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La poesía es como el mar es uno de los cuentos sobre poesías de la colección cuentos de amor de la escritora Susana Solanes sobre poetas sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

Al mismo tiempo que Teobaldo llegaba a la costa del mar, salía de su casa Florentina con el entusiasmo que la animaba todas las mañanas. Teobaldo llevaba un cuaderno de cien hojas junto a su pecho, como quien resguarda a su corazón del dolor del mundo. Florentina con su atuendo deportivo y su paso dinámico, despertaba en las veredas un ansia de sol. Luego de mirar el agua tal vez buscando unos minutos de reposo, Teobaldo comenzó con la tarea que imaginaba como la única salida a su dolor y pesimismo. La muchacha, que estaba llegando al lugar, reaccionó indignada:

-¡Eh, eh! ¿Qué estás haciendo? ¿No sabés que está prohibido tirar basura en la playa?

-No es basura, mirá bien, son hojas de cuaderno- Teobaldo, al ver esa mirada furibunda, comprendió una vez más, que eran inútiles sus esfuerzos para sembrar un grano de poesía en el mundo.

-¡Claro que lo veo! Estás arrancando las hojas del cuaderno y las tirás en la arena. Esto es aumentar la basura que mucha gente arroja al agua.

-Te repito que no es basura, es poesía. Cada hoja lleva mis versos.

Florentina no se conmovió ante la voz apagada y triste del muchacho y, agitando en su mano una de las hojas que estaban tiradas, respondió con burla:

-Si yo no veo mal, las hojas están en blanco, no hay nada escrito.

Era el colmo. Teobaldo pensó que no tenía que aguantar más el tonito mortificante de esa señorita. El viento se espesó de arena y del mar llegaba un ruido sordo como de alaridos apagados. Entonces, él levantando la voz, defendió su honor de escritor lo mejor que pudo:

-¡Vos sos igual que todos los demás! No sabés ver lo que está escrito con los colores llenos de adioses del atardecer, con el fino temblor de una gota de rocío, desde las canciones del alma en una noche sin luna- Pero ella se mantuvo indiferente:

-Bueno. ¡Basta! No me interesan tus palabras. Yo pertenezco a un grupo ecológico y tengo la misión de cuidar la limpieza en esta parte de la playa. Por eso te pido que no arrojés más basura porque, de lo contrario, te voy a hacer una multa.

Florentina se retiró a continuar con su ronda, pensando que se había encontrado con un loco de los que nunca faltan por la mañana temprano, después de una noche sin dormir.

Teobaldo no se asustó con la amenaza de multa y siguió tirando las hojas de su cuaderno. Arrojó a la arena como cincuenta y tres y entonces, se detuvo. Sentado en la arena pensó que era un buen destino el de sus poesías, ahora que el viento las llevaba sobre las olas, volaban hacia los altos edificios o quedaban colgando de los árboles en la avenida. Estaba cansado de su triste destino de poeta, cuidando de ubicar las palabras, bellas y frágiles, en el ramo florido que le pintaba su imaginación pero que nunca llegaban a conmover a nadie. Y cuando tiró las cincuenta y tres hojas, se quedó sentado en la arena viendo cómo el sol corría por el horizonte llamando a la mañana, para que termine de despertarse.

Mientras tanto, el viento seguía su viaje llevando tras de sí, las poesías de Teobaldo. Que era como quien dice, poner la mano sobre una puerta que se abre sin apuro, y el pie en un lugar encantado donde la realidad se hace más intensa y los colores cantan como las flores y las flores vuelan hasta la luna de la medianoche. Y las puertas que siguen abriéndose y el mundo ampliándose con otros mundos. Algunos celestes y brillantes, otros opacos. Unos girando como si ejecutaran una danza, otros quietos, tal vez esperando para contarnos un secreto. Y avanzando, llegar hasta el territorio de las lluvias y entonces con la poesía, compartir el rayito de sol que está escondido en el rincón de la infancia, abrir la ventana y dejarlo salir para que sus versos calienten otras manos que lo están esperando.

El viento, con su paso áspero y tumultuoso, continuó su camino sabiendo que esta vez llevaba como compañía a varias hojas llenas de poesías, que agitarían el tibio olor de los jazmines y alcanzarían para hablar con las estrellas.

Florentina seguía su caminata por la playa, hasta que se vio envuelta en una ráfaga, pudo sentir un perfume lejano y una música de palabras le agitó el corazón.

Teobaldo consideró que ya había cumplido su deseo. No estaba muy seguro cómo iba continuar de aquí para adelante, pero en parte su dolor se había aquietado.

Estaba por marcharse cuando vio a Florentina que llegaba corriendo:

-¡Teobaldo, qué hermosas poesías estoy leyendo! ¡Qué sensibilidad la tuya que te lleva a decir estas palabras tan hermosas! ¡Tu novia debe ser muy feliz a tu lado!

El muchacho quedó sorprendido por el entusiasmo de la joven que agitaba varias hojas que él había tirado. Alguien se emocionaba con sus poesías y eso lo llenaba de felicidad. Pensó en contestar algo inteligente, pero solamente pudo decir:

-Yo no tengo novia- y se rieron los dos. Luego comenzaron a caminar por la playa mientras las hojas arrancadas del cuaderno continuaban su camino, para contar a quien quisiera oírlas que la poesía es algo tan profundo y misterioso como el mar.

Fin

La poesía es como el mar es uno de los cuentos sobre poesías de la colección cuentos de amor de la escritora Susana Solanes sobre poetas sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

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