y lo que es más importante, hicieron algo por el otro.
   Impoluto debía volver a su casa. Antes de regresar pensó que era hora que sus amigos hicieran algo por él.
   ¿Saben qué les pidió? Que Lanudo le permitiera a Minúscula pasar a su lomo un ratito todos los días y así lo hicieron.
   Minúscula estaba feliz, ahora tenía dos lomos calentitos donde vivir, pero por sobre todas las cosas, tenia un nuevo amigo con quien compartir la vida.

Fin

 Hecho el depósito de ley 11.723. Derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial.
Nro. Expte. Direc. Nac. Derechos de Autor 749437

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